Jon Juaristi-ABC

  • Mírese por donde se mire, el saldo de la operación encubierta de Exteriores ha sido de dos inmigrantes ahogados

Mira Nero de Tarpeya/ a Roma cómo se ardía. Son los versos iniciales del romance viejo sobre el incendio de Roma por orden de Nerón, que lo contemplaba reclinado en su triclinio, tocando la cítara y zampando uvas del tamaño de pelotas de golf, como recordarán los ancianos socialistas que vieron en su día a Peter Ustinov en el ‘Quo vadis?’ de Mervyn LeRoy sin sacar consecuencias prácticas. ‘Quo vadis?’, péplum basado en la novela de Sienkiewicz, se estrenó en 1951, año en que mandaron a Juanito desde Estoril para que Franco lo metiera en vereda.

En La Celestina, Calisto glosa los versos iniciales del romance, interpretando el achicharramiento de la Ciudad Eterna como metáfora de su pasión por Melibea. Y no es que Calisto fuera socialdemócrata, aunque los incendios lo pusieran cachondo y terminara rompiéndose la crisma por frívolo y gilipollas. Casi todos los españoles de entonces entendieron mal el romance. Para empezar, deformaban hasta su comienzo, como la Cariharta de Rinconete y Cortadillo, que llama a su chuloputas Marinero de Tarpeya. Sin embargo, la historia que contaba no podía estar más clara. Desde la Torre de Mecenas, miraba arder Roma «el que a Séneca dio muerte/ y envenenara a su tía,/ el que persiguió a cristianos,/ y a San Pedro mataría», pasándolo bomba ante el espectáculo : «Gritos dan niños y viejos/ y él de nada se dolía./ Como ovejas sin pastor/ unas a otras se corrían, /perdidas y descarriadas,/ llorando a lágrima viva». El fascismo consiste sobre todo en una estetización de la tiranía ( Walter Benjamin).

En fin, que hace falta ser lerdo para librar un montón de pasta a Marruecos el mismo día en que Mohamed, Marinero de Tarpeya, lanza ocho mil de sus desgraciados súbditos al asalto de Ceuta, y -mucho más todavía- para contarnos lo bien que van a vivir nuestros biznietos mientras repartes unos cuantos miles de menas por las comunidades autónomas con gran regocijo del vecindario. Y todo ello, porque ambos festejos estaban programados. Pues, si estaban programados, se desprogramaban y no habría pasado nada. Se habría evitado añadir recochineo al asunto. Encima de que te tratan como a una Cariharta cualquiera (no a ti en concreto, sino a toda España) hay que pagarles la cama a Mohamed, a Argelia y al Polisario. Incluso la cama del hospital, si te lo exigen. «Con dinero del erario/ financias al Polisario».

En tiempos no muy lejanos, las cloacas del Estado olían a cloacas. Hoy huelen a estupidez. Pero sería injusto que González Laya acabara haciendo de cabra expiatoria. Meter a un terrorista extranjero en España bajo nombre falso y saltándose todas las medidas profilácticas que se imponen a los simples guiris constituye un delito, sin duda. Más delito incluso que disfrazarse de pimiento morrón. Pero dudo de que aquello saliera del coco de Laya (lo último, en cambio, sí). No le da para tanto a la pobre subalterna. Alguien se lo encargaría, digo yo.