Alberto Ayala, EL CORREO, 20/7/12
Los recortes amenazan con llevarse por delante en las urnas parte del esfuerzo político realizado por Basagoiti
El reto no es sencillo. Muchos pensarán directamente que se trata de una misión imposible. Yo, por aquello de la prudencia, prefiero hablar por ahora de improbable. Antonio Basagoiti fue presentado ayer oficialmente como candidato a lehendakari por el Par tido Popular. Su objetivo real, sobra decirlo, no es alcanzar Ajuria Enea sino lograr un buen resultado que le permita ser determinante en el juego de pactos postelectorales. ¡Casi nada con la que está cayendo gracias a la dieta de adelgazamiento que nos ha impuesto Mariano Rajoy a golpe de improvisación empujado, eso sí, por Europa y los mercados!
Con este cuadro de situación; cuando vemos que medida tras medida, ajuste tras ajuste, no surten ningún efecto, al contrario; cuando observamos cómo el descontento ciudadano sube decibelios según pasan las horas, hay que admitir que resulta difícil encontrar un hueco adecuado en la agenda política para intentar rentabilizar un acto como el de ayer. Pero aun así, es complicado aunar tantas circunstancias adversas. Y es que Basagoiti fue nominado mientras su partido imponía en solitario en el Congreso el mayor recorte de nuestra historia –esta vez sin aplausos–, cuando la rentabilidad del bono español a diez años cruzaba otra línea roja, la del 7%, y al tiempo que ELA y LAB convocaban una huelga general contra el supertijeretazo para el 26 de septiembre.
Basagoiti y el PP vasco han realizado en los últimos años un importante esfuerzo político. Los populares tuvieron la generosidad de aupar a su gran adversario nacional, a los socialistas, a Ajuria Enea a cambio de casi nada –no lograron ni la contraprestación del poder en Álava– con tal de traer un nuevo tiempo a la política vasca y contribuir a la derrota de ETA, como así ha sido. Luego desterraron extremismos y pasados aislamientos para protagonizar un viaje al centro, estación de parada en el PNV incluida, que les ha colocado como un interlocutor más en la vida pública vasca.
Pero el fin de ETA, el crecimiento de la UPyD de Rosa Díez, la fortísima presión de buena parte de la derecha mediática madrileña –que les ayudó la anterior legislatura en el desgaste del PSOE de Zapatero– y sobre todo la crisis hace ya semanas que marcaron un punto de inflexión. Obligados a respaldar a Mariano Rajoy y su tijera, forzados a no dar saltos demasiado grandes en materia de pacificación y normalización que suenen mal a oídos de las víctimas y con el rabillo del ojo puesto en una Rosa Díez con más habilidad que escrúpulos, Basagoiti y el PP llegan a jugar la partida electoral vasca con unas cartas no demasiado buenas.
Si la crisis no remite, lo que parece altamente improbable. Si algunos de quienes la han originado, singularmente político-banqueros, no empiezan a desfilar por los palacios de Justicia. Si el PNV y EH Bildu mantienen en un previsible segundo plano su apuesta soberanista para centrarse en la crisis, los populares tienen unos condimentos demasiado limitados para preparar un guiso que resulte atractivo a un electorado que, de natural, tiende a castigar a quien le corta derechos y poder adquisitivo. Y como prueba, la sorprendente recuperación socialista de última hora en los comicios andaluces que impidió la alternancia política en la región que el PP daba por hecha.
Si tras la cita electoral vasca, el Partido Popular no cuenta porque sus números resultan irrelevantes (y lo serán si baja demasiado de los 13 escaños actuales) el futuro inmediato será de todo menos agradable para Antonio Basagoiti. Por el contrario, si salva los muebles, sólo si los salva, se habrá apuntado un éxito sin paliativos.
Alberto Ayala, EL CORREO, 20/7/12