EL MUNDO

· En la percepción independentista de los Mossos d’Esquadra –esencialmente en el relato de lo acontecido en Barcelona y Cambrils– hay más fachadosidad que otra cosa. Al final, la actuación de los agentes de base queda oculta por esa apariencia estatal que la Generalitat pretende ofrecer a los medios internacionales.

La Hermandad de los Antiguos Caballeros Legionarios en Barcelona está justo enfrente de una comisaría de los Mossos d’Esquadra. «Vienen mucho por aquí. A veces cuando se manifiestan contra nosotros para que nos desalojen, los antidisturbios vienen después a tomarse algo. Hay bastantes legionarios en los Mossos. Incluso alguno de alta graduación», dice José Luis, uno de los 300 miembros de la hermandad.

En Andanzas y visiones españolas Miguel de Unamuno diserta sobre la tendencia del catalanismo a sacrificar «la realidad a la apariencia y la solidez a la brillantez». Alude el escritor a la «fachendosidad [la vanidad]» de los catalanes (de algunos) pero sobre todo a su «fachadosidad», de fachada, no de facha.

En la percepción independentista de los Mossos d’Esquadra –esencialmente en el relato de lo acontecido en Barcelona y Cambrils– hay más fachadosidad que otra cosa. Al final, la actuación de los agentes de base queda oculta por esa apariencia estatal que la Generalitat pretende ofrecer a los medios internacionales.

Las comparecencias del major Josep Lluís Trapero junto al multilingüe presidente Puigdemont no sólo ofrecía los últimos datos de la respuesta policial a los atentados, sino también hacía olvidar posibles errores previos: las posibilidad de que tras la explosión de Alcanar los Mossos se hubiesen percatado de que en la casa okupada se estaba preparando un ataque terrorista o la falta de reacción ante las advertencias belgas sobre el imam.

INCÓGNITAS

A estas horas, por ejemplo, no hay una reconstrucción precisa de la secuencia de los hechos en Cambrils. Y la Generalitat y los Mossos parecen no tener interés en ofrecer detalle alguno a los medios. Ni siquiera se reconoce que el agente que abatió a cuatro terroristas en Cambrils se había formado precisamente en la Legión. A nadie extraña. El nacionalismo lleva años tratando de construir su enésima fachada [siguiendo a Unamuno]. Puigdemont quiere presentar a los mossos como un cuerpo homogéneo suficientemente preparado para ejercer con todas las garantías como fuerza de seguridad de una Cataluña independiente. Y en la tragedia está la casualidad.

La actuación del president y Trapero (probable sustituto de Guardiola como icono del nacionalismo) tras el atentado –el afán de protagonismo en la gestión del atentado– parece consumar otro paso en esa politización de los Mossos que comenzó con la sustitución de Jordi Jané y Albert Batlle [«dos personas con las que al menos se podía hablar», según la oposición en el Parlament], conseller de Interior y director de los Mossos, por Joaquim Forn y Pere Soler, adscritos al independentismo más radical.

Alguno incluso se refiere al major. En 2016, los asistentes al acto central del día de les Esquadres se quedaron sorprendidos por el discurso de Trapero, que no dudó en trasladar su «lealtad inquebrantable» al president Puigdemont.

La pretensión nacionalista, sin embargo, no refleja la realidad de los 17.000 miembros que conforman los Mossos. Como indicaba el caballero legionario, se trata de un cuerpo muy diverso, tanto como la sociedad catalana, en el que el nacionalismo, por ejemplo, se impone entre los agentes destinados en los cuarteles de Gerona, pero no entre los que patrullan en Barcelona. Otro factor importante es la procedencia profesional de los mossos. No solo hay antiguos integrantes del ejército, sino también agentes de la Policía Nacional y, por supuesto, miembros de la Guardia Civil.

De hecho, fuentes de Interior apuntan que cuando se crearon los mossos en 1983 más de la mitad provenía de este cuerpo. También habría que contabilizar a los que se han ido integrando después de que la Generalitat haya asumido competencias en diferentes ámbitos. «Hay muchos que vienen de tráfico», explican.

La españolidad de los Mossos levanta suspicacias. En diciembre de 2016, Miquel Sellarès, el primer director general de la historia reciente del cuerpo, afirmó que el «Estado español está superinfiltrado» dentro de los Mossos.

Tras los atentados, la pregunta no es sólo lo que harán los Mossos en el supuesto de que se celebre el referéndum ilegal el próximo 1 de octubre, sino si se identifican con las ambiciones de suficiencia de Puigdemont frente a la posibilidad de que la falta de coordinación con el resto de fuerzas policiales de España lastre el desempeño del cuerpo autonómico ante futuros atentados terroristas.

Este año se han convocado 500 plazas para los Mossos d’Esquadra, la primera oposición desde 2011. La Generalitat tuvo que lidiar con las lógicas reticencias del Ministerio de Hacienda respecto al aumento del gasto… El Estado desembolsa aproximadamente el 80% de los fondos destinados a sufragar la policía autonómica catalana. Y es la Generalitat la que añade al sueldo base ciertos complementos a través de la Consellería de Interior que este año cuenta con un presupuesto de 1.348 millones. Un mosso que acaba de empezar gana 35.000 euros anuales. El sueldo del major Trapero, según las tablas salariales, asciende a los 89.000. En cualquier caso es más que lo que reciben policías y guardia civiles.

«Pero el dinero a veces no compensa», dice un policía nacional reconvertido en mosso. «En 2008 se celebró un oposición especial para que los integrantes de los diferentes cuerpos pudieran ser mossos tras un curso de cinco semanas. De las 200 plazas ofertadas apenas se presentaron unos 20…. Dos de ellos ya se han vuelto a la Guardia Civil. Y esto cada vez es más habitual. Hay mossos que quieren volver a los cuerpos de seguridad estatales pese a que ganarían menos. Los mandos de los Mossos están muy politizados y a los agentes, incluso a los independentistas, nos gusta cumplir la ley. Hay demasiadas presiones y quieren que nos involucremos en el procés».

Como es lógico, este tipo de tensiones priva al cuerpo de seguridad autonómico de contar con agentes con más experiencia. «A los Mossos cada vez accede gente con menos vocación por la seguridad pública. A menudo se trata de candidatos con carrera que no encuentra trabajo en lo suyo. Entre los cursos, los exámenes, los nueves meses en el ISPC (Institut de Seguretat Pública de Catalunya, en Mollet del Vallès), las prácticas… se tardan al menos dos años y medio en tener un agente eficaz», explica otro mosso que también prefiere permanecer en el anonimato.

Es de suponer que también sea disuasorio el nivel C de catalán requerido –aunque algunos dicen que es lo de menos– y que el manual que los opositores han de estudiar para el primer examen recoja los mitos de la historia de Cataluña a los que suele recurrir el nacionalismo.

FORMAR RAMBOS

La mayoría de los mossos se quejan de los recortes (durante la crisis, Artur Mas les privó del complemento de Navidad, la célebre bufanda) o de que hasta hace muy poco algunos debían correr con los gastos del chaleco antibalas. Los más críticos prefieren hacer hincapié en la falta de formación continua. «Por ejemplo, sólo hacemos un curso de tres horas para aprender a manillar (utilizar las esposas) y después no volvemos a hacer nada».

Teresa Freixes, catedrática de Derecho Constitucional y durante algunas años, profesora de los Mossos en el antiguo ISPC, compara la falta de recursos y formación de los Mossos con el desembolso que la Generalitat realiza cada año en medios de comunicación y propaganda. «Más que formar Rambos, hay que formar una Policía», dice Freixes.

Muchos mossos tampoco ahorran críticas a la actuación de sus mandos durante los atentados. No sólo a los políticos sino también a los altos mandos. ¿Por qué nadie ha pedido las grabaciones de los comercios de las ramblas de Younes Aboyaaqoub [el terrorista que conducía la furgoneta y que, aún nadie ha explicado bien cómo, escapó hasta que fue abatido por los Mossos cuatro días después en Subirats]. ¿En dónde ha estado Soler en estos días?. [La única vez que se vio al director de los Mossos fue durante la homilía del cardenal Omella]. También han expresado su malestar por el exceso de horas trabajadas y de algunas órdenes contradictorias. Respecto a la colaboración con la Guardia Civil y la Policía, todos coinciden en que a nivel de los agentes de base es perfecta. Otra cosa son los mandos políticos que, como pasa con casi todos los cuerpos, perjudican con sus reticencias y susceptibilidades. «En la calle todos somos lo mismo. Y no importa si vamos de verde o de azul…».

COORDINACIÓN

Desde el Ministerio del Interior prefieren resaltar esta sintonía solo interrumpida por la denuncia (dos veces archivada por el juez Pedraz) que en 2015 la policía autonómica interpuso contra la Policía Nacional ante la Audiencia Nacional por un presunto chivatazo que habría desbaratado una operación. «Hay buena coordinación. De hecho, Mossos y la Ertzaintza pueden acceder a la información del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO) que ayuda a coordinar la información de las investigaciones llevadas a cabo por los diferentes cuerpos de seguridad. Asimismo forman parte del comité de evaluación de nivel de riesgo terrorista que se celebra cada jueves». Desafortunadamente, el pasado 17 de agosto nadie trajo a colación la explosión en Alcanar. A las pocas horas, se producía el atropello en la Rambla.

Respecto a la integración de los Mossos en Europol, una eterna reivindicación del independentismo, habría que recordar que en el organismo están solamente representados los Estado a través de las policías nacionales. «La participación de otras organizaciones, órganos o entidades (en órganos consultivos o en las propias unidades y respecto del acceso a los datos de Europol) sólo puede ser indirecta y bajo la autoridad estatal», explica Freixes. Así pues la insistencia de los políticos nacionalistas invocando el artículo 164 del Estatuto de Cataluña sobre la presencia internacional de los mossos no es más que otro ejercicio de posverdad.

Concluye Unamuno a propósito de la tendencia del catalanismo a la fachadosidad: «Y en el fondo hay aquello de querer hacerlo mejor que en Madrid».