Nepotismos

JON JUARISTI, ABC – 28/06/15

Jon Juaristi
Jon Juaristi

· El nombramiento de Luis Cueto como coordinador de la alcaldía de Madrid no es nepotismo, sino traspaso de poderes.

La definición de la voz nepotismo en el diccionario de la RAE es de las más traídas por los pelos, y voy a proponer a Félix de Azúa que la cambie. Reza así: «Desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las concesiones y empleos públicos». ¿Por qué desmedida? ¿Cómo medir la desmesura en este tipo de preferencias? Obviamente, el nepotismo es siempre el de los demás. La docta institución debería evitar en su lexicón reticencias hipócritas del tipo de «no me miren a mí, pero sepan que hay algunos que…».

Una definición honesta habría sido: «Preferencia que se da a los parientes para las concesiones y empleos públicos», así, sin moralina infecta. Donde hay preferencia por los parientes, desmedida o no, hay nepotismo. El étimo latino es nepotem, acusativo de nepos, nepotis, de la tercera declinación e imparisílabo, que significa «nieto» o «sobrino». Este último significado (que sobrevive en el catalán nebot) apunta al clero como estamento particularmente vulnerable al nepotismo, y así lo fue durante muchos siglos. Los nepotes resultaban ser a veces hijos naturales de los tonsurados, y de ahí que la misma Iglesia que persiguió en sus épocas rigoristas la simonía y el amancebamiento de sus sacerdotes fuera tolerante con el nepotismo, debilidad humana poco censurable en aquéllos que, según palabras de Pablo de Tarso, se hacían eunucos por el Reino.

El traslado del concepto a la política exigiría alguna matización, como que fuera condición necesaria para la existencia de nepotismo la alteración arbitraria y fraudulenta de los procedimientos de selección establecidos, o que, en el caso de tratarse de un cargo de libre designación, el pariente designado experimentase sustanciales incrementos en sus retribuciones o, más en general, escandalosas mejoras en sus condiciones de vida.

¿Es éste el caso del nombramiento de Luis Cueto como Coordinador General de la Alcaldía de Madrid? Aun sabiendo la relación de parentesco que lo une con la alcaldesa Carmena (y que yo ignoraba cuando escribí la columna del pasado domingo), me resisto a ver aquí nepotismo en sentido estricto, pleno e inequívoco. Se ha aireado la cifra que cobrará anualmente el coordinador por sus servicios y que duplica el salario de la propia alcaldesa, pero no creo que se aleje demasiado de lo que Cueto cobraba en los cargos que ha venido ocupando en la administración (el último de ellos, formando parte de un equipo ministerial del PP). Como la propia Esperanza Aguirre ha observado al respecto, en el caso de Cueto es absurdo insistir en lo del nepotismo. Nos impide entender lo que se ha producido y que, a mi juicio, no es otra cosa que la sustitución funcional de la alcaldesa por su sobrino político, o sea, el empoderamiento de Cueto a expensas de la kenosis de Carmena.

Algunos me han preguntado si estimo a Cueto. Puedo reconocer su eficacia técnica, pero esa no es la cuestión. La técnica sirve siempre a alguien, y Cueto está alineado con mis enemigos, con los antisemitas y la izquierda abertzale. Mientras esa situación persista, lo consideraré mi enemigo, pero en democracia hay que saber convertir al enemigo en el principal acicate político para impedir que cumpla su programa. Sabemos que la alcaldesa no tenía ninguno, sólo ocurrencias delirantes.

Respecto al Ayuntamiento de Madrid, el único programa de Podemos era, como se ha demostrado, calibrar las tragaderas de los vecinos mediante el despliegue de una parada de perversos polimorfos. No conocemos todavía cuál es el de Cueto, pero sospecho que tendrá que ver con la tecnificación del horror (sospecha que, a estas alturas, no se basa en un mero proceso de intenciones).

JON JUARISTI, ABC – 28/06/15