EL MUNDO 07/09714
· Acusa a ERC de ser «espectador secundario»
· Santamaría advierte de que el 9-N «puede retrasar la salida de la crisis»
Convergència demostró ayer que su prometida refundación tras el escándalo de los Pujol pasa por un mero lavado de imagen para presentarse ante Cataluña como la única fuerza dispuesta a sacrificarse para conducirla a la independencia. El mismo día que la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, alertaba desde Barcelona del retroceso económico que provocaría la secesión, Mas se reivindicó como «actor principal» del pulso por celebrar la consulta de autodeterminación y criticó a los que, como ERC, «están haciendo de espectadores secundarios» y debilitando el frente rupturista.
Artur Mas defendió a CDC como «la pared maestra» del proceso soberanista, como la garante de que la lucha con el Estado finalizará con éxito y no con «derribo general».
La estrategia de los nacionalistas es tan sencilla como descarada. Pasa por proclamarse un partido responsable y capaz de conducir a Cataluña a la secesión por cauces seguros, frente a una ERC temeraria y obsesionada por rentabilizar a cualquier precio la aventura rupturista que impulsó Mas.
Aunque veladas, las alusiones a la formación liderada por Oriol Junqueras vienen siendo recurrentes en todas las intervenciones que Mas ha realizado desde que arrancó el nuevo curso político. El cónclave que ayer celebró Convergència para reestructurar el partido tras la salida de Oriol Pujol y la confesión de su padre no fue una excepción. Es más, sirvió para comprobar cómo el ataque a ERC se recrudece cada día que pasa. Así, el presidente de la Generalitat alertó a los republicanos de que «la consecuencia del cálculo partidista no es estar en el gobierno o la oposición, sino hundir a Cataluña».
El jefe de filas nacionalista advirtió a ERC al tiempo que la responsabilizó de antemano de un eventual fracaso de la consulta de autodeterminación. Mas se refirió ayer al consenso político del frente favorable al referéndum como «el eslabón más débil de la cadena». De las palabras del presidente de la Generalitat se pudo deducir que Convergència está dispuesta a destacar, como no ha hecho en los últimos dos años, las sombras del partido que ha apuntalado la gobernabilidad de Cataluña sin participar del desgaste que implica entrar en el Govern.
Mas cargó contra «los que no tienen heridas», contra esos «actores secundarios» del desafío soberanista, antes de ensalzar a Convergència como el mártir dispuesto a jugarse el físico por alcanzar la secesión.
«Nos ven heridos porque llevamos la parte principal del combate del país, pero estamos en pie, no agachados», clamó el presidente del Govern para ver ahogadas sus palabras por los aplausos de la encendida militancia nacionalista. La parroquia interrumpió al presidente de la Generalitat en varias ocasiones para jalear su liderazgo y arengar sus pretensiones independentistas, y Mas respondió con un discurso de tintes épicos y mesiánicos repleto de las más altisonantes metáforas. En esa tesitura, declaró que se siente «fuerte para coronar la cima desde la que se podrá contemplar la libertad de Cataluña 300 años después».
Pese a las ambiciosas cotas que se propuso, el presidente de la Generalitat volvió a evidenciar ser muy consciente de que el Gobierno tiene en su mano el devenir de la consulta. Mas aprovechó la presencia de la vicepresidenta en Barcelona para reclamar por enésima vez al Ejecutivo que tolere el referéndum. Utilizó la reciente propuesta popular de conformar un frente contrario a la secesión con el PSC, Unió, Ciutadans y UPyD, tratando de llevar la frustrada oferta del PP a su terreno.
En primer lugar, agradeció a su socio de federación y a los socialistas catalanes «no haber caído en la provocación» y, posteriormente, prometió dar la «bienvenida» al «frente del no» si ello significa que el Gobierno acepta la celebración del referéndum y simplemente está ideando una coalición política para proteger la unidad estatal. «Nos interesa que haya partidos que defiendan el sí y el no, pero que nos dejen votar», simplificó Mas.
Tras marcar el horizonte a conquistar, el jefe del Ejecutivo catalán se centró en el segundo objetivo del consejo nacional que ayer celebraba CDC: seguir distanciándose de la figura de Jordi Pujol para intentar salvaguardar la viabilidad de su proyecto político. La pasada semana, en su primera intervención tras el parón veraniego, Mas llamó a «separar pasado y presente» después de airear su «decepción» con el ex presidente de la Generalitat. Y ayer enfatizó en su mensaje. «Nunca una persona es más importante que un colectivo y nunca una entidad es más importante que un país», dijo.
Minutos antes, el nuevo número dos de la formación, Josep Rull, había despojado a Pujol de su rol como referente y guía de la formación. «Nuestro verdadero norte es Cataluña y estamos comprometidos con su futuro, no con su pasado», aseveró. Ayer, Convergència incidió en que ese futuro está lejos de Pujol y, probablemente, lejos de ERC.