Tonia Etxarri-El Correo

Núñez Feijóo tomó ayer la iniciativa pero llega tarde en su misión imposible de concertar un acuerdo con Pedro Sánchez para lograr una legislatura estable. No es solo que entre los dos líderes haya un abismo porque ya no queda nada en el sanchismo de lo que fue aquel PSOE con sentido de Estado al que sí le importaba de qué socios podía depender la gobernabilidad del país y descartaba pactar con quienes desafiaban el orden constitucional. Se trata de preferencias. Las de Sánchez van orientadas a los independentistas y empiezan a dar sus frutos porque Puigdemont ya va dando pasos en plena negociación sobre la amnistía. Acaba de desactivar su Parlamento paralelo que no ha durado ni dos años. Un gesto como señal de que la negociación con La Moncloa en funciones podría llegar a buen término si no fuera por las dificultades que conllevaría la celebración de un referéndum de autodeterminación. Pero la amnistía va dando pasos. Esa concesión que volverá a dividir a los ciudadanos, a juristas de todo el arco profesional, a la sociedad en dos bandos en definitiva, tal como está quedando el panorama en nuestro país en los últimos cinco años.

Feijóo le dijo a Sánchez que se comprometía a convocar elecciones en dos años si éste le permitía gobernar, como partido más votado, a la vez que le ofrecía seis pactos de Estado para la regeneración democrática. Una propuesta seria que garantice la igualdad entre todos los ciudadanos españoles. Con el objetivo de desactivar a los partidos minoritarios independentistas. Y a Sánchez por poco le dio la risa. Los socialistas ya habían estado caldeando el ambiente con frases enlatadas de desprecio hacia Feijóo, horas antes de la reunión. Así es que ‘no es no’. A la derecha, ni agua. El diálogo se reserva para la extrema izquierda, populistas, secesionistas y Bildu, que siempre merece un capítulo aparte.

En su primer encuentro mano a mano tras casi 11 meses, se pudo constatar que los dos hablaban lenguajes diferentes. La amnistía y el referéndum de autodeterminación son «inasumibles» para el PP mientras que, para Sánchez, se están convirtiendo en una moneda de cambio como otra cualquiera. Con la ayuda de juristas que le den la vuelta a los términos, con un trámite parlamentario que pase por encima de debates y dictámenes y, finalmente, con un ‘cepillado’ en el Tribunal Constitucional que preside Cándido Conde Pumpido, todo será más sencillo de lo que auguran los más puros guardianes de la Constitución.

El presidente en funciones volvió a reclamar el desbloqueo del Consejo General del Poder Judicial. Como el cambalache del borrado del delito de sedición y la rebaja de la malversación ya está hecho, Feijóo dice estar dispuesto a cerrar el acuerdo siempre que se blinde la independencia del órgano de los jueces. Es decir: seguir el mandato de la Unión Europea con la elección de los jueces por sus pares y no por los partidos políticos del Congreso.

Vaya paradoja. Los socialistas, dispuestos a diseñar la legislatura a medida de los partidos que se muestran contrarios a la convivencia constitucional, son los que acusan al PP de incumplir la Carta Magna. No hay remedio. Feijóo insiste en que nunca llegará al Gobierno sin defender la igualdad de todos los españoles. Ayer habló con el lehendakari Urkullu. Pero los que defienden lo contrario le han tomado la delantera. Todos pendientes del resultado de ese mercadeo. «Una aberración», según la eurodiputada Maite Pagazaurtundúa.