José Alejandro Vara-Vozpópuli

El Gobierno más progresista del mundo, desbaratado por la chicharrera, asfixiado por la calorina, apenas logra dar un paso sin agarrarse a la memoria del dictador

Un Gobierno achicharrado, más por el recibo de la luz que por los termómetros incandescentes del apocalipsis climático, se ha abonado a la fórmula del ‘no, bonita’, patentada por Carmen Calvo, para desmentir o rechazar cualquier anunciado que le incomode o perjudique. «El feminismo no es de todos, no bonita, no bonita», fue la frase, de las muchas vertidas, por la que la entonces vicepresidenta de la Memoria pasó a la definitiva posteridad.

Los escasos miembros del Ejecutivo que permanecen estos días de guardia apenas logran achicar la tremenda vía de agua que amenaza con llevarse todo por delante. Moncloa ha pasado en forma súbita de las ‘medallas de oro’ de las vacunas a los récords mundiales del precio de la luz. Un estropicio superlativo que se reflejaba en el gesto de mosqueo del presidente del Gobierno durante su absurda comparecencia en Lanzarote en homenaje a un escritor, comunista y portugués, del que posiblemente no ha leído ni una línea. Bronceadito y tenso, quijada de cemento y mirada de amianto, con plasma y sin preguntas, Sánchez habló del éxito de las vacunas y de los peligros de los incendios forestales.

Poco se explayó con lo segundo porque las llamas llevan a los calores, de ahí al aire acondicionado y, directamente, al recibo de los demonios. ¿Nadie sabía que el precio de la energía se iba a disparar durante todo el mes?, gritaba un asesor presidencial por los alrededores de La Mareta. «No se podía saber», se escuchaba de nuevo el eco tontuno y monocorde del argumentario de los peores tiempos de la pandemia. Las mil y una noches de las vacaciones se Sánchez se han transformado en un cuento de Poe.

En su desesperación, la atribulada ministra ecológica habla incluso de nacionalizar las centrales hidroeléctricas, tal y como le reclama la parte morada del Gobierno

Alguien tendrá que pagarlo. Los grupos de guasap socialistas echan humo. Un agosto a la parrilla en el que todo es chisme, intriga, bulo, lío, barrunto y chascarrillo. El PSOE, ya sin Ábalos al frente, es un piélago erizado de cotorras y comadreos. Sánchez es insensible e implacable. Se adivinan víctimas propiciatorias, chivos expiatorios, algún inútil sin padrinos que pague el pato. Demasiado pronto para otra escabechina. No ha cumplido un mes este equipo ministerial y ya se le ha puesto cara de difunto. Teresa Ribero, la titular ecológica, prometía cuando Filomena controlar el precio de la energía y aplacar los espasmos del sector.

No ha dado ni una. En su desesperación, habla incluso de nacionalizar las centrales hidroeléctricas, tal y como le reclama la parte morada del Gobierno. Tras la epopeya del Valle toca adentrarse en la aventura de los pantanos. «No bonita, la culpa es de Aznar y Rajoy«, había argüido como excusa la exportavoza M.J. Montero. «No bonita, la culpa es de Franco«, parece responder Ribera, definitivamente peleada con su coiffeur y cada día más alejada de la grácil empatía de las nuevas ministras smile que acaban de aterrizar al Gabinete. El Gobierno más progresista del mundo apenas logra dar un paso sin aferrarse a la memoria del dictador.

Zancadillas y navajeos

Desbordado por los desastres, superado por su ineptitud, este equipo de incompetentes se afana ahora en sacudirse culpas y señalar responsables. Ya no es un Ejecutivo, es un grupete de delatores, soplones y chivatos, ofuscados en la zancadilla y el navajeo. Todos se miran de reojo. Nadie se fía de nadie. Manotean febrilmente entre el desconcierto y el pavor. Así Albares, jefe de la diplomacia (o lo que sea que se expende en el Palacio de Santa Cruz) ha pasteurizado la estrategia contra Rabat de su predecesora Laya. Así Alegría, guía de la Educación, ha congelado el entierro de la concertada programado por Celáa. Así su Sanidad Darias ha arrinconado el desguace catalán del MIR. Así la mentada Mariajesús Montero ha laminado la alucinación fiscal de Escrivá contra Madrid. No, bonita. No, bonita. Donde dijiste digo…Y así sucesivamente.

Sánchez se encabrita. No era este su plan. Tocaba ahora el relajo agosteño mientras media España, «esa mediocridad contenta de ser mediocre y de que nada le amenace con dejar de serlo», como decía un conocido maître de Chamberí, se desparramaba tranquilamente entre la paella y la arena, ambos elementos compartiendo el plato. No están saliendo así las cosas. La sobrecarga eléctrica ya ha hecho saltar algún fusible y se teme un estruendoso apagón. Moncloa busca a la carrera un antídoto. Un Macguffin, un trampantojo para desviar la atención. La trompetería de la vacuna ya no da para más. Mucha atención Ayuso, estos volverán a por ti.