Kepa Aulestia-El Correo

La moción de censura que el próximo día 28 hará a Joseba Asiron, de EH Bildu, alcalde de Pamplona, a la cabeza de un equipo de gobierno integrado también por Geroa Bai y Contigo Zurekin con el apoyo externo del PSN, parece consolidar el bloque de la investidura como una fórmula a la que acabarían unidos los partidos que lo constituyen para mucho tiempo. En el Congreso se requiere el concurso de todos ellos. En algunas cámaras autonómicas y ayuntamientos, es suficiente con la participación de algunos. Aunque son muchos los casos en los que la «mayoría de progreso» no alcanza para hacerse con el timón de las instituciones.

Las formaciones de izquierda y las soberanistas insisten en que el Partido Popular no puede contar con otro aliado que no sea Vox. Y el hecho de que Vox sea su ineludible aliado se convierte en la razón última por la que los socialistas eluden sintonizar con los populares. El pensamiento circular resultante impide, a partir de ahí, que surjan relaciones y complicidades políticas alternativas a las que dicta la polarización. Aunque se haga con aparente desgana. Anteayer la ministra de Educación y portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, restaba importancia a la moción de Pamplona alegando que también el PP había votado junto a EH Bildu en distintas instituciones. Una comparación insostenible. Los reproches mutuos entre el PP y Vox, entre Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal, devalúan a su vez el alcance de las alianzas entre el centroderecha y la extrema derecha.

Desechada la Alcaldía de Cristina Ibarrola, de UPN, se da por supuesto que la corporación dirigida por EH Bildu, Geroa Bai y Contigo Zurekin mejorará sustancialmente la gestión de los intereses locales. La operación se ha aprovechado, sin duda, de la crisis provocada por los dos diputados de UPN que se pasaron al PP tras votar en contra de la reforma laboral. El 28 de diciembre la coalición por la reforma laboral se cebará en un UPN que quedó en evidencia por una jugada de los populares cuando la ejecutiva foralista había decidido, precisamente, apoyar esa reforma.

Solo desde el poder puede hablarse de estrategia. Lo que no quiere decir que todo cuanto se perpetre desde el poder merezca la condición de estratégico. No lo es cuando el Gobierno está obligado a contentar a tantos demandantes. Pero, como ha ocurrido con la amnistía, los socialistas irán desgranando las bondades -extensibles a Estella, Barañain y Valle de Egües- de hacer alcalde a Asiron. Algún geómetra estará teorizando sobre la conveniencia de optimizar en el ámbito local y autonómico los malos resultados de las izquierdas el 28 de mayo. Se trataría de cuartear el mapa de España, distinguiendo aquellos ámbitos territoriales en los que el bloque de la investidura puede estar en condiciones de atrincherarse, de aquellos otros que parecen destinados para la derecha. Navarra se habría inclinado por el progreso. La bandera roja de las cadenas, que la izquierda abertzale enarbola desde hace un tiempo junto a la ikurriña vasquista, habría cobrado sentido contra el foralismo desalojado del gobierno de Pamplona.