Tonia Etxarri-El Correo

Habrá mesa para rato. Una vez al mes. Con honores propios de una negociación bilateral, presidida por Pedro Sánchez y Quim Torra ‘el inhabilitado’, sin mediador oficial y con un comunicado conjunto. La mesa de representantes del Gobierno de La Moncloa y de la Generalitat y socios se celebró como si se tratara de una interlocución entre «nuestro país» y «Cataluña». Como había dicho Pablo Iglesias antes de que le aquejara una oportuna amigdalitis que le impidió participar en el evento. Primer tanto para la ERC de Oriol Junqueras, que había exigido este foro como condición para apoyar la investidura de Sánchez.

Pero pueden alardear los gobernantes de los dos partidos de la Generalitat porque, a pesar de que Quim Torra está inhabilitado como diputado, ha conseguido la puesta en escena. Sánchez también gana en la imagen del diálogo como finalidad. Olvidándose de que antes que él hubo una ‘operación diálogo’ que protagonizaron Soraya Sáenz de Santamaría y Oriol Junqueras. Y fracasaron. Lo que importa es el contenido de ese diálogo. La sustitución del marco constitucional por la evanescente «seguridad jurídica» ya ha marcado la impronta del Gobierno de Sánchez. Los independentistas catalanes siguen exigiendo su ‘doble A’: autodeterminación y amnistía, sin conformarse, como viene siendo usual, con mayores cuotas de autogobierno y de financiación. Ellos están en otra galaxia a la que pretenden llevar al Gobierno de Pedro y Pablo.

La mesa que se constituyó ayer, al margen del Parlamento, sin representar a la mayoría de sensibilidades constitucionalistas catalanas y del resto de España, es el oropel. Porque la tarta tiene más enjundia y se cocinará entre el PSOE y la ERC de Junqueras, con Junts per Cat queriendo llevar el timón. Lo que se negocie en la trastienda de partidos se proyectará en esa mesa. ¿Un «gesto» para los presos del ‘procés’, como llegó a sugerir ayer el socialista Miquel Iceta? ¿Una reforma del Código Penal a la carta? Sería un despropósito que, en primer lugar, tendría que pasar por la mayoría de las Cortes.

Conviene llamar a las cosas por su nombre. La ‘p’ con la ‘a’, pa. Ni la mesa es «con Cataluña» ni de ese foro se pueden esperar cambios sustanciales sin contar con las fuerzas mayoritarias del Parlamento. Los cuatro años de Gobierno se le pueden hacer muy largos a la oposición pero para Sánchez, negociar con quienes se aferran a la vulneración de la ley, le puede suponer la hipoteca permanente de su presidencia.