¡Dios mío, qué solos,/ se quedan los muertos! escribió Bécquer en una de sus rimas y no es que le faltara razón, pero depende. Los muertos que vos matáis gozan de buena salud, decía un personaje de Corneille. Los muertos de la memoria histórica, lejos de la soledad, están muy bien acompañados, aunque el Gobierno no sepa todavía cuántos son.
Este diario publicaba ayer una información justamente titulada “la fosa de la Memoria Histórica”, ilustrada con una foto en la que se ve a un operario acomodando una bandera tricolor sobre el féretro de Timoteo Mendieta, un republicano fusilado en 1939. Es curioso que la bandera tiene su tercera franja de color azul, no morado. El verdadero pendón de Castilla es de color carmesí, no morado, pero error sobre error, qué importa uno más.
Sabemos que se han gastado 31 millones de euros, pero no sabemos el número de personas exhumadas: “la información concreta sobre el número de personas identificadas o exhumadas no consta de manera codificada en este Ministerio” (que es el de Presidencia).
Pedro Corral, diputado popular en la Asamblea de Madrid, es un portentoso fondo de memoria de cómo las dos Españas se mataron entre sí. Un verdadero trabajo para cultivar la memoria debería obligar a leer en las escuelas dos de sus libros: ‘Desertores’ y ‘Si me quieres escribir’. El diputado Corral preguntó a Transparencia por el balance de la Memoria Histórica ahora que están empeñados en la Memoria Democrática. La respuesta que han venido a darle es que debería repasar expediente por expediente, en fin, que de estas cosas es mejor no preguntar.
Sabemos cuánto nos hemos gastadopero no cuántos cadáveres hemos rescatado, aunque en esto hay mucho pourparler. Pablo Iglesias acuñó que España es el segundo país del mundo en número de desaparecidos, después de la Camboya de Pol Pot. Le siguió Irene Montero, que ha hecho suyas todas las tonterías de su ex novio. Ha habido más y no forzosamente de Podemos. El columnista Zurro, de El Español, insistía en el disparate, un imposible numérico. Los jemeres rojos hicieron desaparecer a la cuarta parte de la población camboyana.
La única cifra que tiene cierta presunción de verosimilitud es la que proporcionó Garzón en su auto del 18 de octubre de 2008: 114.226 desaparecidos. De las 19 fosas que ordenó excavar el ex juez conozco alguna. Las tres de la provincia de Burgos, San Juan del Monte, Valdenoceda y Adrada de Haza, ya habían sido excavadas, según explicó el portavoz de la ARMH, Gonzalo Rojas. Más vistosa es la metedura de pata con la supuesta fosa del Fuerte de San Cristóbal, de Pamplona. Quiso la casualidad que aquel 18 de octubre yo estuviese en el diario de Navarra, periódico en el que colaboraba. Su directora, Inés Artajo, me proporcionó fotocopia de una información del 21 de mayo de 2006. Aquel cementerio acogía los restos de los enfermos fallecido en la prisión del fuerte. Lo llamaban ‘el cementerio de las botellas’ porque con cada fallecido se enterraba una botella con un papel que incluía el nombre y dos apellidos, fecha de la muerte y emplazamiento de los restos. No hubo nunca en España muertos menos desaparecidos que los de San Cristóbal.