Ignacio Camacho-ABC

  • Sánchez se ha desanclado de sus fracasos para refugiarse en una burbuja de proyectos virtuales. Tácticas de escape

Sánchez tiene un serio problema en su relación con la realidad, y es más complejo y profundo que su compulsiva inclinación a la mentira. El abuso del embuste ha liquidado su credibilidad al punto de perder cualquier atisbo de eficacia política; simplemente ya nadie puede creer nada de lo que diga. Pero eso sólo tiene una importancia exigua en comparación con el creciente fenómeno de desanclaje respecto a las circunstancias objetivas. El presidente ha entrado en un bucle de alejamiento perceptivo y se ha refugiado en la burbuja ficticia que le diseña su ejército de asesores, fontaneros, gurús demoscópicos y escribas. Le ha alcanzado de lleno el célebre síndrome de ensimismamiento monclovita: se mira al espejo y ve un estadista;

se asoma a la ventana y contempla un país de fantasía; se sube a una tribuna y pinta un horizonte de euforia prospectiva en el que los españoles menos afortunados llevarán a sus perros atados con longanizas. Suceda lo que suceda, la fábrica oficial de consignas se encargará de mantener el trampantojo en impecable estado de revista.

Y lo que sucede, o sea, la realidad inocultable a una mirada adulta, es que Marruecos, el vecino ignorado por su taimada aspereza y su turbia astucia, ha planteado la debilidad fronteriza española de la forma más desaprensiva y más cruda. Que la avalancha de Ceuta ha suspendido y minimizado la triunfal cuenta atrás de las vacunas. Que la estéril victoria electoral de Illa ha desembocado en otro Gobierno independentista, más radical y disruptivo si cabe, en Cataluña. Que Biden sigue sin llamar mientras estrecha con Mohamed VI lazos estratégicos y diplomáticos. Que la deuda pública está en niveles inéditos desde Sagasta y que la inminente caducidad de los ERTE obligará en verano a buscar una fórmula para continuar dopando las cifras de paro. Que la pandemia no ha concluido aunque el presidente esté a punto de decretar otra vez su final anticipado. Y que -tal vez esto sea lo único que le inquiete de veras- las elecciones de Madrid han disparado las expectativas del PP hasta situarlo en condiciones de aspirar al liderazgo. En suma, que la propaganda a todo trapo no basta para camuflar la colección de reveses que comprometen la estabilidad del mandato.

Contra los manifiestos síntomas de fragilidad y desgaste, el Gobierno reacciona con una cascada publicitaria de planes virtuales bautizados con retórica rimbombante. Tácticas de escape, proyectos de papel, promesas volátiles propias de dirigentes huidizos ante el peso de las responsabilidades. El futuro como coartada para desmarcarse de una evidencia rugosa, antipática, inmanejable. Cuando compruebe que eso tampoco funciona volverá al pasado, a los espantajos de Franco, a la memoria arrojadiza, a la ucronía del republicanismo nostálgico. Sánchez siente alergia a lo inmediato. Ningún narcisista soporta el reflejo de su fracaso.