Mensajes forzados

EL CORREO 12/05/14
TONIA ETXARRI

· Los candidatos deberían combatir el euroescepticismo trasnochado en vez de quedarse anclados en las trifulcas domésticas

Que en esta campaña para elegir el nuevo Parlamento europeo los resultados se van a interpretar en clave nacional es la constatación asumida por casi todas las opciones políticas. Planteada por los socialistas y aceptada por los populares. Una constatación de la que pretenden escapar las minorias nacionalistas y los pequeños grupos que, en un esfuerzo por la distinción, se están empleando con mensajes un tanto forzados. Antes de que el CIS revelara esta tendencia, los grandes partidos ya habian centrado sus focos en la gestiçon del Gobierno de Rajoy. Y el aludido, animado por el denominado ‘efecto Cañete’ que tanta hilaridad le provoca a la portavoz socialista, Soraya Rodríguez, ha asumido el examen, a título personal, del que pretende dar cuenta en los diez actos de su apretada agenda.

Pero si para el PP esta campaña equivale a una evaluación de la gestión de Rajoy, para el PSOE supone una reválida, o no, del liderazgo del Rubalcaba. Saben que los cuatro millones de votos perdidos en las últimas elecciones generales de 2011 serán dificilmente recuperables. Ya no los 900.000 que cambiaros su papeleta por la del PP, sino todos aquellos desencantados que, después de estos años de dura crisis, comienzan a apuntarse a la liga del desapego (hacia la política). No debería ser así después de haber visto la gran dependencia que tenemos de Europa. No es un planteamiento muy aleccionador por parte de los políticos, que deberían hacer pedagogía y explicar qué pintamos nosotros en Europa. Y por qué estas elecciones que han sido, por tendencia natural, desmovilizadoras porque el ciudadano ha visto el Parlamento europeo tan lejano, son ahora más importantes que nunca.

Después de que nos perdonaran la vida en 2010, cuando estuvimos al borde del rescate total, cuando el FMI y la Unión Europea obligaron a Zapatero a hacer los primeros ajustes, recomendados incluso por el propio Obama vía telefónica, ya hemos visto que nuestro destino depende de Europa mucho más de lo que imaginábamos. Tras los ajustes, el dinero prestado a la banca y la supervisión de la troika, los políticos deberían estar combatiendo el euroescepticismo trasnochado en vez de quedarse en el patio de casa que, como todo el mundo sabe, es particular. Pero no. El bipartidismo, a pesar de los rumores, se siente fuerte. El PP habla de economía porque los datos de la macro son buenos y eleva a la máxima potencia publicitaria la creación de empleo del pasado mes de abril. Y el PSOE tira de ideología. «O conservadores o progresistas», dicen los socialistas vascos, pasando por alto,lógicamente, las contradicciones que les van saliendo al paso.

El tuit del candidato socialista Martin Schulz, felicitando al Gobierno de Rajoy por haber concluido el programa de reformas en 18 meses, no es la mejor tarjeta de visita para la candidata española Elena Valenciano. Por muchos selfies que se haga junto al líder europeo. Ni los recortes anunciados por el Gobierno socialista francés suponen el mejor adorno para el cuadro de la campaña del PSOE, centrada en criticar la austeridad y las reformas, en ese discurso que traza una línea entre ricos y pobres.

Pero quienes tienen mayor dificultad para hacerse oír, como pretenden, son las minorías nacionalistas. De los 54 escaños que corresponden a España en un hemiciclo de 751 asientos, los dos partidos mayoritarios aglutinaran unos 40, según todas las encuestas. El resto, a repartir. Es decir: 14. Entre IU, UPyD, Coalición por Europa, Esquerra, EH Bildu, Ciudadanos y no adscritos.

El PNV va en la lista que comparte con CiU, gallegos y canarios. Una coalición que no encabeza Izaskun Bilbao (PNV), sino el convergente Ramon Tremosa. Una alianza que, después del desafío soberanista catalán, deja al PNV, que se ha esforzado estos meses en mantener su distancia respecto a Artur Mas, en una situación de delicado equilibrio. Le podrá arrastrar el debate, del que recientemente el lehendakari Urkullu ha dicho que conviene dejarlo aparcado. Pero, a pesar del impulso que puedan dar desde sus respectivas opciones tanto ERC como EH Bildu, las propuestas sobre la independencia sonarán como un eco en los paisajes de Europa.

Resultará inevitable que en Cataluña, donde los nacionalistas intransigentes ya no respetan ni al cantante Raimon por el simple hecho de haber dudado sobre la independencia, la interpretación de los resultados de estas elecciones europeas se realice en clave local porque, después del 25 de mayo, les espera un otoño con cita de referéndum ilegal, que elevará el grado de tensión en la disputa política. Pero lo que está suponiendo una dificultad añadida para los nacionalistas vascos es enfocar esta contienda en clave ‘casera’. El PNV lo está intentando. «O Izaskun (Bilbao) o Iturgaiz», anima desde el EBB Andoni Ortuzar. Pero no cuaja. La aportación vasca, en este hemiciclo europeo, es como una gota de agua en el océano. Ni siquiera supone un foco de desestabilización, hoy por hoy, como Cataluña.

De ahí que este enfoque tenga dificultades para movilizar el voto. No estamos ante unas elecciones legislativas. Ni ante unas autonómicas para elegir al Parlamento vasco. Ni unas municipales, tan cercanas porque elegimos a los alcaldes de nuestra localidades y en donde las disputas entre el PNV y EH Bildu, por ejemplo, tienen una proyección más directa. Estos dos partidos, que tienen unos votos muy fieles, se verán beneficiados si la abstención registra, como se teme, un alto porcentaje. Seguramente. Pero su capacidad de influencia en el Parlamento europeo es francamente limitada.