Cuando tuvo uno la primera noticia de la rueda de prensa que mantuvieron en Roma los primeros ministros de Italia, España y Portugal y oyó a Mario Draghi decir: “Gracias, Antonio” tras  la alocución de nuestro presidente, se le escapó un “qué más quisiéramos nosotros”, porque incluso dentro del socialismo todavía hay grados. ‘El Debate’ daba ayer una versión alternativa, que el ‘gracias, Antonio’ de Draghi fuese dirigido al primer ministro portugués. De hecho, lo dice volviendo la cabeza hacia António Costa. Es verosímil, pero tiene dos problemas lógicos. El primero eran las últimas palabras de Sánchez: “Así que con estas palabras termino y agradecer (sic) de nuevo la hospitalidad del pueblo italiano y del Gobierno italiano y del primer ministro, Draghi”. La lógica de la conversación pedía que el destinatario de la despedida hiciese un acuse de recibo. Por ejemplo, ‘gracias, Antonio’. Pedro, Antonio, incluso Francisco, qué más daba, ya lo cantaba Concha Piquer en ‘No me llames Dolores, llámame Lola: “Si te llamas Francisco, llámate Antonio,/ que Antonio se llamaba mi primer novio,/ mi primer novio”.

Por otra parte, la gratitud no se expresa por adelantado y Draghi habría sido un malqueda extraordinario si hubiera dejado caer en el silencio la amable despedida de Sánchez, para agradecer a Costa lo que aún no había dicho. Y si los hechos hubiesen transcurrido como dice ‘El Debate’ el resultado no habría sido más halagüeño para el nuestro, sería una versión oratoria de la cobra, algo que en Ejecutivo de los 23 se practica en familia: El doctor Antonio había ascendido del trantrán municipal a la dudosa gloria ministerial a la alcaldesa de Gavá, Raquel Sánchez, y le encargó Transportes, Movilidad y Agenda Urbana. La mujer debió de emocionarse con la arrebatada respuesta de su colega Fernando Grande al interpelante de Vox, Ignacio Gil Lázaro, y después del caluroso aplauso que compartió con todo el grupo socialista, le tendió la mano derecha cruzando el pasillo que separaba sus respectivos escaños sin que el ministro del Interior se diese por enterado. El grupo parlamentario que apoya al Gobierno es un nido de cobras. Fueron tres segundos de suspense hasta que la mano desairada volvió a su sitio. Esta es una prueba evidente de la talla de nuestro primer ‘head hunter’: a su infalible ojo clínico suma la legendaria mirada del tuerto, es un gafe el tío. Él selecciona a una perfecta mediocridad para un cargo que le viene ancho, pongamos Salvador Illa para Sanidad y esta inútil en Transportes.  Ninguno sabe nada de las materias que les ha encomendado, pero no les quería para la gestión sino para mejorar la relación con el carajal de Cataluña. Y llegó el tuerto a echarles un vistazo: el Covid19 a Illa y la mayor huelga de los transportes que hayamos conocido a ella, que quería solucionar la huelga mediante el diálogo, pero negándose a sentarse con los convocantes.

No se resolvió bien para el doctor la rueda de prensa de Roma. Y luego, un hombre que vive para las fotos quedó orillado en la de la OTAN, en la cuarta fila, a la extrema derecha,-vaya por Dios-, del espectador, junto al primer ministro de Macedonia, Dimitar Kovacevski, que lleva dos meses en el cargo, pero que guarda con él una distancia sanitaria. Al fin y al cabo, Macedonia del Norte acaba de eliminar a Italia en los previos del mundial de Qatar, un respeto.