Minoría absoluta

IGNACIO CAMACHO, ABC – 22/11/14

· El de UPyD y Ciudadanos es un desencuentro narcisista. Dos partiditos defendiendo sus escuálidos minifundios políticos.

Un bloque electoral de UPyD y Ciudadanos podría alcanzar masa crítica suficiente para formar una mayoría de gobierno con el PP o el PSOE y alejar la tentación rupturista de Podemos arrastrando a uno de los dos grandes partidos a una alianza de reformismo moderado. Pero no hay modo de que se pongan de acuerdo en lo que están de acuerdo sus potenciales votantes. Prefieren reprocharse diferencias y autoafirmarse en sus pequeñas certezas con un dogmatismo cerrado y narcisista en el que es inútil buscar desde fuera culpables. Lo son las dos cúpulas empeñadas en resaltar lo que les separa en vez de avanzar en lo que les une, que es bastante más.

Repiten con ceñuda seriedad la manida broma de los frentes palestinos de «La vida de Brian», más pendientes de sus rencillas que de hacer frente a los romanos. Empieza a dar grima este absurdo toma y daca de mutuos afeamientos y esta irracional obstinación en la defensa de sus minifundios políticos.

Carece de sentido señalar responsabilidades del desencuentro porque son compartidas y hasta recíprocas. Rosa Díez y su aparato defienden con celo la enteca estructura que han construido y blasonan de no tener en sus filas ningún imputado aunque tampoco cuenten con muchos diputados. Albert Rivera sabe que su frescura casi juvenil tiene más garra popular y mediática. La una teme por su liderazgo y el otro sueña con merendárselo en unas primarias.

A partir de ese choque de egos buscan coartadas para disimular el afán de tomar por adversario a quien debería ser su colega. Si tuviesen voluntad cierta de acercamiento orillarían las diminutas divergencias –más bien matices– de metodología y de concepto, pero ambos confían en que el otro se acabará estrellando sin entender que son los dos quienes van a acabar condenados a la irrelevancia. Juntos crecerían exponencialmente en un sistema electoral que prima el peso específico y penaliza la fragmentación. Se trata de un caso de obcecación que avala la visión pesimista de la política: dos organizaciones regeneracionistas enfrascadas en una rivalidad insensata y ensimismada a despecho del criterio de quienes desean votarlas.

Porque los perjudicados de esta desavenencia son los ciudadanos que aspiran a encontrar una opción tercerista templada sin entregarse al populismo demagógico y colectivista. Los decepcionados del bipartidismo tradicional que buscan una alternativa de reforma respetuosa con el sistema y sus instituciones. La van a tener, pero dividida y por tanto menos fuerte y menos práctica, testimonial y encima trufada de personalismos. Los militantes y cuadros dirigentes de los dos partiditos estarán contentos porque separados van a tener menos competencia para lucir sus endogámicos e inmaculados ombligos en orgullosas candidaturas con mucha pureza de principios. Condenadas, eso sí, a la escuálida intrascendencia de la minoría absoluta.

IGNACIO CAMACHO, ABC – 22/11/14