Sorprende que el lehendakari muestre más confianza en lo que dice la izquierda abertzale que en los informes policiales -incluida la Ertzaintza- y en el Gobierno de su partido, que ha impugnado las listas de Bildu por constituir «el plan B de ETA». López juega con fuego y sus contradicciones pueden acabar pasándole factura.
LA PRESIÓN para blanquear a Batasuna y permitirle que pueda presentarse a las elecciones municipales aumenta desde varios frentes. Era previsible que en este momento crucial en el que los jueces deben decidir si ilegalizan las listas de Bildu, ETA diera un paso. Y lo ha dado. Ha remitido sendas cartas a las patronales vasca y navarra en las que anuncia que suspende el chantaje que ha venido ejerciendo sobre los empresarios de ambas comunidades mediante el impuesto revolucionario. ¿Por qué no cesó esa extorsión en el mismo momento en que anunció el alto el fuego?
Estamos ante un anuncio calculado, un ejercicio de propaganda de la banda con el que pretende generar expectativas de que, ahora sí, asistimos a una nueva etapa. El objetivo está claro: intentar que la sociedad vea con mayor indulgencia a la izquierda abertzale y facilitarle así el camino hacia su reconocimiento legal. Los palmeros de la banda acogieron ayer con alborozo la noticia, como si hubiera que agradecer a los terroristas que dejen de ejercer la extorsión, como si tuvieran algún título habilitante para recaudar o dejar de recaudar su macabro impuesto.
Entraba también dentro de la lógica nacionalista que el PNV moviera ficha. Ayer lo hizo su presidente, Urkullu, amenazando al Gobierno con retirarle su apoyo en lo que resta de legislatura si Bildu queda finalmente fuera de las elecciones. Hay que tener en cuenta que la izquierda abertzale es la muleta en la que el PNV se apoya en decenas de ayuntamientos, que es su potencial aliada y que supondría por tanto un descalabro para sus intereses que fueran ilegalizadas sus candidaturas.
Más inesperado era el apoyo de Patxi López a la estrategia a favor de Bildu. Sin embargo, el lehendakari ha afirmado que una «inmensa mayoría de los vascos» piensa que Eusko Alkartasuna y Alternatiba -los partidos coaligados con los batasunos– «ni están contaminados, ni juegan en la estrategia de ETA».
Sorprende que López demuestre más confianza en lo que dice la izquierda abertzale que en los informes de las Fuerzas de Seguridad -la Ertzaintza incluida- y llama la atención también que dé más credibilidad a los radicales que al Gobierno de su propio partido, que ha decidido impugnar todas las listas de Bildu por constituir «el plan B de ETA», la artimaña para responder a la ilegalización de Sortu por el Supremo.
López juega con fuego y sus contradicciones pueden acabar pasándole factura. Al PP le está poniendo muy difícil seguir prestándole apoyo. Es incomprensible que utilice su posición de lehendakari para sumarse a la pinza que está presionando al Gobierno y a los jueces en favor de la estrategia de ETA.
Pero pese a las cartas de la banda perdonando el impuesto revolucionario, las amenazas del PNV al Gobierno y la esquizofrenia política de los socialistas vascos, los datos son los que son. Bildu, tal y como demuestran los informes de las Fuerzas de Seguridad y recoge la Abogacía del Estado, es el resultado de una «operación dirigida y diseñada por el complejo ETA-Batasuna». La Fiscalía presentó ayer su recurso por el que impugna todas las candidaturas de Bildu y en él señala que esta coalición es el «cauce diseñado y controlado por Batasuna» para estar presente en los comicios.
El Supremo tiene ahora la palabra, y deberá pronunciarse antes del domingo. Como ya advertimos cuando el Alto Tribunal debatió la ilegalización de Sortu, sólo una democracia estúpida sería capaz de acoger a quienes tratan de destruirla.
Editorial en EL MUNDO, 29/4/2011