LUCÍA MÉNDEZ-EL MUNDO
Después de la crisis financiera de 2008, los comportamientos de los empleados de Wall Street fueron sometidos a estudio e investigación por parte de distintos organismos y universidades. Una de las conclusiones de esos estudios fue que la testosterona de los agentes bursátiles que manejaban el mercado financiero –que les llevó a asumir riesgos irracionales– fue un elemento clave de la quiebra y del desastre de la Bolsa neoyorquina. Los estudios concluyeron asimismo que con más mujeres en los despachos de Wall Street, la crisis económica habría sido menos intensa porque las mujeres gastan menos prepotencia y tienen más capacidad emocional para resistir las presiones y la volatilidad que acaban produciendo las burbujas.
No sabemos si la repetición electoral podría haberse evitado en el caso de que los cinco líderes de los partidos fueran mujeres en lugar de hombres. O si sería más fácil tener un Gobierno de España con mujeres en la jefatura de los partidos negociadores. Lo que sí sabemos es que un debate televisivo de cinco mujeres, representantes de los partidos nacionales, resulta más plácido, sereno y tranquilo que el de los líderes hombres. Más educado en el trato, menos tenso en lo personal y en lo político.
La periodista Ana Pastor dirigió con brío el último debate de la campaña en La Sexta protagonizado por mujeres designadas por PSOE, PP, Ciudadanos, Unidas Podemos y Vox. Después de que el debate de los líderes haya provocado –al menos a simple vista– un terremoto en los sondeos en favor del líder de Vox, la sesión de La Sexta se esperaba cual si fuera una segunda vuelta de la velada del pasado lunes. En este sentido, cabe destacar que Rocío Monasterio no emuló exactamente el buen papel de Santiago Abascal. Ni en el fondo ni en la forma.
Las portavoces no rehuyeron la discusión –ni el cara a cara en ocasiones– pero lo hicieron con urbanidad, educación y bastante respeto. Hasta en el trato personal entre ellas. Sólo un par de veces obligaron a la conductora del debate a intervenir para que no hablaran todas a la vez. Conclusión. Se puede discutir con sosiego y seriedad de todos los temas relevantes sin aburrir a los espectadores y sin hablar de Cataluña todo el rato. Quién sabe, igual la testosterona perjudica a la política española igual que a Wall Street.
La ministra María Jesús Montero, principal objeto de los ataques, se defendió con solvencia, llenó la pantalla y exhibió sintonía con Irene Montero, de Unidas Podemos. La dirigente socialista rebatió las acusaciones de mala gestión económica de la representante del PP y ex ministra Ana Pastor. La ex presidenta del Congreso tenía muy claro cuál debía ser su papel y su mensaje en el debate. Y lo siguió al pie de la letra. El PP es seriedad y buena gestión, frente a la gesticulación o las performances. Centrismo frente a populismo. Inés Arrimadas renunció –por fortuna– a los adoquines y a los cartelitos. Si no fuera por los sondeos, la portavoz de Ciudadanos tendría motivos para estar satisfecha de su papel en el debate.