ABC 11/02/16
· CDC no cree que deba tener un papel activo en la refundación del partido, en junio
1. El herido ego infinito
· Pacto de estabilidad La CUP se siente incómoda en el pacto al que se comprometió con JpS a cambio de la cabeza de Mas
· No a los presupuestos Los antisistema buscan excusas, como no pagar parte de la deuda, para no votar los presupuestos
Mas está rabioso y arrepentido de su sacrificio. Cree que es injusto. No entiende por qué los catalanes no le dieron la mayoría absoluta. No está digiriendo que el proceso continúe sin él, ni que Puigdemont haya llenado en tan poco tiempo su vacío en los partidarios de la independencia. Las relaciones de Convergència con Junqueras han mejorado sustancialmente con el exalcalde de Gerona, y en los cuadros del partido, que empiezan a verle como un jarrón chino y no saben qué hacer de él.
Mas, cuyo ego se ha expandido en los últimos años hasta no limitar con nada, ni con nadie, está destruido por dentro porque ha constatado que no sólo era sustituible, sino que era francamente prescindible. «Es tan corto el amor y es tan largo el olvido». Puigdemont, sin ser gran cosa, ha distendido el ambiente, ha mejorado la imagen de Convergència, desvinculándola de la corrupción y de los recortes, ha facilitado las complicidades con los demás partidos, incluso con los de la oposición, y tiene con la independencia de Cataluña una relación natural, lejos de la impostura y de los aspavientos del expresident, que siempre fue un torpe recién llegado a la causa.
Mas proyecta su frustración hacia el partido, reteniendo todo el protagonismo en su refundación, e insiste en sus incursiones en Palau (en el palacio de la Generalitat) donde intenta mover los hilos de su sucesor para que no se olvide de que es su marioneta.
En Convergència le reconocen a Mas toda la «auctoritas», pero recelan de que asuma también la «potestas», y cada vez son más las voces, que de momento se esconden en el anonimato, que sugieren que con las mismas caras no sólo la refundación es imposible, sino cualquier intento de renovación. Sobre la posibilidad de que Mas vuelva a ser el candidato de Convergència en las próximas elecciones autonómicas, la mayoría de los dirigentes del partido entienden que si Puigdemont funciona tiene que continuar, y al expresident le reservan el cargo imaginario de la presidencia de la deseada república catalana en la que, por cierto, cada vez menos dirigentes convergentes creen.
2. La revolución permanente
Por su parte, la CUP se siente incómoda, y también arrepentida, del pacto que suscribieron con Junts pel Sí. La alegría por el trofeo de la cabeza de Mas les duró tan poco como los aplausos que recibió el cadáver por la generosidad de dejarse matar. La CUP se siente más ella misma en la trinchera, en el desafío al sistema, en la reivindicación de medidas, por absurdas que sean, como no pagar parte de la deuda, porque su mundo no es el de la realidad, sino el de una arcadia naif y estrambótica que no ha causado otra cosa que miseria y muerte cuando más o menos ha intentado implementarse.
La CUP se siente sucia y extraña en el posibilismo, y en la responsabilidad, y quiere huir del acuerdo de gobernabilidad al que se comprometió a cambio de acabar con la carrera política de Mas, para volver a sus contenedores incendiados y a sus barricadas.
Cada vez son más, y más sólidos, los «peludos» que piensan en excusas para no aprobar los presupuestos, que buscan el modo de regresar a su oposición de camiseta con lema y pañuelo en la cara sin parecer desleales. El rechazo que en la militancia antisistema ha causado el pacto de estabilidad parlamentaria ha sido considerable, y los dirigentes del partido consideran que lo peor que podría ocurrirles es que se les percibiera como unos ingenuos más absorbidos y domesticados por el establishment.
La exigencia de no pagar parte de la deuda forma parte del discurso hiperbólico de la CUP, pero está más planteada como argumento de ruptura con Junts pel Sí que como objetivo real o realizable, porque, por anticapitalistas que sean, todos han visto lo que le ha ocurrido a Tsipras en Grecia.
En cualquier caso, la arrogancia resentida de Mas, intentando borrar las huellas de su suicidio político, va a topar con el resentimiento social de la CUP, tratando de eliminar el rastro del pacto al que llegó con el sistema. De fondo, una Cataluña desfigurada por tantos egos endiosados permanece colapsada entre la más delirante revolución anticapitalista y la no menos rocambolesca, e improbable, ruptura con España. Demasiada democracia de lo gratis. Caos.