Tgnacio Marco-Gardoqui-El Correo

El impacto de la crisis será terrible, pero en algunos casos podrá ser definitivo. Por ejemplo, en las líneas aéreas. El cierre, prácticamente total, de los aeropuertos provocado por las limitaciones impuestas a los desplazamientos causa un daño letal a sus cuentas de explotación y provoca la aparición del fantasma de la quiebra en muchas de ellas. IATA, el organismo que las agrupa, calcula que perderán 82.000 millones de euros en tres meses de paro. Ante esta situación, ¿qué deben de hacer los Estados? Si le preguntan a los que piensan como Pablo Iglesias, le dirán que nacionalizarlas. ¡Qué buen momento para empezar a aplicar sus teorías! Si le preguntan a un liberal extremo, probablemente les hable de la ‘destrucción creativa’, del proceso biológico que hace crecer nuevas empresas sobre los restos de las antiguas.

Probablemente la solución esté en el medio. Se puede ser liberal y reconocer que la economía necesita la actuación del Estado y que, en ocasiones, está justificado abollar los principios si a cambio se evitan males mayores. También se puede ser intervencionista máximo y reconocer que en la Europa de hoy, el famoso «exprópiese» de Chávez no tiene cabida.

La intervención se justifica no solo porque estas empresas atraviesan dificultades de tamaño monstruoso: en la actualidad, en Barajas operan unos 90 vuelos con 3.000 pasajeros, cuando han llegado a operar en un solo día 1.600 vuelos con 170.000 pasajeros. ¿Quién es capaz de gestionar esa situación? También por su impacto sobre el empleo, pues están en el alero europeo 6,7 millones de puestos de trabajo.

En Alemania lo han solucionado sin excesiva discusión. El Gobierno inyectará en Lufthansa unos 9.000 millones, una vez que la empresa ha perdido 1.200 en el primer trimestre. ¿Sin condiciones? No, a cambio de una minoría de bloqueo que asegura el reparto de beneficios futuros, dado que el Estado ha colaborado a paliar los sacrificios presentes. Las instituciones europeas han sido siempre celosas de todas aquellas actuaciones de los Estados miembros que supongan ayudas que falseen la competencia. Pero aquí y ahora no pondrán reparos a estas ayudas si son conocidas, pactadas y aplicadas en los términos establecidos.

¿Cómo han accedido a ello? Pues muy sencillo, IATA calcula que tres meses de parón en los cielos europeos restarán 419.000 millones de euros al PIB de la Unión. Demasiadas razones como para despreciarlas, demasiadas razones como para ponerse exquisitos con los principios. ¿Y aquí? No creo que los créditos blandos previstos para Iberia sean suficientes, pero ojalá me equivoque.