EDITORIAL ABC – 20/09/15
· El próximo 27 de septiembre no se vota la independencia de Cataluña, pero sí el futuro de un territorio sometido al delirio nacionalista.
Las formaciones separatistas que concurren a las elecciones autonómicas del 27-S, la lista unitaria Juntos por el Sí y la CUP, lograrán la mayoría absoluta de escaños en el nuevo Parlamento catalán, pero no alcanzarán la mitad de los votos, según se desprende de la encuesta realizada por GAD3 para ABC. Los resultados previstos no difieren sustancialmente de los que obtuvieron en 2012 y por separado CiU, Esquerra Republicana y la CUP, que alcanzaron 74 escaños y el 48 por ciento de los votos. Ahora se mueven en una horquilla de entre 72 y 76. El bloque constitucionalista –formado por PP, PSC y C’s–, que en los anteriores comicios logró 48 escaños, lograría un número similar, porque el ascenso de Ciudadanos (18-20) se produce a costa de la caída de PSC (14-16) y PP (12-13).
Es evidente que los nacionalistas han conseguido que estas elecciones autonómicas se conviertan en un «sí o no» a la independencia, cuando esta cuestión no va a ser votada por ningún catalán, ni ninguna mayoría separatista podrá con su voto acabar con la Constitución de 1978. Aquí es donde se revelan las dificultades del mensaje no nacionalista: por un lado, advertir de los riesgos de la independencia y, por otro, insistir en que la secesión es imposible. El verdadero debate habría de girar en torno a la responsabilidad de votar a candidaturas que quieren llevar a Cataluña no a la independencia, sino a la confrontación cívica y política. Muchos catalanes votarán la lista de Juntos por el Sí con la idea de que la independencia no se producirá y de que el fuego con el que juega Artur Mas no quema, acostumbrados a que en Cataluña siempre sea gratis la deslealtad con la Constitución y las instituciones.
El catalán no separatista debería percibir el riesgo, más que de una independencia inviable, de la continuidad de un Gobierno nacionalista que está sembrando división, malversando dinero público para fines partidistas y poniendo a la sociedad catalana en libertad vigilada. El verdadero problema de Cataluña será seguir viviendo en ese trauma permanente al que le obliga el separatismo, exponiéndola ante la opinión pública internacional como un foco de inestabilidad para la recuperación económica.
Queda una semana para que los indecisos y los silenciosos no se conviertan en cómplices de un futuro destructivo para Cataluña. Su pluralidad política y cultural debe dar la cara en las urnas el 27-S y responder a un desafío que el nacionalismo dice lanzar al Estado, pero que realmente persigue acallar e intimidar definitivamente a la sociedad catalana no nacionalista. No se vota la independencia de Cataluña, pero sí el futuro de un territorio en el que sólo el 28,5 por ciento de los encuestados se siente únicamente catalán.
EDITORIAL ABC – 20/09/15