SANTIAGO GONZÁLEZ-EL MUNDO

Ha sido una tormenta en un vaso de agua. Tal vez no eligió Cayetana Álvarez de Toledo el mejor momento para hacer una crítica a la gestión del PP vasco, al señalar que la tibieza mostrada a veces hacia el nacionalismo no había dado buenos resultados.

Le cayó la mundial. Un tal Antón Damborenea le ha aclarado que «quien no conoce la Constitución ni la historia no puede ser portavoz del PP». Damborenea, licenciado en Derecho por Deusto, le hace ese reproche a una doctora en Historia por la Universidad de Oxford, a quien apadrinó sir John Elliott, el más ilustre hispanista vivo. Tampoco estuvo mal Alfonso Alonso al bromear con la presunta condición argentina de la portavoz, al igual que lo había hecho en la tribuna del Congreso la portentosa Laura Borràs y en Twitter un adepto de Anasagasti, Aitor S-A.

Siempre he creído que en política no hay verdades eternas ni prestigios a salvo de todo contratiempo. Uno, por ejemplo, es un admirador del comportamiento de Santiago Carrillo en la transición. Y el de Fraga. La transición que estamos enterrando tan gozosamente no habría llegado a nacer sin ellos. Pero no tengo entusiasmo alguno por el Carrillo de noviembre del 36, pongamos que hablo de Paracuellos del Jarama.

Con el PP vasco hay de todo: Borja Sémper defendía que «el futuro de la sociedad vasca se tiene que construir también con Bildu», lo que no producía temblor de piernas al senador vasco por Segovia, Javier Maroto. Sémper era más rotundo calificando el discurso de UPyD, «incendiario, populista y demagogo» pese a que fue Gorka Maneiro el único parlamentario vasco que protestó cuando Hasier Arraiz llamó «fascista» a Borja Sémper.

Sin embargo, Sémper estuvo a la altura de las circunstancias al organizar junto a sus compañeros el comité de rechazo a los ongi etorris, los festejos de bienvenida a los terroristas excarcelados. Es indudable que el PP ha cambiado desde los tiempos de María San Gil. Tras el asesinato de Gregorio Ordóñez, un puñado de jóvenes dieron un paso adelante para afiliarse al PP. Fueron Sémper, Arantza Quiroga, Santiago Abascal, Ramón Gómez y Vanessa Vélez, entre otros. Pero una crítica de Consuelo Ordóñez recibió una respuesta tan acre o más que la de Cayetana. «Sólo desde la mezquindad y el interés político miserable se puede poner en duda la trayectoria del PP vasco», dijo Arantza Quiroga, con frase que después tuiteó Oyarzábal. La dirección del PP vasco no asistió al acto en homenaje a Gregorio Ordóñez. «Venían con billete de vuelta para Madrid», dijo la presidenta con expresión muy mejorable.

Estas cosas pasan factura. En las elecciones municipales de 1995, el PP fue el partido más votado en San Sebastián, con el 24,33%. En las elecciones locales de 2019 se quedaron en 10,76%. ¿Fue el impacto emocional del asesinato de Ordóñez? Puede, pero no solo. En las europeas de 2004 habían alcanzado el 26,74%. En las del 26 de mayo de 2019, el 8,06%. En las cuatro últimas elecciones autonómicas pasaron del 17,4% en 2005 y 18,53% en 2009 al 11,59% en 2012 y al 10,11% en 2016. Es significativo que una parte importante de aquellos votantes populares votan hoy al PNV. La vida es un fenómeno complejo.