Jon Juaristi, ABC, 26/6/2011
Martín Garitano, por ejemplo, no ha condenado a ETA, limitándose a observar que la violencia desaparecerá en la medida en que se satisfagan democrática y pacíficamente las demandas del pueblo vasco según la banda las define, vale decir socialismo e independencia, aunque concede que el proceso sea gradual.
A muchos les ha parecido signo de mal agüero la presencia de dirigentes de Batasuna entre los invitados a la toma de posesión del Diputado General de Guipúzcoa. Más ominoso se me antoja que Martín Garitano luzca el mismo arreglo capilar que acostumbra ostentar Txapote en sus comparecencias judiciales: breve mosca y patillas largas. Quizá sea una casualidad, pero hay hipótesis más económicas, como que compartan barbero o sigan ambos una misma consigna emanada de ya saben dónde. Veo complicada la conjetura del fígaro en el caso del alegre terrorista (y digo alegre porque el Tribunal Supremo le acaba de la notificar que no pasará entre rejas más de treinta años, aunque Txapote se huele que serán menos si Martín Garitano hace bien aquello para lo que le han puesto donde está). Quedan la casualidad y la consigna, juzguen ustedes.
La breve mosca —pomponcillo cano bajo el labio inferior— envía un mensaje. La izquierda abertzale siempre ha sido un estilo semiótico. En otro tiempo, testas rapadas y trencillas en lontananza bastaban para desalojar los autobuses urbanos. Eran mensajes no verbales que se descodificaban con facilidad en los bulevares de la sin par Donostia, antaño capital de España en los estíos monárquicos (y franquistas) y Meca hoy del separatismo vasco, a cuyo alcalde actual de Bildu no le quemarán el mobiliario urbano porque la kale-borroka ha alcanzado sus objetivos, que es una forma de decir que ETA los ha alcanzado. Por lo menos, en la medida suficiente para que la mosca del diputado General de Guipúzcoa y la de Txapote, de paso, puedan ser leídas como una promesa de paz a la manera del tinglado terrorista, o sea, que si se facilita democrática y pacíficamente el cumplimiento del programa de ETA, no hará falta que nadie, ni ETA ni el Estado, recurra a la violencia. Es una tautología estúpida, evidentemente, pero las tautologías estúpidas pasan por juicios sintéticos ante los que se han empeñado en sostener que algo estaba cambiando en la izquierda abertzale.
Lo curioso es que ésta no ha pretendido engañar a nadie. Martín Garitano, por ejemplo, no ha condenado a ETA, limitándose a observar que la violencia desaparecerá en la medida en que se satisfagan democrática y pacíficamente las demandas del pueblo vasco según la banda las define, vale decir socialismo e independencia, aunque concede que el proceso sea gradual. Comencemos por solucionar el asunto de los presos, ha dicho en su primer discurso como diputado General de Guipúzcoa. Y ha añadido, en silencio, el mensaje de su breve mosca: el anuncio tácito de la metamorfosis de ETA, de serpiente a mosca cojonera, que no desaparecerá, porque la Historia la ha puesto sobre la Ciudad como al tábano sobre el caballo, para ir arreando. El presidente Rodríguez nos consuela recordándonos que Bildu no tiene la mayoría absoluta. Su ministro de la Presidencia advierte, de un modo impersonal, que habrá que estar atento a lo que pase. En fin, podría haber sido peor, vienen a decirnos, y así, pasito a pasito y con la teoría del mal menor tan cara a don Alfredo Pérez Rubalcaba, se va liquidando la democracia española, que ya es en Guipúzcoa un cadáver sobre el que se abate un enjambre de moscas hambrientas.
Jon Juaristi, ABC, 26/6/2011