Niños

Jon Juaristi, ABC, 25/3/12

Una de las características más clásicas del antisemitismo es su encarnizamiento con los niños judíos

CUANDO se dice «Israel», el antisemita entiende «judíos», de modo que la reprobación de la política del Estado de Israel cae sistemáticamente sobre todos los judíos del mundo. Como las reprobaciones antisemitas de Israel lo pintan (o lo dibujan) como un Estado criminal, y racista, todos los judíos quedan de inmediato estigmatizados como racistas y criminales, o sea, como nazis. Esto es exactamente lo que acostumbraba hacer don Carlos Romeu en sus alegres viñetas de El País recuperadas por Televisión Española. Y a un judío convertido en nazi se le puede matar, como nos recordaba esta misma semana Gabriel Albiac, con absoluta buena conciencia.

Sin embargo, hay una pequeña diferencia entre la percepción general del nazi y la concepción antisemita del judío. A nadie en su sano juicio se le ocurre considerar nazis a los niños alemanes de la época hitleriana, pese a que todos ellos, empezando por el niño Joseph Ratzinger, fueran obligatoriamente encuadrados en organizaciones infantiles nazis donde se les inoculaba el veneno totalitario. Los niños no son nazis, ni fascistas ni comunistas, aunque se les disfrace de balillas o de pioneros. Una de las escenas más repugnantes que he presenciado en mi vida fue una entrevista televisiva a un famoso escultor vasco rodeado de turiferarios que le reían las gracias mientras contaba que cuando en abril de 1937 tuvo noticia en Argentina del bombardeo de Guernica por la Legión Cóndor, tramó con un piloto de aviación amigo suyo, también vasco, bombardear el Luna Park de Buenos Aires durante la fiesta anual de la comunidad alemana, sólo para matar unos cuantos niños rubitos y arios. Estas salvajadas verbales no deben ser toleradas ni en tono de choteo, y menos desde una televisión pública, como era el caso.

Pero los antisemitas de pro no distinguen entre niños y adultos cuando de judíos se trata, y a la hora de pintarlos (o de dibujarlos) como nazis, se esmeran en procurar que no se note la diferencia. Es lo que hace Romeu, cuyos monigotes representan niños —o falsos niños profiriendo sandeces de adulto progre—, y cuyos (falsos) niños judíos se ajustan a los estereotipos antisemitas del autor, lo que parece divertir tanto a los autores del reportaje sobre humor gráfico emitido el 15 de marzo por La 1 de TVE en el Telediario de las 21 horas, que seleccionaron una de las más viñetas más judeófobas del supuesto humorista, sin que hasta ahora la Dirección del ente se haya dignado dar la mínima excusa o explicación de semejante indecencia.

En España se está alimentando el odio a los judíos de una forma irresponsable y estúpida. Tras los asesinatos de Toulouse, el Gobierno francés se ha comprometido a perseguir con todo rigor las agresiones antisemitas, físicas o simbólicas. Se diría que al Gobierno español no parece incumbirle el hecho de que se ataque a los judíos desde los medios de comunicación públicos. ¿Pretende acaso que a los niños que, como mi hijo, estudian en colegios judíos españoles los proteja el Estado de Israel? Si se nos sube los impuestos, como a todo el mundo, no creo abusivo que los judíos de España reclamemos del Estado bajo el que vivimos el cumplimiento, también con nosotros, de la más elemental de sus funciones.

Jon Juaristi, ABC, 25/3/12