Rubén Amón-El Confidencial
¿Cuál hubiera sido el impacto político y electoral del veredicto de haber trascendido antes de las elecciones generales del 10 de noviembre?
Cabe preguntarse qué hubiera sucedido en las urnas si la sentencia devastadora de los ERE hubiera trascendido unos días antes del 10-N. Era lo previsto, pero el tribunal esgrimió unos misteriosos motivos técnicos para demorar el sacrificio político y judicial de Chaves y Griñán.
Es verdad que no se le puede reprochar al PSOE de Sánchez la ‘herencia recibida’, pero la sentencia hubiera supuesto un golpe de guion en los comicios. No ya por la importancia que implica la condena a dos presidentes, sino por el retrato atroz de una cultura política subordinada al principio de la red clientelar. La sentencia desnuda un sistema, avergüenza un régimen, escarmienta la perversión que supone robar a los andaluces el dinero que debía sanar el problema estructural del desempleo.
Pedro Sánchez expondrá su propio relevo como la expresión de la regeneración socialista, pero no fue tan sensible con el pasado cuando forzó la moción de censura de Mariano Rajoy. Ni siquiera estaba imputado el líder popular. El PSOE convertía el símbolo de la Gürtel en el espejo nauseabundo de un partido cuya ilegitimidad ética exigía evacuar la Moncloa.
Ahora la ocupa Sánchez. Y lo hace constreñido a espantar los fantasmas de Chaves y de Griñán. Debe sentirse el presidente del Gobierno como un epígono de Macbeth entre espectros del pasado y cavilaciones contemporáneas. No parece en peligro la coalición, entre otros motivos porque Iglesias no quiere amenazar su vicepresidencia, pero sobran las razones para que aparezca un crespón negro en la fachada de Ferraz.
Manuel Chaves y José Antonio Griñán presidieron en PSOE central desde 2005 hasta 2014. Han sido ministros del Gobierno y señorías. Representan el linaje del socialismo andaluz y todo el poder de la Junta de Andalucía. Chaves ha sido condenado por prevaricación. Griñán comparte el mismo delito y debe expiar seis años de cárcel por malversación de fondos.
Quiere decirse que la sentencia despeja la incógnita de la X. No podía organizarse un sistema de corrupción sin la complicidad implícita o explícita de la jerarquía, aunque el veredicto es igualmente severo con los cargos inferiores: toda la cúpula de Empleo terminará inhabilitada o entre rejas.
No es una sentencia, es una masacre, de tal manera que las secuelas del escándalo de corrupción no deberían limitarse a una elegía de tiempos pasados. Las condenas tambalean al PSOE. Y hubieran provocado un evidente estropicio electoral de haber trascendido antes del 10-N.
Dan ganas de llamar a José Bono. Y de preguntarle por la barbacoa en la que lo imaginamos atareado, pues decía esta mañana ‘chez’ Alsina que pondría la mano en el fuego por Chaves, Griñán y Magdalena Álvarez, también ella inhabilitada. Huele a carne quemada el PSOE. Carne de vieja gloria, es verdad, pero el hedor no puede disimularse con un comunicado aséptico en el que dice respetarse la independencia de la Justicia.
El argumentario ya nos lo sabemos. Nos dirán los portavoces socialistas que Griñán y Chaves fueron ya forzados a dimitir—-la cabeza la pidió Ciudadanos como punto innegociable del acuerdo de gobierno andaluz— y que los andaluces penalizaron en las urnas al PSOE de Susana Díaz.
Estremece imaginar que hubiera sido ella la lideresa del Partido Socialista. Y que ahora estuviera expuesta a abjurar de mamá y de papá, como si no los conociera. Sánchez es un hombre de instinto y de suerte.
Será presidente del Gobierno, no ya porque su papel de Espartaco dista mucho de la nomenclatura del PSOE andaluz, sino porque el imperativo que excluye otras elecciones también le sirve ahora para encubrir la secuela y la marea de uno de los mayores escándalos de la política española.
Y no imaginamos que vaya a urdirse una moción de censura. El pulso de los ERE contra la Gürtel, y viceversa, ha representado la dialéctica del bipartidismo en asuntos de corrupción. La Gürtel derribó extemporáneamente a Rajoy, mientras que los ERE serán una nota a pie de página en el ‘Manual de resistencia’ de Pedro Sánchez.
El presidente en funciones era concejal del Ayuntamiento de Madrid cuando se precipitó el terremoto andaluz. Rajoy presidía el PP cuando sobrevino la Gürtel. Son evidentes las diferencias y las responsabilidades. Y no tendría sentido pedir la dimisión del líder socialista ni organizarle una moción de censura nada más investirse presidente, pero la fecha extemporánea de la sentencia de los ERE indulta al PSOE de un escándalo de corrupción que lo hubiera hundido.