EL MUNDO 08/12/15 – ARCADI ESPADA
· Escribo a toro por pasar y esta columna no puede incluir ningún juicio sobre la actuación de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría en el debate electoral de Antena 3. Quizá haya aportado algo positivo al partido y a la candidatura que representa.
Sería una novedad estimulante.
Las razones del prestigio político de la vicepresidenta, que han incluido, cíclicamente, la posibilidad de que sustituya a Rajoy son uno de los graves misterios de la legislatura. Y, aunque ayudan, no acaban de despejar la incógnita dos de sus características personales. La primera es que ha trabajado con amabilidad la prensa. Con los de abajo ha destacado su amable manejo del corrillo de los viernes y el clásico reparto de noticias en razón de una buena conducta mediática.
Con los de arriba, y sin dejar la amabilidad, constan sus advertencias, a veces algo crudas, sobre el lugar desolado que ocupan los medios en el panorama general de los negocios y su dependencia de la política. La segunda característica es que la vicepresidenta es una de esas mujeres que según el mainstream feminista no actúa como un hombre, y eso confiere una plusvalía de protección, cada vez más ligera pero aún perceptible, como esta noche misma se habrá demostrado.
Los blindajes, sin embargo, no acaban de explicar la distancia entre los hechos conocidos y el prestigio acumulado. Pasa por mi cabeza la legislatura y no encuentro una estrategia exitosa que haya llevado su autoría o una idea política clave que pueda identificarse con ella. Ni una frase encuentro, para qué vamos a engañarnos. Por el contrario, el catálogo de errores del gobierno la apunta directamente. Ni una política de comunicación eficaz ni una coordinación fluida entre los ministros ni la firmeza jurídica y política ante la actividad del gobierno desleal de Cataluña pueden contarse entre sus éxitos.
Es más: el único éxito objetivable, indiscutible, del gobierno Rajoy y el que le va a dar la victoria electoral, es una gestión económica de una brillante obediencia. Un éxito que no roza a la vicepresidenta, y ministra y portavoz, más que de un modo obviamente sindicado.
Más parece que Rajoy hubiera enviado a todos sus opositores, y aspirantes, a debatir juntos.