Juan Carlos Girauta-ABC

  • Todo lo que hacemos, excluyendo las necesidades fisiológicas, sucederá en el Metaverso

La conversión de Facebook, con casi tres mil millones de usuarios, en Meta Platforms es toda una declaración de intenciones. La propietaria de la citada red, de WhatsApp y de Instagram, centrará durante una década su trabajo e inversiones en la construcción y desarrollo del llamado Metaverso. Al mismo fin consagrarán sus recursos Intel y Microsoft. No es ninguna broma, dos de estas corporaciones tienen valores de capitalización que jamás se habían alcanzado en la historia. Son pues gigantes del capitalismo los que nos van a ‘crear un mundo’ paralelo. O quizás algo más: van a volver a crear el mundo, de modo que todo lo concebible, absolutamente todo, estará en sus manos. Suyos serán los algoritmos y los sesgos que los acompañan, cruciales en la erección y liquidación de valores. Suya es una cantidad de información de dimensión tal que habría sido inmanejable antes de los avances en el ‘big data’ y en la inteligencia artificial.

El mito de Frankenstein, la estremecedora intuición de la jovencísima Mary Shelley, suscita aún trascendentales interpretaciones porque nos explicaba la creación de un hombre. Nótese que a día de hoy ni siquiera se ha podido crear vida -ínfima, básica, una protocélula- en un laboratorio. Pero la novela ‘Frankenstein’ o el ‘moderno Prometeo’ tocaba las fibras últimas compartidas por la filosofía, la ciencia dura, la teología. Mary Shelley, sabiéndolo o no, bebía del homúnculo de Paracelso. Y antes, del ‘golem’. Y antes, de la creación de Pandora, la primera mujer, por Hefesto. Con arcilla.

Cabía un proyecto más ambicioso que nadie se había planteado, algo que realmente igualaría con Dios a quien lo lograra: crear el mundo. En realidad, fabricar un hombre desde la nada era solo una parte de la Creación. Pero si nadie se lo había planteado es porque los medios para hacer tal cosa parecían simplemente inconcebibles, y además existía una forma rápida de escapar a otro mundo eludiendo el real, que era la droga. Inmediatamente efectiva en manos especializadas, las revelaciones de los famosos misterios eleusinos parecen haberse limitado a las visiones que proporciona el cornezuelo. Mezclando convenientemente la exacta dosis del hongo con harina y menta.

Un universo interior provisional ha estado siempre a nuestra disposición. Aunque los riesgos son excesivos para el hombre común que quiera viajar un rato, quienes hemos necesitado alguna vez morfina conocemos la ataraxia. Lo que viene es diferente. Todo lo que hacemos, excluyendo las necesidades fisiológicas, sucederá en el Metaverso bajo la autoridad máxima de los dueños de sus leyes naturales y sociales: tipos como Mark Zuckerberg. Esto solo le parecerá imposible al que no se tome la molestia de recordar cómo era la vida hace cuarenta años y compare. O al que ignore la inapelable sentencia de Arthur C. Clarke: «Cualquier tecnología lo bastante avanzada es indistinguible de la magia».