TONIA ETXARRI-EL CORREO

  • La operación contra el Rey debería haber encendido todas las alarmas
Si las palabras bienintencionadas de la ministra de Trabajo -«no son momentos para la confrontación»- acompañaran a los hechos, seguramente nuestro país estaría afrontando las consecuencias de la pandemia con mayor resolución y menos peleas ideológicas. En los países de nuestro entorno no pierden el tiempo con enfrentamientos estériles. ¿Qué hizo Italia a diferencia de España? Controlar la desescalada. Con especial vigilancia en los aeropuertos. Aquí, no. En Francia, por ejemplo, tres responsables del Gobierno de Macron comparecerán ante los tribunales, acusados de «inhibición». Aquí, no. Aquí la Fiscalía vetó que el Tribunal Supremo admitiera a trámite las querellas contra el Ejecutivo. Porque al Gobierno de La Moncloa no le interesa que se conozca el cúmulo de errores cometidos. Pero si hay ‘apagón’ informativo sobre la gestión del Covid, se corre el riesgo de repetir el caos. Malos tiempos para la transparencia. Los mismos gobernantes que apelan a despolitizar la crisis son quienes lo politizan todo.

Pedro Sánchez decidió cerrar Madrid cuando los datos de incidencia acumulada empezaban a mejorar después de las restricciones parciales de movilidad que había aplicado su presidenta, Isabel Díaz Ayuso. Se ha atrevido con Madrid sin reparar en las nefastas consecuencias económicas como no se habría atrevido con Cataluña. Razones sanitarias incomprensibles motivadas por causas políticas demasiado evidentes. Desgastar al Gobierno del PP de Madrid para justificar una moción de censura.

Tendrían que centrarse en dotar de más medios a la sanidad. Pero el Gobierno tiene la prioridad de asfixiar a los ahorradores que disponen de una mutua privada subiendo el IVA. ¿Entonamos un ‘requiem’ por el turismo o se ponen medios de control sanitario para rescatarlo? Una vez prolongados los ERTE, ¿cómo se fomenta la inversión? Porque sin economía tampoco hay salud.

Salen a flote las principales preocupaciones de la aturdida ciudadanía pero Sánchez está ocupado en asegurarse el amarre al poder. Al precio que sea. Con una caza de brujas en la Fiscalía, enfrentado al Consejo General del Poder Judicial, haciendo ‘luz de gas’ al rey Felipe VI. Y atacando los consensos básicos de la Transición. Es un currículum ‘exprés’ del que este presidente no puede sentirse orgulloso.

La operación contra el Rey no es ninguna broma. Que tres años después del intento de golpe secesionista a la Constitución, el monarca haya sido objeto de acoso y arrinconamiento, debería haber encendido todas las alarmas. Podemos ataca y Sánchez deja hacer. El PNV intenta pescar en este río de aguas turbulentas. El lehendakari, con su mensaje de «republicanización» de la Monarquía, si no fuera porque la situación política es inquietante, su público le habría aplaudido la ‘ocurrencia’. Hemos llegado a un punto en el que los jueces corean ‘viva el Rey’ en un acto institucional y el ministro del ramo se escandaliza.

En esa tergiversación de los términos, el portavoz del PNV en el Congreso ya ha cerrado la polémica: «Bildu es un agente político más». Pero, en realidad, los herederos políticos de ETA ya estaban blanqueados y perdonados por los socialistas de Sánchez que ahora aplauden sus intervenciones en el Congreso. Solo hubo una voz crítica socialista con Bildu, desde Euskadi, la del líder de las juventudes, Trimiño. Pero ya fue acallada. Nos está quedando un bonito país. Y en Europa nos miran con recelo. Como si fuéramos Wuhan en invierno.