CARMEN MARTÍNEZ CASTRO-EL DEBATE
  • A Sánchez le hubiera encantado que su investidura se hubiera producido en medio de tumultos similares ante el Congreso. Nada mejor que ofrecerse ante el mundo como un nuevo Biden, un demócrata acosado por hordas de radicales que no aceptan el resultado electoral
El día que la reportera de la Sexta apareció informando desde Ferraz con un casco, como si estuviera cubriendo la guerra en Gaza entendí toda la operación de propaganda. Ignoro quién está detrás del circo que cada noche se organiza en las inmediaciones de la sede del PSOE, pero sí sé que su principal beneficiario es Pedro Sánchez. Los cánticos del Cara al Sol, el histrionismo de las consignas que se corean y los altercados al término de las concentraciones vienen a contaminar de radicalidad y violencia el gigantesco y pacífico clamor social contra la amnistía. No existe mejor regalo para Pedro Sánchez.
Los contenedores quemados y las cargas policiales espantan a buena parte de los ciudadanos que no comulgan con ese tipo de protestas ni entienden una deslegitimación de la policía idéntica a la que habitualmente escuchamos en grupos de extrema izquierda violenta. Lo siento, acaso soy muy antigua, pero yo todavía apoyo a las Fuerzas de Seguridad. Además, todo ese jolgorio le brinda a Sánchez la coartada perfecta para presentarse como una víctima de la extrema derecha y mantener prietas las filas de sus seguidores. La noticia ya no es la inmoralidad de la ley de la amnistía sino los excesos en las protestas contra la misma. Todos los Cercas de España pueden dormir tranquilos y seguir votando a Sánchez; no les queda más remedio que tragarse las cesiones a Puigdemont porque una docena de niñatos han cantado el Cara al Sol en Ferraz.
A Sánchez le hubiera encantado que su investidura de esta semana se hubiera producido en medio de tumultos similares ante el Congreso. Nada mejor que ofrecerse ante el mundo como un nuevo Biden, un demócrata acosado por hordas de radicales que no aceptan el resultado electoral. Pero eso, que sí le pasó a Rajoy en 2016, no le ha ocurrido a Sánchez: las hordas no aparecieron por parte alguna y la sesión parlamentaria transcurrió con absoluta normalidad. El único episodio de violencia se produjo dentro del perímetro de seguridad fijado por un operativo policial disparatado; 1.600 agentes desplegados en la zona y no hubo uno solo que impidiera la agresión al diputado socialista en un bar cercano al Congreso. ¡Ya es mala suerte!
No hubo asalto al Congreso ni la menor intención de llevarlo a cabo, pero sí hubo 48 horas después una gigantesca y pacífica protesta cívica contra la amnistía, que volvió a colapsar el centro de Madrid. Una imagen, que al igual que las del pasado fin de semana en toda España, desnuda a Pedro Sánchez ante Bruselas. Incluso la prensa internacional, siempre tan dada a pensar que la democracia española está a medio construir, parece sorprendida por la aplastante respuesta ciudadana en apoyo de nuestro estado de derecho.
Cuando remataba este artículo, un amigo me envió su foto desde la manifestación de Cibeles con esta frase: «De Kiev a Varsovia y hoy en Madrid, los que protestan con banderas europeas en sus manos, tendrán la Historia de su lado…». Amén.