Francesc de Carreras-El Confidencial

  • Cataluña ha entrado en decadencia y está en un proceso de derribo que pronto puede ser irreversible. La construcción nacionalista de Cataluña coincide, no por casualidad, con su destrucción real

El Parlamento de Cataluña ha elegido nuevo presidente de la Generalitat. Pronto se designará a los ‘consellers’, ¿Alguna novedad? Ninguna. Todo sigue y seguirá igual, impasible el ademán. 

En pocas palabras lo ha sintetizado el portavoz de Ciudadanos Nacho Martín Blanco en ‘Crónica Global’: «El acuerdo [de gobierno] entre ERC, Junts y la CUP no puede ser peor para Cataluña. No es más que la continuación de lo que vamos viendo en los últimos diez años: un proceso de confrontación con el resto de España, de confrontación entre catalanes, de pérdidas de oportunidades económicas, de pérdida de reputación y prestigio de Cataluña. Por desgracia, la prioridad de estos partidos sigue siendo este proceso de separación de Cataluña del resto de España». Aunque parezca mentira, Martín Blanco tiene toda la razón, en Cataluña la vida sigue igual. 

¿Por qué? Ello es lo que se preguntan muchos que ven de lejos lo que allí sucede y no pueden comprenderlo, no les cabe en la cabeza. Una sociedad, dicen, tan moderna y europea, antes de la democracia la más avanzada de España, con una ciudad como Barcelona conocida en todo el mundo, ¿cómo es que esté destruyéndose a sí misma?

Porque esta es la realidad, Cataluña ha entrado en decadencia y está en un proceso de derribo que pronto puede ser irreversible 

Porque esta es la realidad, Cataluña ha entrado en decadencia y está en un proceso de derribo que pronto, unos pocos años más, puede ser irreversible. La construcción nacionalista de Cataluña coincide, no por casualidad, con su destrucción real. Además, para colmo de desgracias, a la cerrazón cazurra de los independentistas gobernando la Generalitat se les ha añadido la plaga de los comunes en el Ayuntamiento de Barcelona. 

Ahora, todos ellos en unión, se oponen por ejemplo a la ampliación del aeropuerto de El Prat que pretende impulsar y financiar el Estado, AENA mediante, para atender las necesidades de desarrollo de la economía catalana (y española, por supuesto). Estos partidos retrógrados que gobiernan Cataluña y Barcelona lo están impidiendo. 

Por un lado, el ecologismo fundamentalista del partido de Colau que, a toda costa, y como no tienen dos dedos de frente, quiere detener el crecimiento de la economía catalana porque considera que esto significa ayudar a los ricos; por otro lado, el nacionalismo también fundamentalista de ERC y Junts, que consideran que no es propio de una nación seria, la nación que están intentando construir para conseguir ser estado, que Cataluña tenga un solo aeropuerto importante –nada menos que el sexto en tráfico de Europa– sino que se necesita potenciar los otros tres, los de Gerona, Reus y Lérida.

«Hay que reequilibrar el territorio»

«Hay que reequilibrar el territorio», dirán con voz solemne estos peligrosos padres de la Patria. Unos con sentimientos ecologistas, otros con sentimientos nacionalistas, pero ambos, en todo caso, igualmente ineptos, se han coaligado por motivos ideológicos y emocionales contra la inteligencia y la razón de AENA, destruyendo paso a paso, con la persistencia de los zoquetes, Cataluña y Barcelona.

No hablemos de otros casos similares y también injustificables por perjudiciales. Por ejemplo, el rechazo al ofrecimiento por parte de San Petersburgo de regalar las instalaciones del Museo del Hermitage a Barcelona. Colau considera que la ubicación escogida por los rusos –por cierto, acertadísima, junto a la playa de la Barceloneta– ofrece problemas al tráfico en un rincón de la ciudad donde apenas hay tráfico. La línea 9 del Metro, que debe ser la Circular de Barcelona, lleva veinte años en construcción y las estaciones terminadas te dejan, por ahora, en tierra de nadie. La ya abandonada, según creo, buena idea de construir un tercer cinturón para descongestionar el intenso tráfico de camiones de la otra vía circunvalatoria, tan cercano a las zonas urbanas. 

¿Por qué los ciudadanos catalanes, estos que son, o han sido, tan admirados desde fuera de Cataluña, lo consienten? 

Todo esto, y otras muchas más cosas, podrían añadirse. En todo caso, queda claro que en Cataluña se construye una Nación, algo glorioso, no vulgaridades nimias como las obras públicas. Aún no entiendo como no han creado una consejería para la Construcción Nacional, quizá porque sus competencias se reparten hoy entre cultura, medios de comunicación, enseñanza, acción exterior… y todas las demás, ya que el nacionalismo siempre lo tiñe todo. 

Las palabras de Martín Blanco son exactas, muestran el estado real de la cuestión. Pero quedan misterios por averiguar. ¿Por qué los ciudadanos catalanes, estos que son, o han sido, tan admirados desde fuera de Cataluña, lo consienten? No es sencillo responder, para ser justos tal vez la pregunta debería formularse de otra manera: ¿por qué tantos catalanes votan a los partidos nacionalistas?

Seamos breves porque la respuesta es larga y complicada: porque el catalanismo, el que gobierna, es una ideología nacionalista y el nacionalismo siempre es tóxico, envenena las mentes, te hace pensar que las identidades colectivas, siempre indemostrables, pero sugestivas, están por encima de los intereses individuales que deben someterse a ellas. Ser catalán, ser español, ser alemán en aquellos tiempos tenebrosos de hace un siglo… ¡Maldito verbo ser! Hemos nacido y vivimos en un determinado lugar, no «somos». El ‘ser’ siempre ha conducido a conflictos y guerras, siempre nos ha envanecido hasta la arrogancia, siempre nos ha precipitado por peligrosas pendientes.

Que lo sepa Pedro Sánchez cuando pronto lo enreden en la mesa de diálogo y en la concesión de indultos 

Pues bien, el catalanismo que va de Prat de la Riba a Jordi Pujol, pasando por Macià y Companys, ahora Puigdemont, Junqueras y Aragonès, es puro nacionalismo tóxico, quien se arrima a él sale achicharrado. Que lo sepa Pedro Sánchez cuando pronto lo enreden en la mesa de diálogo y en la concesión de indultos. 

Así lo anticipó el viernes en la tribuna del Parlamento catalán, en referencia a nuestra democracia constitucional, el diputado de Esquerra Josep M. Jové, aquel que apuntaba en una libretita todos los detalles que condujeron al golpe de estado de 2017: «El independentismo debe hacer caer los pilares de un régimen corrupto y anacrónico». Creo que este acontecimiento no está previsto en el Informe de Iván Redondo sobre la España de 2050.