Minimalismo franciscano

Al revés que casi todo el mundo, yo confío mucho en las dotes para administrar mis intereses de la ministra de Ciencia e Innovación, que ha hecho un patrimonio de cinco millones de euros. O en las del popular Cotino, que tiene dos millones de euros. Sólo cabe exigirles transprencia. ¿Cómo van a ser buenos gobernantes gentes con ahorros de mileuristas?

Cada tiempo tiene su afán y al presente le corresponde una estética de la modestia, un minimalismo franciscano, lejos ya del barroco y los excesos cromáticos que acompañaron la España de los pelotazos y que acabaron con algunos de sus más rutilantes protagonistas en la cárcel.

El Boletín Oficial de las Cortes Valencianas ha hecho públicos los patrimonios de los diputados autonómicos y los datos llevan a sorpresa en algunos casos. Un suponer, en el del presidente Camps. En esta columna se había pedido, con modestia, pero con firmeza, la dimisión del president. No tanto por el asunto de los trajes, que parecía de poca relevancia, sino por no tener las amistades adecuadas, por la privanza de que gozaba con él un sujeto implicado en una trama de corrupción, según revelaron despiadadamente las grabaciones de sus llamadas telefónicas.

Y ahora resulta que su patrimonio se reduce a una cuenta con 900 euros, otra que comparte con su mujer, en la que hay 1.389 euros y un piso cuyo valor catastral no llega a los 120.000, amén de un coche matriculado hace 15 años. Vistas así las cosas, hasta sería comprensible que se dejara agasajar por su amigo Álvaro Pérez: esta ronda de trajes la pago yo. El estado de necesidad como eximente.

Algo parecido le pasa a la alcaldesa de Valencia. Tiene más ahorros, casi 300.000 euros, pero carece de vivienda propia y su coche tiene más de 20 años. Así, a ojo, no parece que los populares valencianos sean muy partidarios del Plan Prever. Tampoco se entiende que un particular, a la hora de acceder a un cargo público con parque móvil, no venda el vehículo propio. Si no se va a necesitar en cuatro años, es mejor venderlo. No hay nada que se deprecie a tanta velocidad como un coche, salvo la quincalla informática.

Hace cuatro meses nos enteramos de que el gran Manolo Chaves, después de toda una vida en la pomada, cuatro años de ministro y 20 de presidente andaluz, declara unos ahorros de 21.638 euros, una vivienda con valor catastral de 40.181, plaza de garaje y coche. ¿Para qué querrá coche propio un señor que no se ha bajado del oficial desde 1986? Misterio. Tal vez para asuntos propios, pero no tiene sentido, una vez aceptada la regla de que el presidente es presidente las 24 horas del día y puede usar el Falcon para lo que le pete.

¿Cómo es posible que el patrimonio de toda una vida no alcance una anualidad de su salario? Se lo gastó en los hijos, explicó, y eso está muy bien porque revela en él a un ejemplar paterfamilias, por más que quieran sacarle punta a la subvención que dio a la empresa apoderada por su hija Paula, ya bendecida por el Tribunal Supremo.

No tengo nada contra el arte povera, pero se impone una mínima cautela. Al revés que casi todo el mundo, yo confío mucho en las dotes para administrar mis intereses de la ministra de Ciencia e Innovación, que ha hecho un patrimonio de cinco millones de euros. O en las del popular Cotino, que tiene dos millones de euros. Sólo cabe exigirles transprencia. ¿Cómo van a ser buenos gobernantes gentes que se caen de maduras y tienen una cartilla de ahorros que parece de mileuristas?

Santiago González, EL MUNDO, 24/2/2010