Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Vivimos sumidos en el barullo y cuanto más tiempo pasa, más nos enfangamos en él. Quien tuvo más votos en las pasadas elecciones no consigue formar gobierno porque no encuentra los apoyos necesarios. Quien quedó detrás en ellas los va a conseguir, a cambio de poner en almoneda al Estado tras desdecirse de todas sus afirmaciones anteriores e incumplir todas sus promesas y pactar con una banda que interpreta Free Jazz. Cederá en todo para ser presidente, sin importarle nada confundir y anteponer sus ambiciones personales con los intereses comunes. Y lo hará apoyado en una extravagante amalgama de partidos comunistas, populistas, independentistas de diverso pelaje y prófugos de la Justicia.
¿Hay alguna posibilidad de que entre tantos y tan diversos personajes encuentren un proyecto común para España? Será, seguro, ‘progresista’ o lo que eso quiera decir, pero ¿podrá ser ‘común’? No. En su partido nadie levanta la voz y quien se atreve a hacerlo es tachado de antigualla o expulsado. Pero, vistos los antecedentes, ¿cuántos de los 7.760.970 ciudadanos que eligieron su candidatura en las pasadas elecciones generales podrán aducir ahora ignorancia o sorprenderse por esta enloquecida deriva?
La mejor definición del PSOE actual la dio esta misma semana el exdiputado socialista que fue miembro del Consejo General Vasco, Ángel Garcia Ronda, cuando dijo que «el actual PSOE está ideológicamente desorientado, es orgánicamente dictatorial, éticamente desaprensivo, políticamente errático, constitucionalmente irrespetuoso y nacionalmente disgregador’. Amén.
Pero no solo hay barullo en la política. Si mira hacia la economía, el panorama no es muy diferente. Nadie sabe dónde estamos. Nadie sabe si vamos como una moto, como aseguran el tándem Sánchez-Calviño o al borde de una recesión como muestran muchos indicadores. El propio Banco de España nos dice que este año la cosa va bien, pero que los nubarrones ensombrecen el horizonte de 2024. Y, si acercamos más el foco y vamos a la política monetaria, veremos que en unos pocos días, el Banco Central Europeo sube los tipo o que la Reserva Federal americana los mantiene como estaban, al igual que el Banco de Inglaterra.
En esto tan importante de los tipos de interés hemos entrado en la fase de la cirugía de precisión. Los organismos reguladores suben los tipos, precisamente, para enfriar la economía y rebajar el entusiasmo de la demanda. Lo hacen plenamente conscientes de que eso contraerá el crecimiento. Pero, en los niveles de tipos en los que nos movemos, corren el riesgo de convertir el frío de una desaceleración necesaria en un letal ‘rigor mortis’.
¿Cuándo hay que detener las subidas? Cuando los precios hayan vuelto a la senda de la normalidad, porque la inflación es un cáncer del que no podemos desentendernos. ¿Cómo están los precios? Pues desgraciadamente todavía se mueven por niveles demasiado elevados, así que no podemos confiar en que el movimiento de subidas se haya detenido de manera definitiva. De hecho, Jerome Powell, presidente de la FED, lo dejó suficientemente claro el otro día cuando anunció que aún queda sufrimiento.
Pues en esas estamos, en medio de un barullo que desconcierta y lo peor es que no hay muchas razones para esperar que las cosas mejoren en el próximo futuro. En el plano político, pronto tendremos gobierno, o lo que sea, pero no será un gobierno pacífico ni estable. Con esos mimbres es imposible que lo sea. ¿Será duradero? Vaya usted a saber. Seguro que es divertido. Y en la economía podemos esperar un apaciguamiento de la política monetaria, pero no una vuelta a la laxitud.
Lo siento. Le aseguro que nada me gustaría más que decirle lo contrario. Pero no mate al mensajero, como hizo Tigranes el Grande, que, por cierto, era mucho menos simpático que usted.