Mojigatería

Maite Pagazaurtundua, EL CORREO, 9/4/12

Es un secreto a voces que el mundo de la vieja y nueva Eta-batasuna trabajó a conciencia las influencias y complicidades con numerosos agentes sociales y periodísticos para conseguir un estado de cosas favorable a la legalización de Bildu. ¡Ay! Las palabras dulces y beatas que han inventado para la neolengua de la Euskadi en paz adornan la naturaleza de su pasado. ¡Ay! Tapan su orgullo por la eficacia política del sistema para coaccionar y doblegar las conciencias de los que no pensaban como ellos durante décadas. ¡Ay! Ya vale de recordar el asesinato de hombres, mujeres y niños. Es el momento de seguir la neblina dulce y ver esos ojos que nos miran y esas bocas que nos cuentan los secretitos de los siguientes y generosos avances hacia los nuevos y felices tiempos que nos esperan si aceptamos la impunidad. El género de los secretitos lo han trabajado excitando la codicia de los numerosos agentes sociales y periodísticos de forma muy rentable a sus intereses políticos. Pero, ¡Ay! El exceso de azúcar los ha convertido en verdaderas princesas de cuento. En el cuento el príncipe, de natural maniático, quería casarse con una princesa de verdad. Sabino Arana quería casarse con una muchacha de pura sangre vasca, pero esa es otra historia ejemplar. El príncipe, ya saben, sospechaba de las potenciales candidatas y no se decidía. Así fue hasta que una tarde de tormenta llamaron a la puerta de palacio y una chica chorreando afirmó ser una princesa verdadera. La madre del príncipe ideó la manera de comprobar el linaje de la joven. Colocó, pues, un guisante bajo veinte colchones y edredones. No sabemos cómo subió hasta la cama la que se decía princesa. A la mañana siguiente la reina y madre le preguntó qué tal había descansado. «Fatal» debió de decir la joven, por el efecto del guisante, ya entienden. Y colorín colorado, aquel encaste real de neuróticos mimados pudo perfeccionar la selección de la especie. ¡Ay! Penas y dolores afligen a los que cuentan los secretitos fuera de los focos tomando café, porque los asesinos múltiples no pueden computar la reducción de condenas como si solo tuvieran una. Qué dolor, qué dolor y qué pena por los asesinos múltiples que no han pensado nunca en condenar ese matar una vez tras otra. Pues bien, ya ocurre que nos cuentan con pelos y señales la fatiga de nuestras princesitas y sus puntos de vista en bonitos y cariñosos reportajes en los que no aparecen los nombres de los asesinos a los que defienden, pero sobre todo, no aparecen las historias de los asesinados y sus entornos devastados. Y es que no hay que incomodarles. Ni un guisante mediático, oigan. ¡Ay!

Maite Pagazaurtundua, EL CORREO, 9/4/12