EL MUNDO – 23/08/15
· Natividad, o Jaione, o Maria, sonríe relajada ante la cámara mientras, rodeada de amigos, sujeta el langostino gigante que se va a comer. Se ha labrado una vida de éxito social y laboral en Gante (Bélgica).
Habla un francés fluido, cocina platos vanguardistas y sus tapas españolas causan furor. Imparte clases, ha escrito un libro de recetas, sirve caterings en las fiestas de políticos, abogados, artistas y jueces, se codea con rostros conocidos. De su pasado como Pepona habla poco. Sólo tuerce el gesto cuando le preguntan por qué no anima a la selección española: «Je ne suis pas espagnole, je suis basque» [Yo no soy española, soy vasca].
La mujer que presume de mariscada, que ha trabajado durante más de 10 años en una famosa brasserie de Gante, que cuelga sus platos favoritos y las fotos de sus fiestas en Facebook, que reclama en change.org que Japón deje de «masacrar» a los delfines, ha cambiado las armas por las sartenes sin pagar peaje.
Se llama Natividad Jauregi Espina y es la etarra del comando Vizcaya que, cuatro días después de cumplir los 25 años, el 19 de marzo de 1981, disparó por la espalda al teniente coronel Ramón Romeo Rotaeche cuando éste salía de misa en la Basílica de Begoña en Bilbao.
A Pepona, como entonces la llamaban en ETA, se le relaciona con otros cinco asesinatos. Lleva 36 años fugada. Hoy tiene 57, cinco más que el hombre al que abatió en Bilbao y que murió dos días después. También han sido dos los enormes golpes de suerte que la han conducido a una vida placentera, fuera de la cárcel.
El primero sucedió en Baja California, México. En 2002 la policía detuvo a su compañero de amor y de restaurante, el etarra José Antonio Borde Gaztelumendi, pero no a ella. Fue un error de la Audiencia Nacional, que aseguró que Jauregi no tenía causas pendientes en España.
La fortuna volvió a sonreírle 11 años después, cuando, instalada en Bélgica, la Policía federal, en colaboración con la española y el CNI, llamó a su casa, un primer piso de la avenida Bernard Spaelaan de Gante, la detuvo y la internó en la prisión de Brujas. El Ministerio del Interior aseguró que la Policía española la había localizado allí, donde en realidad no se escondía desde hacía años: centenares de fotos en internet bajo la identidad de Maria Sukalde (cocina en euskera), un blog gastronómico, varias cuentas abiertas en redes sociales para encontrar amigos… y un apellido verdadero en su buzón: Jauregi.
Jaione, como se hacía llamar —es Natividad en lengua vasca—, se topó con los fantasmas de su pasado, pero la pesadilla le duró poco. Para sorpresa incluso de Paul Baeckar, el histórico abogado de ETA en Bélgica, un mes después la Justicia de este país rechazó su extradición asumiendo los argumentos del letrado: que Jauregi vivía con normalidad en Bélgica trabajando como cocinera —«un público relativamente amplio la conoce a raíz de su actividad profesional», resalta el auto del Tribunal de Apelación de Gante— y que es probable que España la «torture».
Así que la chef, una «femme du monde» [mujer de mundo] desligada de la organización terrorista, a decir de su abogado, quedó libre otra vez. Siguieron las fiestas, los brindis, las recetas de salmorejo, de canelones de agua de mar, los comentarios en su muro de Facebook: «Refrescante!».
Para los cinco hijos de Romeo Rotaeche, la detención de la terrorista, a las 18.30 horas del 8 de octubre de 2013, pareció acabar con la impunidad con la que vivía la mujer que destrozó su hogar. «Nuestra familia sintió que por fin iba a hacerse justicia». No fue así. «La asesina de nuestro padre jamás ha pagado ni un minuto de condena», se lamentaban en una carta desesperada que enviaron el pasado 11 de noviembre al Tribunal de Casación, la máxima instancia judicial del país, que había rechazado el recurso de la Fiscalía belga. La misiva llevaba estampada la firma de su hija Carmen, que vive a sólo 56 kilómetros de Gante y sabe bien que a la Pepona reinventada la vida le sonríe. Hoy la familia Romeo prefiere no hablar: vive con nervios unos días que pueden ser determinantes.
El juzgado de instrucción número 5 de la Audiencia Nacional ha dictado una nueva orden europea de detención (OED) contra la terrorista, a propuesta de la Fiscalía española, argumentando que las sospechas de que España puede lesionar los derechos humanos de la asesina no se sostienen.
El movimiento ha sido posible tras la presión ejercida por la familia y por la asociación de víctimas Covite, que se ha reunido con la Defensora del Pueblo, el Ministerio de Justicia… La plataforma presidida por Consuelo Ordóñez no comprende que el Gobierno de Mariano Rajoy no haya acudido al Tribunal de Luxemburgo para denunciar estas injurias. La nueva orden tiene fecha de mediados de mayo. Esta vez quizá sea la buena. O no.
«Estarán de acuerdo en que se trata de una injusticia manifiesta. Por ello, deberían haber sido ustedes quienes reprendieran a España por no detener a esta criminal antes de que asesinara a nuestros seres queridos, por no haberla arrestado hace 30 años y por haberle permitido que viviera como si de una inocente se tratara», decían los hijos en su carta. «Pero en lugar de hacer eso, ustedes, su tribunal, nos han negado el derecho a la justicia. Si todavía guardan algo de humanidad cuando lean esta carta, piensen sólo por un instante en Ramón [su padre], José Luis, Francisco, José, Manuel, Magín… [el resto de las presuntas víctimas de Jauregi]. Piensen que pudieran haber sido sus hijos, sus padres, sus esposos, sus hermanos… Y luego pónganse en nuestro lugar».
Su entorno dice de ella que es una «mujer con clase». Nacida como María Natividad Jáuregui Espina en el San Sebastián de 1958, aprendió a nadar en Fuenterrabía, un coqueto pueblo fronterizo en cuyas calles el español se mezcla con el euskera y el francés. Como algunos otros jóvenes de su generación, entró en ETA muy pronto. El Ministerio del Interior la sitúa primero en el comando legal (no fichado) Ixkulin, que arrancó en 1978 —tres años después de la muerte de Franco— y que cometió dos atentados contra la Guardia Civil y contra la Policía. En diciembre de ese año logró escapar tras la captura de otro terrorista y saltó al Vizcaya. A este grupo se le atribuyen al menos seis asesinatos en menos de un semestre: los de José Luis Raimundo Moya, Francisco Francés Garzón, José Olaya de la Flor, Manuel Sánchez Borrallo, Magín Fernández Ferrero y Ramón Romeo Rotaeche.
La Audiencia Nacional condenó en 2007 a tres terroristas por el asesinato de Ramón Romeo, entre ellos a José Antonio Borde. Pero no ha podido juzgar a la mujer que disparó: su pareja, Natividad Jauregi. Según la sentencia, ella estuvo presente en la misa de las 9.30 horas a la que había acudido el jefe de la zona de reclutamiento del Gobierno Militar de Vizcaya. Acabada la ceremonia, siguió sus pasos hasta cruzar el umbral de la basílica. Allí, sacó una pistola y efectuó un solo disparo que le alcanzó en la nuca. Le quitó la vida «a poca distancia y por la espalda».
El hombre quedó tendido en el suelo, en medio de un gran charco de sangre. Una ambulancia de la Cruz Roja que pasaba por allí lo recogió y lo trasladó hasta la cercana clínica de la Virgen Blanca. Le sometieron a una intervención quirúrgica, en balde. Nacido en Burgos en 1928 pero con la carrera militar siempre ligada a Vizcaya, había sobrevivido a un atentado anterior —tres años antes, ETA ametralló el vehículo en el que viajaba junto a otros jefes militares— y no quería marcharse del País Vasco, donde además trabajaba como técnico de la construcción y de cálculo de estructuras en Viviendas Vizcaya.
Las pesquisas policiales indican que la joven seguiría sembrando el terror hasta que en 1984 escapó a Francia. Allí estuvo cuatro años, según el Tribunal de Apelación de Gante, que dice que ya entonces «rompió definitivamente» con ETA. Cuando España entró en la Unión Europea en 1986, la mayoría de los «refugiados políticos vascos» —así los define el juez Henri Heimans— huyó a América. Ella también. En México empezó la vida idílica de una mujer con las manos manchadas de sangre.
Su paraíso se llamó Ensenada. Una ciudad portuaria de 460.000 habitantes en Baja California, 80 kilómetros al norte de la frontera con Estados Unidos, que vive del comercio, la pesca y el turismo y es conocida por sus tacos de pescado y sus cultivos de vino. Buen clima, buenos productos locales. Allí Natividad Jauregi y José Antonio Borde regentaron durante 14 años un restaurante de cocina tradicional vasca. «Restaurante Kaia», se leía a la entrada de una casita blanca en el número 479 de la avenida Moctezuma. Él, según publicó la prensa local cuando las autoridades mexicanas lo detuvieron y lo entregaron a España, se hacía llamar Joseba o Miguel Fernández; era conocido como El Español. Ella era Jaione. Hacían gala de una buena posición social y un amplio círculo de amistades en la soleada ciudad que un día se llamó Ensenada de Todos los Santos.
Cuando en 2002 la policía detuvo a su compañero y no a ella, la cocinera hizo las maletas. Un año después, según el relato del juez, se instaló en la capital de la provincia de Flandes Oriental, que pasa por ser la ciudad más animada y con mayor vida nocturna de Bélgica. En 2004 y 2005 el juez Fernando Grande-Marlaska dictó dos órdenes de detención contra ella, sin consecuencias. Jauregi trabajó varios años en el conocido restaurante Belga Queen de Gante, donde los platos cuestan una media de 20 euros. Uno de sus responsables explicó a un periodista local que unos meses antes de ser detenida renunció al trabajo tras una disputa con el jefe, pero que todos la recuerdan como una gran profesional, «muy solicitada para fiestas», sobre todo por sus tapas, y siempre dispuesta a una copa después del trabajo. Iba al gimnasio, a la ópera. En su vida fabricada se quitó años de encima: tenía 40 y tantos.
En las imágenes que ha ido colgando en Facebook, también después de su detención y posterior liberación, sale «festejando», bailando, cocinando, montando en bicicleta, partiéndose de la risa entre amigos. Prepara y fotografía delicados albaricoques con caramelo; un bocado de fresas, pimientos, arroz basmati, caviar de yuzu —un cítrico asiático— y merengue de menta; litchis con helado de yogur y espuma de leche… El juez de Gante dice que no estaba empadronada y que vivía en un piso alquilado por una jurista «cuya tarjeta bancaria y cuya tarjeta de la biblioteca» estaban en su posesión.
A sus 235 amigos virtuales les dice que es de Brujas, que ha estudiado en el Centro de Enseñanza Técnica y Superior de Ensenada. Les enlaza recetas de restaurantes de Fuenterrabía, artículos sobre la «breve historia del cunnilingus», consejos para ser feliz. «La vida tiene cuatro sentidos: amar, sufrir, luchar y ganar. El que ama sufre, y el que sufre lucha… y el que lucha gana. Si eres un luchador, pégalo en tu muro». «Muy cierto, amiga!!», le escribe una conocida de su etapa mexicana. «Tú siempre tan guapa». La última actualización data de diciembre.
Hasta 279 personas firmaron para que Bélgica no la extraditara. Entre ellas, las autoras del libro en el que participó, Een vree(md) Gents Kookboek (2009), una exitosa compilación en la que otros 11 chefs como ella de 11 culturas diferentes mostraban sus recetas para agradar a familiares y amigos. En su petición, denunciaban: «¿No es quizás Jaione un peón más dentro del ajedrez político? Tememos que en España no podrá tener un proceso justo. (…) Vive y trabaja en Gante sin esconderse. Muchos hemos conocido a Jaione, su nombre vasco, como una persona encantadora y con un increíble talento como cocinera».
LA ESPAÑA ‘INHUMANA’
El entorno de ETA ha presentado la negativa de Bélgica como un «signo de apoyo internacional» a los presos y huidos por «motivos políticos». El contenido del auto judicial belga no es para menos: Jauregi fue una «joven veinteañera» que militó en lo que califica como «movimiento de resistencia armada», pero hoy se ha convertido en «una activa mujer profesional con una vida normal en Gante». El juez belga también se aferra a un relato del «marco» histórico de España que abraza sin matices la propaganda del mundo abertzale. Se remonta a la Guerra Civil (1936-1939) para situar el inicio de la «represión sangrienta» que Franco ejerció «contra los nacionalistas vascos». El bombardeo de Gernika fue «una operación terrorista» [término que no emplea para Jauregi]. El dictador «prohibió el euskera inmediatamente después de invadir las provincias vascas» [cosa que no ocurrió así, al margen de que Álava y también Navarra estuvieron del lado de los golpistas]. Los vascos «perdieron el derecho de autodeterminación» [ese derecho no figuraba en el Estatuto de 1936, en la Constitución del 31 ni en ningún texto legal anterior, incluyendo los Fueros].
En suma, y como «reacción a la represión del dictador Franco», se creó una ETA compuesta por «estudiantes que opinaban que el Gobierno vasco en el exilio se mostraba demasiado laxo». El juez añade que la banda lleva sin atentar desde el año 2009 [olvida al policía francés Jean-Serge Nérin, al que asesinó en un tiroteo en marzo de 2010] y que ha decidido abandonar la violencia.
España, a ojos de la Justicia belga, no parece haber cambiado un ápice en todos estos años. El auto que ha ratificado el Tribunal de Casación afirma lo siguiente: «Los sospechosos de hechos punibles con claros motivos terroristas son sometidos en España a un régimen específico de supresión de libertad en circunstancias inhumanas que pueden ir acompañadas de torturas y un contacto muy limitado con el mundo exterior (familia, abogado y asistentes)».
La terrorista fugada no pasó el Año Nuevo de 2013 en la cárcel, como temía. Al volver a pisar las calles de Gante tras su rápida estancia en la cárcel, se despachó en las redes sociales con una frase prestada del periodista Iñaki Gabilondo: «La justicia española no es ciega, es tuerta; ve muy bien con un ojo: el derecho».
EL MUNDO – 23/08/15