Tonia Etxarri, EL CORREO, 6/8/12
Cuanto más nos aferremos a mantener las costumbres «de toda la vida», más tardaremos en salir del agujero
En cuanto ha propuesto el PP vasco, al igual que el madrileño y el gallego, reducir el número de parlamentarios en la Cámara autónoma, el partido socialista y el PNV lo han rechazado alegando que esta medida podría limitar las opciones de los grupos minoritarios. Queda fuera de toda duda que cualquier modificación en el número de representantes implicaría una alteración en la composición de la institución. Pero no parece que el regreso de los 75 escaños actuales a los 60 con los que comenzó su andadura el Parlamento vasco pudiera beneficiar, precisamente, a los populares. Ni siquiera que un menor número de escaños vaya a suponer menor pluralidad, como ha sugerido el diputado socialista Ramón Jáuregui. De hecho, en 1980, el primer Parlamento autónomo vasco contaba con 60 escaños distribuidos entre 7 partidos. El mismo número de formaciones que ahora con 75.
Pero vayamos con las razones. Que las hay, a pesar de que prácticamente el resto de partidos políticos prefieran taparse los oídos ante una propuesta que, lejos de ser «populista», mas bien parece popular, ya que se aproxima a una de las preocupaciones expresadas por la ciudadanía en relación a los políticos . Un sentimiento de desafección progresiva del pueblo llano hacia sus representantes que se manifiesta, con insistencia, en todos los sondeos de opinión y que denota un malestar, injusto por cierto, al aplicar la misma vara de medir a toda la clase política en general. Porque los defraudadores a la Seguridad Social, los que falsean los datos del paro a fin de trampear con las ayudas o quienes amañan concursos para los amigos aprovechándose del tráfico de influencias son excepciones que confirman la regla.
Pero que en tiempos de crisis, de consecuencias tan generalizadas como la que estamos padeciendo, la exigencia de que los políticos se ajusten el cinturón como los que cobran la pensión mínima, por ejemplo, además de reivindicar que trabajen más y mejor, es ya un clamor. Por lo tanto, si hay algo que pueda entender el pueblo liso y llano es que, en el capítulo del adelgazamiento de las administraciones al que tanto apelan nuestros propios políticos, es que, quizás, el ajuste les deba afectar a ellos mismos. Si rascamos la piel superficial de los titulares de quienes claman por evitar duplicidades y racionalizar nuestros poderes públicos, los datos se nos antojan sonrojantes. Si en Alemania tienen 150.000 políticos para 80 millones de ciudadanos y en nuestro país contamos con 445.000 para 47 millones de sufridores… algo no encaja. Si las 17 autonomías con sus parlamentos, diputaciones y ayuntamientos suponen un gasto de 90.000 millones de euros… habrá que dirigir la tijera hacia algunos cargos superfluos antes que tocar la cartera de los pensionistas y su atención sanitaria. ¿0 preferimos seguir con 390 senadores entretenidos en devolver la pelota al Congreso en cinco idiomas antes que cumplir con las exigencias de quienes nos prestan el dinero que no tenemos?
La razón de la propuesta de reducir escaños en el Parlamento vasco no es otra que la económica. Y el detalle argumentado lo dejó sobre la mesa el secretario de Organización del PP., Iñaki Oyarzábal: un ahorro de más de un millón de euros.
Una poderosa razón que vale la pena abordar con prudencia y respeto. Pero no solo por el ahorro que supondría tener 15 parlamentarios menos en la Cámara de Vitoria sino porque va siendo hora de racionalizar nuestros poderes públicos. No solo el Parlamento. Las Juntas Generales, por ejemplo. Los parlamentos provinciales que controlan las diputaciones forales con sus 51 miembros en cada territorio, aunque no todos cobren por su escaño. O las empresas públicas. Un debate necesario que debería ser enriquecedor y debería alejarse de descalificaciones facilonas y planteamientos frívolos. Se trata de asegurarnos un futuro integrador y estable que, en tiempos de tempestades, nos exige reformas tan profundas que afectarán, inevitablemente, incluso a nuestras costumbres de consumo y ocio. Cuanto más nos aferremos a mantener las rutinas «de toda la vida», más tardaremos en salir del agujero.
A Iñaki Anasagasti, ahora desde su escaño de senador, le incomoda que se empiece a poner en cuestión, incluso desde su propio partido, la validez del Senado. Y para atornillarse a su cómodo asiento da un «brochazo» mezclando lo público con lo privado en el más puro estilo de la exministra socialista Carmen Calvo que llegó a creer, y se atrevió a decir, que el dinero público no era «de nadie». Y sin ruborizarse siquiera, dice que «el fichaje de Ronaldo cuesta más que el Senado» y se queda tan tranquilo, cuando todo el mundo sabe, incluso la mencionada exministra, que a Ronaldo le paga un club privado mientras que sus señorías se mantienen, con sus vuelos VIP, sus dietas y sus viajes improductivos, en muchos casos, gracias al dinero que les pagamos los sufridos contribuyentes.
El Gobierno de Rajoy no ha trasladado la iniciativa de reducir el numero de parlamentarios al Congreso de los Diputados, a pesar del entusiasmo con el que ha sido acogida por la mayoría de los barones de su partido, porque hará falta ahorrar mucho más que un millón de euros. Pero este debate, aunque no nos vaya a rescatar de la ruina, parece imparable. Sus promotores, que deberían lograr el mayor apoyo en este empeño, saben que se quedarán prácticamente solos porque quienes proclaman que quieren ayudar a encarar las medidas que nos exige la «Union europea alemana» se han apoltronado en sus asientos.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 6/8/12