FERNANDO SAVATER-EL PAÏS

  • No me extrañan los escraches violentos contra Vox en la campaña catalana. Esos modos fascistas contra los supuestos ‘feixistes’ preceden al ‘procés’

En los años de plomo del terrorismo etarra, con atentados diarios, solía viajar por España dando charlas y agradecía escaparme unas horas del País Vasco. Pero me asombraba encontrar en pacíficos lugares lejanos del euskomanicomio gente que añoraba la supuesta eficacia de la banda asesina: “Si tuviésemos una ETA aquí, ya nos habrían puesto el semáforo ese en la nacional…”. La violencia antisocial como varita mágica para convertir las calabazas regionales en carrozas y los ratones paletos en briosos corceles. Cuando me repuse del escándalo ante los insensatos, comprendí que desde cierto punto de vista tenían razón. Contar con una mafia al servicio del caciquismo mostrenco presenta la ventaja de poder prescindir de trámites, antesalas y argumentaciones complicadas cuando se exige algo del Estado. Para llevarse el gato del privilegio al agua no hace falta buscar buenas razones ni ser apoyado por la mayoría, basta con ser más brutos.

No me extrañan los escraches violentos contra Vox en la campaña catalana. Esos modos fascistas contra los supuestos feixistes preceden al procés. Yo sufrí uno hace diez años o más en la Universidad de Barcelona, en presencia del rector (que me regañó por provocar a los agresores) y donde magullaron a uno de mis escoltas. Fue en la presentación de las obras de Giordano Bruno editadas por mi amigo Nuccio Ordine, quien se asombró de tanta malquerencia de los estudiantes catalanes contra el herético autor de la premonitoria Spaccio de la Bestia Trionfante. También padecieron igual trato otros compañeros de Basta Ya, todos considerados feixistes por arriesgar su vida contra ETA. Sigue rodando la misma bola. En un mitin de ERC, la runaway bride Marta Rovira presentó a Otegi como “alguien del que tenemos mucho que aprender”. Tranquila, mujer: ya lo habéis aprendido.