Eduardo Uriarte-Editores
Una de las primeras cosas que descubrió mi amigo Onaindia al salir de la cárcel es que el lenguaje doctrinario del nacionalismo vasco transformaba el significado del concepto con el calificativo que le adjuntaba. Así, sabiendo como sabía lo que significaba tener derecho, éste variaba mucho, podía ser cualquier cosa, probablemente lo que quisiera su emisor, si a derecho se adjuntaba lo de derecho histórico. Entonces, su significado se perdía en la nebulosa de los tiempos, o, lo que es más probable, en lo que querían que significasen sus emisores.
Podíamos haber aprendido la lección pensando un poco en lo que significaba “democracia orgánica”, la del Caudillo, que no era democracia sino dictadura, pero no le prestamos atención, lo despreciamos, porque al fin y al cabo eran unos fascistas. Sin embargo, muchas falsificaciones conceptuales que se ofrecen ahora con envoltura progresista podíamos haberla identificado aprovechando el tiempo estudiando el lenguaje totalitario que el franquismo nos ofrecía gratis junto a la prolongada beca de Instituciones Penitenciarias.
La democracia no necesita adjetivo que la falsifique, puede disponer de aquellos que la identifiquen para una época, clásica, moderna, o que la categorice en determinado plano, filosofico, teórico, o por sus formas de ejercicio, deliberativa, participativa, directa, representativa, pero calificaciones como plena, orgánica, perfecta -ahora el ministro Garzón inaugura nada menos que la de férrea-, son propios de otros sistemas idealistas, como el despotismo, las dictaduras, los totalitarismos. Es decir, lo que no son democracias, gato por liebre, que fue lo que vendieron los marxismos populistas del mundo árabe y así fracasaron, propiciando frustración y el fundamentalismo religioso. Por cierto, mucho socialismo pero sus líderes vivían como el de Galapagar.
La democracia es un producto del racionalismo y de las relaciones comerciales, los dioses no se llevaban bien con ella, ni el militarismo tampoco. Nace del burgo, de la ciudadanía -preciosa la deducción que se observa en la Ideología Alemana de la extensión de las libertades de la ciudad, de la ciudadanía, a todo el espacio político-. Es una concepción modesta, humilde, hija de un filósofo menestral, “el menos malo de todos los sistemas”, concebida de una forma dinámica, porque su virtud reside que siempre ha de ser perfectible. Porque un problema solucionado suele generar otro que hay que solucionar. No es un sistema para dogmáticos, para marxistas barriobajeros, o de asamblea de facultad o de compañeros del metal, que suelen lo mismo, más dados a concepciones religiosas, anarquistas, que a asumir el racionalismo y la tolerante relación como guía política. Fascistas de izquierdas.
Acerquémonos a Andrea Greppi (“Concepciones de la Democracia en el Pensamiento Político Contemporáneo”), para el que, a manera de conclusión, la “democracia no es el reflejo de una doctrina…sino la suma de una serie de prácticas…, aquellas en las que se da una disposición favorable a la resolución pacífica de los problemas”. No precisamente justificando las algaradas incendiarias y saqueadoras (nada menos que desde el Gobierno) debido a que no es una democracia perfecta. El que justifica esto no está por la democracia, está por otra cosa.
Cuando Iglesias enuncia el concepto democracia plena, y el resto cae en la trampa, y le contraponen el The Economist -que a pesar de bajar en el escalafón con este Gobierno todavía ahí seguimos-, se está refiriendo, adjetivándola él, al concepto que él tiene de su democracia, cuando ésta debiera ser abierta para todos. Posiblemente esté pensando en la democracia bolivariana, que a su vez es revolución, a su vez hambre y miseria, caciquismo de izquierda, arbitrariedad, tiranía, y nada de democracia a secas, que es la que vale.
Debiera estar abierta a todos. Democracia para todos, pero ya avisó a la derecha, con qué derecho, que se olvidara de gobernar. Aprendiz de dictador que justifica los ataques a la democracia porque no es una democracia plena -la destrucción de la democracia por el esencialismo democrático como presentara magistralmente Ruíz Soroa en su “Esencialismo Democrático”-. La suya, la que no es democracia.
Ya sabemos lo que pensaba de la democracia el Caudillo, pero ¿qué piensa de esto Sánchez? Que, por supuesto, vivimos en una democracia plena, con un estado de alarma más largo que los que dictara el Caudillo, con el Gobierno más dado a los decretos leyes que hayamos conocido, amenazante con la judicatura, liberal ante la sedición, mezquino -Madrid corazón de España (Alberti)- y agresivo con el centro derecha, aliado con los sucesores de HB-ETA… No es de sorprender que use el concepto empleado por Iglesias: democracia plena. Posiblemente, también la suya.