Mas todavía quiere ganar

EL CONFIDENCIAL 15/10/14
JOAN TAPIA

Artur Mas compareció ayer con un doble fracaso a sus espaldas. Primero, la consulta legal (según la ley catalana de consultas) y con plenas garantías democráticas no va a tener lugar el 9 de noviembre tal como se comprometió al firmar con mucha pompa la convocatoria. Es todo un golpe. Tras insistir desde el pasado 30 de septiembre (suspensión del Constitucional) y asegurar en varios actos públicos y de partido que pese a todo la consulta se iba a celebrar, ayer a las 10 de la mañana compareció ante la prensa para admitir que de facto renunciaba. La consulta que vendió durante meses como una especie de Virgen de Lourdes para los males catalanes ha pasado a mejor vida.

¡Era para enrojecer! Pues no.

Segundo fracaso. La unidad de los cinco partidos ‘consultistas’ (Unió, CDC, ERC, ICV y las CUP) que apoyaban la consulta y la muy discutible doble pregunta encadenada –básicamente todas las fuerzas catalanistas salvo el PSC– que permitía presentar la consulta como exigencia de una Catalunya muy plural se ha roto o, como mínimo, resquebrajado. ERC, ICV y las CUP dicen que no confían en la palabra del president. Y los consellers democristianos (incluida la vicepresidenta Joana Ortega) tienen cada día más difícil asumir los saltos de equilibrista del president mientras Duran i Lleida guarda un silencio casi total. Cree que Artur Mas no va camino del éxito y no quiere ser acusado del fracaso.

Pues bien, de fracaso nada de nada. Artur Mas se presentó en la rueda de prensa fresco como una rosa, contestó múltiples preguntas en directo (sin nada de plasma) e inició una segunda estrategia para seguir combatiendo. Es muy difícil que gane porque la subdivisión de los Estados de la Unión Europea es algo que alarma a los gobernantes del Viejo Continente, bastante apesadumbrados ya por la dificultad de impulsar una Unión de 28 estados, amenazada por una tercera recesión en seis años y con Putin añorando el imperio soviético.

Es casi querer ignorar la fuerza de la gravedad, pero Mas cree que la desafección catalana respecto a España –fomentada más que por la propaganda nacionalista (que también) por el desconocimiento cósmico de la cúpula del PP de lo que es Catalunya (en un momento tan delicado como ahora, el porcentaje de inversión pública es el más bajo de los últimos 17 años y la mitad de la aportación de Cataluña al PIB) así como por los errores y zig-zags de Zapatero con el Estatut (se creía que La Moncloa generaba ciencia infusa)– le brindan un colchón de sentimientos y resentimientos sobre el que puede maniobrar.

Y cuenta además con las meteduras de pata de los ministros y gerifaltes del PP. Es cierto que parece que al ministro Wert (el de españolizar a los niños catalanes como si fueran negritos) le han dicho que cierre la boca y es obediente, pero el espectáculo de un ministro de Exteriores –inteligente pero que se cree Kissinger– haciendo propaganda del independentismo catalán en el mundo mundial…

Mas no podía seguir con la consulta que convocó hace tres semanas, pero al montar un sucedáneo para el 9 de noviembre –con urnas y muy pocas garantías– mantiene el tipo ante los manifestantes del 11 de septiembre de los últimos tres años. El independentismo no le puede acusar de deserción

Miquel Iceta –que lucha por racionalizar el conflicto porque cree que la razón ayuda a resolver problemas– reconocía ayer ante un selecto grupo de empresarios en el Círculo de Economía que la falta de afecto de los gobernantes españoles pesa. Que aquí no se hace como en Gran Bretaña, cuando al aparecer encuestas que daban la victoria a la independencia, Londres aconsejó que los municipios ingleses ondearan la bandera catalana (perdón, la escocesa Cruz de San Andrés).  

Y con ese colchón de desafección, Mas cree que puede seguir plantando batalla. Es un político combativo (si fuera ciclista ya habría ganado el premio de la combatividad que tanto debe interesar a Rajoy) pero lo peligroso (para él y para todos) es que parece también decidido a ganar el de la temeridad. Y en su comparecencia de ayer creo haber captado el diseño de una estrategia política. La intento sintetizar:

1. Mantener el tipo
Sustituir una consulta legal con todas las garantías (censo electoral, mesas elegidas por sorteo…) por un sucedáneo de consulta sin  censo de votantes (el registro será presencial), ausencia de neutralidad de la organización (correrá a cargo de 20.000 voluntarios que seguramente serán militantes independentistas)… es muy poco serio. Y no ayuda al prestigio ni de las instituciones españolas ni de la Generalitat. Pero para Mas tiene una virtud. Al sacar las urnas (el independentismo mira ahora las urnas con adoración como si en Cataluña no se votara regularmente), Mas podrá ser acusado de muchas cosas pero no de hacer marcha atrás o abdicar. Si hubiera suspendido la consulta legal, obedeciendo al Constitucional, sin el conato de rebeldía de la consulta tipo referéndum de Arenys de Munt (la pequeña población del Maresme que hace años hizo un referéndum sobre la independencia a base de voluntarios y sin censo) habría sido atacado por un sector del  nacionalismo por cobardía o incluso deserción.  Ahora recurre a un método impropio de una institución pública pero protege su imagen ante el electorado nacionalista.

2. «Lo prohibido es bonito»

Si el Gobierno prohíbe también esta consulta de costellada (excursionista) puede equivocarse, porque matar moscas a cañonazos hace ruido y es poco ecológico. En todo caso, Mas incrementa su fondo de comercio independentista frente a sus competidores y cree que eso le favorece.

Por el contrario, si el Gobierno permite la consulta, puede haber una movilización de voluntarios que deseen protestar (manifestarse con urnas a favor de un referéndum). Y esa movilización independentista le beneficiará más a él que a los otros partidos que no le secunden. Aquí la complicidad con la ANC de Carmen Forcadell o el Òmnium Cultural de Muriel Casals puede ser relevante.

¿Quiere Mas ser más independentista que Junqueras? Le he escuchado mucho y me pareció que las alusiones al Estado español como el enemigo a combatir habían crecido exponencialmente. ¿Excitación o cálculo político?

3. Presión para unas elecciones plebiscitarias
En cualquiera de los dos casos –prohibición del sucedáneo o celebración– Mas habrá exhibido credenciales radicales y hará más difícil que ERC y Junqueras se sigan negando a unas elecciones plebiscitarias con lista única. Ese siempre fue su ‘plan B’ cuando se comprometió a hacer la consulta en el 2014. El problema es que entonces (en diciembre del 2012) Mas tenía 50 diputados (tras perder 12) y ERC sólo 21 (tras ganar 11) mientras que ahora las encuestas dan unas proporciones casi inversas. Gana ERC, que ya venció en las elecciones europeas de mayo.

ERC se opone a la lista única. ¿Por qué fusionar en una lista un partido en ascenso, de protesta y de izquierdas (ERC) con otro partido (CDC) tradicionalmente calificado como de centro-derecha y protegido por el establishment que ahora además tiene que llevar a cuestas la cruz del caso Pujol?

Pero si Mas gana credenciales (y se distancia así de la política pactista de Jordi Pujol), la presión de los grupos independentistas (patrióticos, prepolíticos o transversales) para una lista única puede incrementarse y aumentar la presión sobre Junqueras.

Y Mas tiene un arma importante. Si ERC acepta una lista conjunta con la independencia como programa común (la llamada a la unidad con ICV y las CUP es sólo retórica) puede disolver el parlamento, y las elecciones autonómicas se pueden convertir en un referéndum que se parezca al de Escocia. En un bando el Sí (la lista de CDC y ERC) y luego alguna lista independentista, las de izquierdas de ICV y el PSC (federalista) y las del PP y Ciutadans. Ahora CiU (con Unió) y ERC suman 71 diputados y tienen mayoría absoluta. Si repitieran este resultado, la lectura –que se procuraría que toda la prensa internacional siguiera– sería que en Cataluña había ganado la independencia.

Mas no podía seguir con la consulta que convocó hace tres semanas, pero al montar un sucedáneo para el 9 de noviembre –con urnas y muy pocas garantías– mantiene el tipo ante los manifestantes del 11 de septiembre de los últimos tres años. El independentismo no le puede acusar de deserción

No se sabe cómo reaccionaría Rajoy (seguro que no le haría ninguna gracia) pero por otra parte una lista conjunta (la mitad de CDC y la otra mitad de ERC) no deja de ser un disparate. ¿Quién manda en ese Gobierno si tienen los mismos diputados, Mas o Junqueras? El sacrificado Mas-Collell saldría corriendo (quizás exigirían su cabeza) y Mas perdería ante los mercados un economista prestigioso y con buen fondo de comercio en los Estados Unidos. ¿Y coincidirían ERC y CDC en la difícil política europea de una Cataluña que tuviera que negociar en Bruselas con una mayoría de gobiernos conservadores y con los socialistas franceses (más centralistas que el PSOE)?

Pero esos son ‘solo’ problemas serios del día después. Muchos independentistas prepolíticos, o incluso militantes y cuadros de ERC, pueden estar tentados de darse el gusto de un referéndum de independencia (vía elecciones plebiscitarias) que sacudiría los cimientos de España y sería primera página de los diarios internacionales. ¡En Escocia pasó y no tenían a Guardiola! Desde luego en este esquema Mas podría ganar el premio mundial de la temeridad.

4. La continuidad
Para Mas la explicitación por parte de ERC del rechazo a la lista conjunta (anteponen los intereses de partido a los de Cataluña) tendría algunas ventajas. Para otro escenario. Le permitiría –caso de que decidiera que le conviene– no disolver el parlamento y continuar gobernando. Un intelectual nacionalista me hacía ayer esta reflexión: Mas habría ofrecido un referéndum de autodeterminación a través de la lista única y ERC no la habría aceptado. Consecuencia: ¡que cómo mínimo no molesten demasiado!  

5. El partido del ‘president’
Finalmente, si Mas consigue una marca independentista similar a la de Junqueras pero con algo más de seny y clase media, podría decidir –tras las elecciones españolas– encabezar una lista del ‘partido del President’ (el agit-prop de Mas está utilizando progresivamente esta idea para dejar a la ‘tocada’ CDC en segundo plano). Y a esa lista se podrían incorporar personalidades de la cultura e incluso algún socialista refractario a la relación con el PSOE (ERC lo hizo en las europeas con Ernest Maragall). ¿Tendría opciones esa lista que podría ahuyentar al tradicional electorado centrista de CiU y debería competir también con la ERC de Junqueras?

Y tampoco se puede excluir que un Mas ‘condenado’ a gobernar casi dos años más, hasta después de las elecciones españolas del 2015 o hasta el 2016, buscara un ‘arreglo provisional’ con Madrid. Ahí están las 23 reivindicaciones presentadas a Rajoy en la reunión del 30 de julio (que ahora sólo Miquel Iceta estudia, como confesó ayer en el Círculo de Economía). Y en el 2016 habrá que ver quién (o quienes) y cómo gobierna en Madrid.

Si el paciente lector ha llegado hasta aquí, entenderá que ni puedo ni debo extenderme en las opiniones que me sugiere la estrategia que he creído leer en la larga comparecencia de Artur Mas de ayer. Mas ha perdido dos batallas relevantes (la consulta y la unidad del soberanismo) pero parece creer que está ‘predestinado’ a ganar la guerra.

Sólo una corta reflexión. Lo que pasa hoy es consecuencia de una clase política española que –a diferencia de Adolfo Suárez y Martín Villa en 1976, 77 y 78– no ha atendido a su obligación de entender Cataluña. Y de una clase política catalana en la que, con la excepción del PSC –muy castigado por la sentencia del Estatut ya que siempre apostó por más autogobierno dentro de España– ha predominado la irritación o el orgullo (muchas veces no justificado). Los políticos catalanes actuales tienen poco que ver no sólo con Tarradellas, un viejo republicano que sabía lo que es perder, sino con los Jordi Pujol, Miquel Roca, Joan Reventós o Jordi Solé Tura, que en la Transición querían hacer de España una democracia europea.