• Nos jugamos mucho en este envite, con consecuencias para todos

Días de locos. Cumbre de la OTAN, reunión del G20 y cita europea con el asunto energético sobre la mesa. Todo ello rebozado en el espeso atasco nacional provocado por la huelga del transporte. ¿Resultado? Variado. Como sabe, en el terreno internacional, cuanto más grave y complejo es un asunto, más aquilatada y difusa es la solución. La cumbre de la OTAN consiguió su objetivo de cerrar filas, apretar la defensa de los países limítrofes con el conflicto, mantener la presión sobre Rusia y aumentar las ayudas a Ucrania. Quedaron en el aire las advertencias americanas de la posible utilización rusa de armas químicas y biológicas, lo cual plantea un grave dilema. ¿Cuál será la respuesta a su uso si los efectos de tales armas alcanzan a territorio de la Alianza? Los cascotes de un misil que impacte en un objetivo situado a 20 kilómetros de la frontera no llegan a Polonia, pero los agentes biológicos pueden hacerlo. ¿Desatará el artículo 5 del Tratado que obliga a responder y arropar al agredido? No quedó claro, más allá de la afirmación genérica de que tendrá consecuencias. La inteligencia americana insistió en la intención rusa de invadir Ucrania, días antes de que se produjese. Confiemos en que está vez no acierte en su pronóstico.

La huelga, o el paro como quiera llamarse, del transporte terminó en acuerdo parcial. Las patronales más representativas aceptaron la última propuesta del ministerio, que duplica las ayudas ofrecidas inicialmente. Sin embargo, la organización que inició la huelga se niega, a pesar de haber doblado el brazo de la ministra y conseguir ser recibida por ella. Incluso no consta que, esta vez, les insultase. Esta ministra es nefasta y se ha ganado a pulso su dimisión -que obviamente no se producirá- por su manifiesta incapacidad para gestionar un problema tan complejo y por su inconveniente exceso de prepotencia. Su incapacidad quedó demostrada al necesitar la ayuda de la vicepresidenta Calviño y la ministra de Hacienda, Montero, en marcada diferencia con el ministro Planas que, él solito y en un par de días, consiguió un acuerdo con los pescadores. Mañana mismo veremos si el riego del dinero es suficiente para calmar los ánimos y desinflar la huelga o si se mantiene el hartazgo y la desesperación de los huelguistas. Nos jugamos mucho en el envite, porque sus consecuencias se difunden como mancha de aceite por todo el tejido productivo.

Y al final del viernes llegó la mascletá energética. Pedro Sánchez se encontró con la cerrada oposición a su propuesta de desligar el gas de la electricidad de los mandamases alemanes y holandeses. Tuvo que jugar fuerte y consiguió, ‘in extremis’, una salvedad ibérica que le permite volver de Bruselas herido, pero vivo. La decisión tiene carácter excepcional y temporal. Necesita más concreción, pues la UE no quiere que la excepción permitida ahora se convierta en regla general y permanente luego. Y falta por ver cómo se implementa, porque se pueden topar los precios a los que el gas entra en el sistema marginal de formación de los de la electricidad, pero eso no evita que haya que comprarlo a la elevada cotización de un mercado internacional insensible a nuestras penurias nacionales. ¿Cómo se cubre la diferencia? Pues con dinero extra. Un dinero que esta vez no saldrá de los Presupuestos, sino del propio sistema, generando un nuevo déficit de tarifa, que vaya usted a saber cuándo y cómo se colma. Eso queda para otro día.