ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 14/12/15
· Los implicados en una carrera electoral conocen el poder del miedo y lo esparcen sin recato, con la intención de matar el voto al adversario.
Poderoso caballero es don dinero y más poderoso aun don miedo, guardián de viñas y votos. De cuantas motivaciones impulsan nuestra conducta el miedo es sin duda la más potente, excepción hecha de personalidades tan valientes, indoblegables y audaces como escasas. Miedo al sufrimiento, al dolor, a la pérdida. Miedo a lo desconocido, a lo diferente percibido casi siempre como una amenaza. Miedo a la aventura, a la iniciativa necesariamente preñada de riesgo. Miedo al miedo mismo, a la noche que tal vez se perpetúe sin que amanezca un mañana.
El ser humano es conservador por naturaleza y tiende a lo largo de su vida a consolidar esa actitud como mecanismo de autoprotección. A mayor edad, mayor temor y menor disposición a hacerle frente. El miedo nos preserva, nos conserva, nos mantiene seguros en un mundo plagado de peligros, aunque sea a costa de paralizarnos. A menudo a costa de paralizarnos e impedirnos descubrir lo que podría haber sido.
Los expertos en demoscopia, políticos, sociólogos y demás gentes implicadas en una carrera electoral conocen en profundidad el poder del miedo y lo utilizan sin recato, alternando esa agitación de fantasmas con su variante intimidatoria aplicada a discrepantes señalados. Unos más que otros, es cierto, a ambos lados del espectro. Miedo al terrorismo y sus posibles represalias por alinearnos claramente contra a él (como si los terroristas necesitaran motivos para exhibir su barbarie asesina). Miedo a sufrir un linchamiento público en caso de significarse en defensa de un determinado planteamiento, infundido a base de linchar. Miedo a la muerte civil. Miedo a perder el puesto de trabajo o a no encontrarlo. Miedo a ver rebajada la pensión y afrontar los últimos años sin los recursos devengados a lo largo de toda una vida. Miedo a la juventud. Miedo al cambio.
También en el caso del miedo triunfa el eufemismo entronizado últimamente en esta España que llama a la autodeterminación «derecho a decidir», al aborto, «interrupción voluntaria del embarazo», a la negociación con una banda criminal, «proceso de paz» y a la sedición, «proceso» o «procés» a secas. Al miedo unos se refieren como «prudencia», otros como «sensatez» y los más desvergonzados como «advertencia», ocultando su verdadera intención de matar el voto al adversario esparciendo ese veneno letal.
Y es que el miedo incapacita en la misma medida en que protege. O más. El miedo siembra conformismo, se nutre de la cobardía que a su vez alimenta, es fuente de resignación y enemigo del espíritu crítico, choca de frente con la libertad, levanta muros de sumisión servil ante ese imperativo moral del raciocinio que es la independencia de criterio, impide al hombre y a la mujer avanzar, crecer, progresar.
El miedo nos empequeñece el alma, nos confina en lo más hondo de la cueva oscura, nos hace vulnerables a la coacción de quienes carecen de barreras éticas y están dispuestos a recurrir a la violencia en cualquiera de sus manifestaciones con tal de imponer su religión o su ideología, nos envilece lentamente para acabar sometiéndonos.
El miedo es un jinete negro en lucha constante con la esperanza, única emoción armada de fuerza y valor suficientes para llevarlo a la derrota.
ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 14/12/15