¿Hemos pasado de un tablero de confrontación a otro de persuasión? ¿Fue el atentado de Barajas parte de una estrategia de seducción explosiva? Me desconcierta su apostilla del domingo, presidente: «lo esencial es que la democracia tenga la seguridad de que la izquierda abertzale rechaza la violencia». Palabras que requieren hechos, dijo hace once meses. Ahora, ¿otra vez?
Recién anunciada la tregua, presidente, ya hizo usted un juicio benévolo sobre Otegi el 30 de marzo de 2006: «Otegi es líder de la izquierda abertzale y ha tenido un discurso por la paz y por abrir una etapa política distinta en Euskadi, palabras que ahora requieren hechos en la misma dirección». Los hechos no avalaron esta apreciación tan optimista de la realidad, al menos hasta el atentado de la T4 de Barajas.
Según nos contó el domingo en Ponferrada, presidente, el discurso de Otegi en la entrevista que esa misma mañana había publicado ‘La Vanguardia’ contiene «elementos distintos» a los de pronunciamientos anteriores. Tiene usted razón, pero sólo en parte. El día anterior, Otegi participó en una manifestación prohibida por el juez Garzón que terminó como el rosario de la aurora, y acusó a la Ertzaintza de haber cometido una «masacre» en Bilbao. En la propia entrevista «reprueba» los atentados del 11-M; condenar no, porque la condena es más moral que política y ambas disciplinas son, al parecer, perfectamente ajenas. La violencia de ETA ni siquiera la reprueba, aunque afirma «nosotros no usamos las armas», compromiso que ya estaba en el pacto de legislatura que Euskal Herritarrok, el grupo parlamentario al que pertenecía ‘Josu Ternera’, firmó durante la tregua anterior con el PNV y EA.
Tampoco parece una novedad rabiosa la propuesta para construir una autonomía en los cuatro territorios de Hegoalde, que estaba ya en la Alternativa KAS de 1975 y va cumplir los 32, tan lozana. Sí hay novedad, las cosas como son, en la oferta de «cambiar un tablero de confrontación por un tablero de seducción». Aquí habría encajado mejor el término ‘escenario’ que el de ‘tablero’ y, de todas formas, no se entiende. La democracia es confrontación, presidente. De ideas, de proyectos. Incluso el matrimonio requiere como paso previo la confrontación de dos proyectos vitales, por decirlo en sus propios términos. Si los proyectos de las partes armonizan, la cosa irá adelante y si no, no.
Le parecerá curioso, pero en estas sutilezas del lenguaje, no tiene usted nada que enseñarle a Otegi, desde que hace unos años acuñó uno de los más hermosos eufemismos que ha conocido la política vasca, al llamar a ETA «la persuasión armada». Otegi comparte con usted el hecho de que ambos han tenido un abuelo socialista. El domingo seguía intentando la seducción con los piropos que le dedicaba: «una persona con convicciones y principios, y además de izquierdas. Y quisiera creer que con valores cívicos republicanos». ¿Hemos pasado de un tablero de confrontación a otro de persuasión? ¿Fue el atentado de Barajas parte de una estrategia de seducción explosiva? Me desconcierta, sin embargo, su apostilla del domingo: «lo esencial es que la democracia tenga la seguridad de que la izquierda abertzale rechaza la violencia». Palabras que requieren hechos, dijo hace once meses. Ahora, ¿otra vez, presidente?
Santiago González, EL CORREO, 27/2/2007