TONIA ETXARRI-EL CORREO

Deberían taparse un poco las vergüenzas los amigos de ETA que quieren seguir homenajeando a quienes provocaron tanto dolor en la sociedad y no tienen intención de arrepentirse. Sus ex presos quieren seguir montados en la noria. Sin taparse. Sin, por supuesto, arrepentirse de sus tropelías. Sin colaborar con la justicia. Menos ostentación de los cómplices de la banda es lo que hace falta en esta sociedad para recuperar una convivencia en paz, con dignidad y memoria. Los ex reclusos de Zarautz habían convocado una jornada festiva para el próximo sábado para celebrar que ningún preso de la localidad queda en prisión. Pero, de momento, han tenido que desistir de tanta juerga porque la idea ha suscitado una ola de indignación en los colectivos de víctimas del terrorismo y, sobre todo, porque el Partido Socialista ha pedido explícitamente su suspensión. El lenguaje de su portavoz en el Ayuntamiento guipuzcoano, Gloria Vázquez, es el que más y mejor se entiende. Se trata de una convocatoria «más propia del pasado» y de enaltecimiento de ETA, ha dicho.

Si se dijeran así las cosas, sin miedo a molestar a EH Bildu, muchas de las víctimas del terrorismo no se sentirían tan desamparadas.

La Comunidad de Madrid, en colaboración con la Fundación Universitaria San Pablo CEU, ha celebrado un congreso de víctimas del terrorismo que no ha tenido toda la repercusión que se merecía. Porque, durante dos días, han pasado familiares de víctimas y especialistas nacionales e internacionales para honrar la memoria de quienes sufrieron el zarpazo de ETA.

A menudo, las mismas voces que desempolvan los restos del franquismo y se instalan en la Guerra Civil que terminó hace más de ochenta años, reprochan a las víctimas del terrorismo que hurguen en el pasado. Y con la más absoluta insensibilidad y sectarismo (mi memoria sí, la vuestra no) protestan porque se estén removiendo las cenizas de la ignominia. Que ETA ya no existe. Que no sean pesados. Un aserto rebatido desde muchos flancos de los colectivos de víctimas, cuando todavía quedan 379 asesinatos por resolver. ETA, afortunadamente, ya no mata. Pero sus víctimas permanecen. En muchos casos, esperando reparación y justicia. Y sin la menor intención de olvidar porque su vida quedó truncada para siempre el día que la banda asesinó a su familiar.

El próximo mes de julio se cumplirán 25 años del secuestro y asesinato del concejal del PP en Ermua, Miguel Ángel Blanco. Su hermana Mari Mar se lamenta del blanqueamiento que ha hecho el Gobierno a los herederos de ETA porque eso les permite «seguir imponiendo sus ideas totalitarias». Para María San Gil, el proyecto de ETA sigue más vivo que nunca porque sus cómplices están controlando buena parte de las instituciones. En el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo han formado ya a más de 300 profesores, según asegura su director, Florencio Domínguez, para que sepan cómo narrar el terrorismo de ETA a los jóvenes que están estudiando en estos momentos. Magnífica idea.