Una vez reivindicado el acierto de la negociación con ETA en 2006, no importa que la Abogacía y la Fiscalía no encuentren motivos para impugnar las candidaturas de Bildu. De perdidos al río. Los socialistas ya se han liberado del PP. Y todo gracias a siete magistrados del Supremo. Lo importante es moverse, aunque no se sepa hacia dónde.
Los movimientos surgidos en torno al lento desamarre de la izquierda abertzale respecto a ETA parecían cristalizarse con la premura de la próxima convocatoria electoral. Pero el anunciado reparto de beneficios políticos a cuenta de las energías que liberará el final descontado del terrorismo puede deparar más novedades. Durante décadas la política ante la violencia ha estado condicionada por la presunción de que su final no iba ser neutro, por lo que los partidos se han mostrado siempre recelosos sobre cómo y cuándo pudiera darse. Independientemente del sustrato moral e ideológico de tal conflicto de intereses -que hoy pondrán en escena los apoyos a la manifestación convocada por la AVT en Madrid frente a la presentación de Bildu en San Sebastián- es necesario detenerse en la dimensión partidaria que adquiere el momento.
Aunque se trate de un movimiento cuyos preparativos datan de hace un año, no por ello deja de sorprender que sean EA y Alternatiba quienes acompañen a la izquierda abertzale en su enigmático tránsito hacia la legalidad, puesto que no termina de saberse bajo qué forma querría alcanzarla. Bildu se ha ido gestando, no sin titubeos, como la plataforma de acogida que el resto del nacionalismo podría brindar a una izquierda abertzale en fase de desarme. Pero que sean una formación que cuenta con un único parlamentario en Vitoria y la escisión de otra a la que sólo le queda también un escaño en la Cámara vasca quienes realicen tan histórica labor no responde únicamente a la rentabilidad que obtendrían éstos y a la búsqueda de los socios más débiles por parte de la izquierda abertzale. Refleja también el juego de compensaciones que los herederos de Batasuna necesitan hacer frente al hegemonismo jeltzale para preservar su identidad en el proceso de desarme, mientras el PNV opta por moverse lo mínimo, recordando intermitentemente su disposición soberanista.
EA y Alternatiba obtendrían unos beneficios directos -los electos que cosechen a cuenta del voto de la izquierda abertzale- y dispondrían de una fenomenal palanca para remodelar a su favor el panorama político vasco. Lo cual suscita dos cuestiones bien distintas: la percepción de su ‘generosa’ jugada como un intento por falsear la realidad, y la viabilidad del cambio señalado. Lo primero se refiere al escozor que pueda producir en las demás formaciones, en especial en el PNV, aunque también en la opinión pública, el sentido de la oportunidad con el que actúan dos siglas tan minorizadas en las urnas. La otra, pertenece más al ámbito de la política real. Para que la palanca mencionada llegue a materializarse, la confluencia de EA y Alternatiba con la izquierda abertzale debería tener algún efecto multiplicador. Cosa dudosa dada la debilidad política y orgánica de las dos formaciones legales que han constituido Bildu, lo que les dificultará aprovecharse de la operación.
La «acumulación de fuerzas» es un subterfugio a la vez necesario e incómodo para la izquierda abertzale. Necesario, porque la izquierda abertzale no puede limitar la apertura de «una nueva etapa histórica para Euskal Herria» a su propia legalización. Incómodo, en tanto que sus socios representan un aderezo exiguo para sus pretensiones y adquieren un protagonismo que puede resultar cargante para sus bases. La coalición tendrá pretensiones «estratégicas», como insisten sus promotores. Pero su nacimiento responde a un tacticismo tan secretista que difícilmente podrá soslayar las mil disyuntivas que se le presenten a cada paso, empezando por la constitución de ayuntamientos y cámaras forales.
La confesión del portavoz socialista, José Antonio Pastor, admitiendo que el PSE-EE se sentía más próximo a la posición de los siete magistrados que suscribieron el voto particular que a la sentencia del Supremo contra Sortu, confirma que los socialistas vascos están moviéndose. Tampoco el Rubalcaba posterior a la sentencia se parece demasiado al que instó la demanda contra Sortu. Su advertencia de que el Gobierno estudiará «con lupa» las candidaturas que presente Bildu no significa gran cosa cuando el ministro del Interior señala que, a su juicio, Sortu «debe completar la ruptura» con ETA, frente a sus anteriores argumentos y a los de la sentencia presentando la nueva formación como resultado de una decisión de la banda. La labor de avanzadilla de Eguiguren y la inclinación del lehendakari López por la legalización parecen adelantarse a la posición que finalmente podría adoptar el Ejecutivo de Zapatero que, de boca de Rubalcaba, ha pasado de la defensiva a la ofensiva frente al PP.
Una vez reivindicado el acierto de la negociación con ETA en 2006, ni Moncloa ni Interior tendrán por qué acomplejarse ante la eventualidad de que la Abogacía del Estado y la Fiscalía General no encuentren motivos para impugnar unas u otras candidaturas de Bildu, a la espera de que el Constitucional se pronuncie sobre Sortu. De perdidos al río. Los socialistas ya se han liberado del PP, que marchará hoy en Madrid tras el lema ‘Por la derrota del terrorismo: ETA fuera de las elecciones’. Y todo gracias a siete magistrados del Supremo. Incluso en Euskadi podrían afrontar la segunda parte de la legislatura responsabilizando a los populares de que el pacto que sustenta al «gobierno del cambio» se desvanezca. Lo importante es moverse, aunque no se sepa hacia dónde.
Kepa Aulestia, EL DIARIO VASCO, 9/4/2011