Nacho Cardero-El Confidencial

  • España, que tanto quiso comprometerse, figura en el puesto número 21 en el ‘ranking’ de los gobiernos que apoyan a Ucrania con armamento

Faltan apenas unos días para los seis meses de la invasión de Ucrania por parte de Rusia y la guerra ha dejado de ocupar un espacio destacado en las portadas de los periódicos. El conflicto se estanca y los muertos ucranianos cada vez parecen menos muertos y ocupan menos titulares. El conflicto tampoco concita gran interés por parte de los ciudadanos europeos, en general, y de los españoles, en particular. Las emergencias informativas se van superponiendo unas a otras y ahora la principal preocupación de los ciudadanos está en la cesta de la compra y en cómo sobrevivir a la inflación y al duro invierno energético. 

Se dijo de sacrificar parte de nuestro estado de bienestar para luchar contra Putin y defender la libertad y los valores occidentales, pero ya llevamos medio año y donde dije ‘digo’ aparece ‘Diego’. La opinión pública se ha ido de vacaciones y no quiere saber nada de una guerra y unas sanciones que están resultando más lesivas para la Unión Europea que para la propia Rusia. El caso español resulta paradigmático.

El equipo de relaciones públicas de Moncloa se ha valido de la sobreexposición del presidente del Gobierno, con sus giras a Kiev y sus discursos engolados, para venderlo como “el mayor referente europeo después de la marcha de Merkel”, unas palabras que suponen una provocación más que una reflexión a vuelapluma, pero que ayudan a conformar esos relatos tan del gusto del desaparecido Iván Redondo para colocarnos como real algo que dista mucho de serlo, confundiendo el ‘marketing’ con los datos. 

El Kiel Institute for the World Economy (IfW) es una organización, con sede en Alemania, que periódicamente monitoriza la ayuda militar, financiera y humanitaria prometida por los distintos gobiernos a Ucrania. Lo hacen así porque creen, con razón, que los discursos rimbombantes como los de Sánchez rara vez casan con las armas y dinero que llegan a las tropas de Zelenski.

El instituto llama la atención sobre la brecha que existe entre el apoyo prometido y el que finalmente se desembolsa. Tanto las entregas militares como las financieras, destaca el IfW, siguen estando muy por debajo de las necesidades de Ucrania y de lo que se le prometió al país. El impulso de nuevos compromisos se ha desacelerado en las últimas semanas y las últimas promesas resultan insustanciales.

Pues bien, ¿adivinan qué país se encuentra a la cola de los apoyos a Ucrania, según el IfW? Efectivamente. España, que tanto quiso comprometerse, figura en el puesto número 21 en el ‘ranking’ de los gobiernos que apoyan a Ucrania con armamento. Por delante de nuestro país se encuentran países tales que Luxemburgo, Bélgica u Holanda. Tampoco salimos mejor parados en el ‘ranking’ por ayuda económica en proporción al PIB, donde somos superados por Grecia y Portugal, entre otros muchos. 

Todo ello coincidiendo en el tiempo con varios temas sensibles que no han pasado inadvertidos en Bruselas. A saber: 

Tanques averiados: la ministra Margarita Robles ha asegurado hace apenas unos días que España no enviará a Ucrania los carros de combate Leopard, ya que “están en una situación absolutamente lamentable” y podrían suponer un riesgo para las personas. El Gobierno español es uno de los pocos de la OTAN que no han mandado armamento pesado.

Solidaridad energética: fue muy sonada y polémica la oposición de la vicepresidenta Ribera a la propuesta de la Comisión Europea para reducir el consumo de gas y aumentar las reservas para hacer frente a un posible corte de suministro por parte de Rusia. Su postura fue interpretada como una falta de solidaridad con los países más afectados. Le habían pedido un recorte del 15% y logró dejarlo en el 7%. 

Control de la Justicia: el intento de asalto a la Justicia por parte del Ejecutivo español está en el punto de mira de la Comisión Europea. Tan es así que ha amenazado a nuestro país con activar el procedimiento del artículo 7 del Tratado si continúa erosionando el Estado de derecho y la separación de poderes. 

Control de la prensa: por último, está la ley de secretos oficiales en ciernes, que prevé multas de hasta tres millones de euros para cualquier particular o empresa que difunda información clasificada, incluidos medios de comunicación. En Bruselas, permanecen atentos a la aprobación de la ley y a sus consecuencias en la libertad de prensa.

La Unión Europea empieza a darse cuenta de los bueyes que tiene aquí en España, que, por un lado, dicen una cosa y, por el otro, hacen la contraria. Nada diferente a lo que ocurre en otros países de nuestro entorno, es verdad. Lo que sucede es que en Bruselas tenían a Sánchez en alta estima. Consideraban que hablaba su mismo idioma y exhibía las mismas inquietudes. Hasta que se dieron cuenta de que, además de la Agenda 2030, Sánchez tenía agenda propia y que el voto de confianza que la UE concedió al presidente lo ha utilizado para enriquecer su relato y engrosar su currículo. 

El filósofo Daniel Innerarity aventuró que el desastre ucraniano tendría efectos positivos, que serviría para fortalecer la UE y acabar con la ola populista. Seis meses después de la invasión, ni la estrella de Sánchez parece emerger más allá de la Moncloa ni la UE avanza hacia la Europa geopolítica que anunció Borrell. Verdades a cañonazos.