Miserias de la ideología

J. M. RUIZ SOROA, EL CORREO 28/09/13

José María Ruiz Soroa
José María Ruiz Soroa

· Está de moda el debate entre la sanidad pública y privada, planteadas como opciones absolutamente excluyentes y contradictorias, y dotadas de una carga ideológica tan fuerte que no permite atender a razones más sosegadas y argumentos más pragmáticos a favor de su coexistencia, que los hay y muchos.

Cuando se escucha reclamar que todos, del rey para abajo (nunca más a cuento el dicho), deberían utilizar la sanidad pública, se me ocurre una duda terrible: ¿pero no es cierto que nuestro sistema de salud público se sostiene gracias a la existencia de los sistemas privados de sanidad? ¿Que si éstos desaparecieran, la sanidad pública se hundiría de inmediato? El argumento que hay detrás de esta afirmación es sencillo: en España existen unos cuantos millones de contratos de seguro sanitario privado, es decir, que un porcentaje muy relevante de pacientes españoles se paga su propia sanidad y no usa (o usa sólo a veces) la sanidad pública. Pero, y esto es lo relevante, todos esos ciudadanos contribuyen con sus impuestos a sostener la sanidad pública, que se financia con cargo al presupuesto. Por tanto, si mañana desaparecieran los sistemas de salud privados, varios millones de nuevos usuarios caerían de golpe sobre los servicios públicos y los colapsarían de inmediato. O eso parece. Porque los servicios públicos no recibirían ni un euro más de financiación por esa masa de millones de nuevos usuarios, que ya están ahora mismo financiando esos servicios. Tendrían que atender a muchos más pacientes con los mismos recursos financieros y materiales que tienen hoy.

En este sentido, y aunque el asunto es infinitamente más complejo, puede decirse que la sanidad privada hace posible la pública, porque sirve de válvula de escape para sus insuficiencias. Convendría que lo pensaran quienes claman contra ella. «Todos a la pública» es un llamamiento cargado de ideología y, por ello, muy atractivo. Pero implicaría de hecho: «y se acabó la pública».

En la enseñanza pasa algo muy parecido: la red privada es capaz de educar con la misma calidad que la pública pero con la mitad de coste por alumno, esto es un hecho. Transferir a todos los alumnos a la red pública dispararía los costes presupuestarios muy por encima de la aportación suplementaria que recibiría. Al Estado le cuesta ‘x’ educar a un alumno en la pública, y ‘50%x’ en la privada. Por eso no caben transvases inmediatos.

Cuando en un alarde de sectarismo ideológico la 2ª República prohibió la educación a las órdenes religiosas, el país se levantó al día siguiente con una realidad inevitable: que el Estado no tenía medios materiales y humanos para hacerse cargo en su totalidad de la enseñanza media, hasta entonces regentada mayoritariamente por religiosos. Con lo que se hizo la vista gorda y se toleró lo que no se podía resolver. No se cambió nada, pero se abrió una grieta ideológica en la sociedad. ¡Miserias de la ideología!

J. M. RUIZ SOROA, EL CORREO 28/09/13