IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • Recesión en Estados Unidos, un euro débil y una inflación fuerte, impuestos a la banca y a las energéticas y un invierno duro

Esta semana han pasado muchas cosas en el mundo de la economía y todas ellas importantes. En el ámbito internacional se confirmó la entrada ‘oficial’ en recesión de la economía estadounidense, tras dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo. Un dato que coincidió en el tiempo con una subida de tipos de interés de un 0,75% por parte de la Reserva Federal. Ambos movimientos confirman la tradición norteamericana. Cuando los precios suben, la política monetaria se dirige con prontitud al incendio y lanza todo su arsenal en su contra. Aunque tal rapidez contribuya a frenar la economía y rebajar su temperatura. Es decir, aunque acelere el paso a una recesión. Lo hacen confiando en su dinamismo interno y con la seguridad de que, en cuanto pase el agobio, el movimiento se producirá a la contra y con la misma rapidez. Consienten caídas rápidas en la recesión sabiendo que tendrán también salidas rápidas de la misma.

En Europa estas cosas funcionan de manera distinta. Nos cuesta mucho más reconocer la entrada en problemas; soportamos más tiempo las tensiones de los precios y, cuando la economía se para, tardamos más en reaccionar. Por eso las crisis aquí son más duraderas. No creo que todo ello se deba a la ‘tradición’ o a herencias de políticas económicas diferentes. Más bien creo que es una opción política y un reflejo del mayor dinamismo social americano. Y también influye, cómo no iba a hacerlo, el hecho de que allí hay pleno empleo (3,6% de paro), mientras que en Europa duplicamos la cifra y en España casi la triplicamos. No es lo mismo.

Esta subida agranda la distancia entre los tipos de uno y otro lado del Atlántico y ejerce una gran presión sobre el euro, que nadie sabe cuánto tiempo aguantará el BCE. Un euro débil favorece la exportación, pero encarece las importaciones, y vivimos un momento en el que la energía nos abre un agujero enorme en nuestra balanza de pagos y alimenta la inflación, pues, en su mayor parte, la compramos en dólares. Si algo no nos conviene ahora es empujar más al alza de los precios.

Con esto enlazamos con las tres noticias españolas de la semana. La primera es, precisamente, la subida de los precios, que se van a niveles no vistos en 38 años. Una situación terrible que, sin embargo, es compatible con un buen dato de empleo (desciende su ritmo, pero se crea) y un dato positivo, pero poco, de crecimiento del PIB. Todo ello gracias a la buena evolución del consumo interno. O es el turismo quien aguanta al consumo o mienten todas las televisiones que nos muestran a diario a ciudadanos airados por la carestía de la vida. Tranquilo, descubriremos la verdad a la vuelta del verano, cuando podremos comprobar cómo nos quedamos sin los turistas que vienen a gastar aquí sus ahorros y cuando veamos cómo capean los ciudadanos las apreturas financieras y las empresas, las subidas de costes que oprimen sus márgenes.

La última noticia fue la subida de los impuestos a la banca y a las energéticas. Con la primera nos timaron. Dijeron que iba a ser un impuesto sobre sus ‘beneficios extraordinarios’ -ya pagan el 30% de ellos en lugar del 25% común- y nos adelantaron una recaudación precisa sin conocer la base imponible (se ha cambiado desde entonces) ni el tipo impositivo. Lo de las energéticas es un gran ejemplo de impuesto ideológico. Claro que resulta difícil de digerir que ellas ganen mientras los ciudadanos sufren para llegar a fin de mes. Pero las eléctricas han dicho que ganan menos en España y que sus resultados son consecuencia de sus actividades en el extranjero. El que no se lo crea, que demande a las auditoras y se lea las normas internacionales de precios de transferencia. Y si, a pesar de la evidencia contable, se generan ‘beneficios extraordinarios’, ¿de quién es la culpa si el sector está sometido a una regulación asfixiante que lo regula todo? Desde las instalaciones de generación hasta los costes admitidos de mantenimiento, la fijación de los precios, su distribución entre mercados regulados y libres, los bonos sociales… Y un larguísimo etc, entre los que se encuentran la retribución del valor neto de los activos y la retribución del componente gestionable (OPEX) (Circular 6/2019), los límites a las inversiones en distribución previstos en el RD Ley 23/2020; las inversiones en digitalización del RD Ley 1.125/2021 o las remuneraciones financieras determinadas por la Circular 2/2019; los marcos para las renovables, la cogeneración y los residuos de la Ley 24/2013, el RD 413/2014, el RD-Ley 17/2019 y el RD-Ley 6/2022…

¿Se ha cansado? Pues fíjese cómo estará quien esté obligado a leer todo eso y a tomar decisiones en consecuencia. A lo que iba. Si, a pesar de toda esta montaña de regulación, se producen beneficios ‘exagerados’, ¿tendrá algo que ver en ello toda esta diarrea normativa? Pero Sánchez se alegró de que «Botín y Galán» estén en contra de sus medidas. Correcto, es mucho mejor entregar la dirección del país a personas tan capaces y preparadas como Adriana Lastra y Patxi López, o tan constantes y previsibles como Teresa Ribera y María Jesús Montero. Seguro.