Gracias a la sensatez del electorado –nuestros líderes han hecho una campaña para echar a correr–, en España no sube la extrema derecha como en Holanda; no suben los viejos pistoleros como en Irlanda; no tenemos un fenómeno como Berlusconi, que barre; ni la izquierda se da un peligroso trompazo como en Francia o en el Reino Unido. Somos lo más sensato de Europa.
Es cierto que algún partido estará en estos momentos pesaroso por los resultados que ha tenido en las elecciones del domingo, pero uno, que no es precisamente un optimista antropológico sino más bien un admirador de lo foráneo y crítico feroz de esta España de pandereta y esta Euskadi de aurresku va y aurresku viene, le va a decir qué es lo que ve de bueno.
Primero, la gente ha ido a votar algo más que en las anteriores europeas. Y, segundo, no ha habido revolcones traumáticos en los porcentajes de votos recibidos por cada partido, a pesar de la grave crisis económica que padecemos. En lo político, gracias a la sensatez del electorado -no tanto a nuestros líderes, que han hecho en su mayoría una campaña para echar a correr-, España es un país muy estable; me atrevería a decir que el más estable en estos momentos. Pues no sube peligrosamente la extrema derecha como en Holanda, no suben los viejos pistoleros como en Irlanda -que aquí no han sacado escaño los de Otegi-, no tenemos un fenómeno del espectáculo como Berlusconi que barre, o la izquierda se da un peligroso trompazo como en la República Francesa de mis amores o en el Reino Unido. Si es que somos lo más sensato de Europa.
Nosotros, el pueblo emotivo, referente de aventuras románticas sin sentido, el que quema iglesias y padece por ahí afuera la leyenda negra de que todavía no es una auténtica democracia, resulta que tenemos el comportamiento electoral más sensato de Europa. Quién nos iba decir que en la Italia del eurocomunismo iba a reinar un peculiar y anciano multimillonario que tiene que organizar orgías para demostrar a su electorado que todavía sirve, porque si no sirve su electorado no le vota. Y que en el Reino Unido, patria del control del poder absoluto y reserva del parlamentarismo, todo ese patrimonio se ha ido al traste porque muchos diputados cambiaron la dignidad, una bajeza, por nuevos cuartos baños a cuenta del erario público. Y lo va a pagar la izquierda, que, ha coincidido, es la que ahora gobierna.
Y aquí, en Euskadi, ¡válgame el cielo!, mientras nuestro discreto Gobierno socialista intenta que se vea que la normalidad reina, que mantiene de realquilado de favor en la diputación de Álava al PNV, siendo la tercera fuerza, le sale José Luis Bilbao, el diputado general de Vizcaya, la esperanza blanca de la moderación del PNV, exigiendo que se blinde ya el Concierto Económico en Madrid y que a partir de ahora el Ejecutivo de Vitoria pague todas las obras pendientes del metro de Bilbao. Esas que él mismo solicitó y que mientras gobernaba Ibarretxe pagaba al cincuenta por ciento sin decir ni pío.
Pues bien, a pesar de todo, el PNV baja, el PSE sube y el PP, que tiene un papel bastante sufrido, aguanta el porcentaje de voto. Sensatez, divino tesoro.
Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 9/6/2009