Pedro Sánchez promete (o perjura, que viene a ser lo mismo)

Dicen los arúspices que el Gobierno que maquina Pedro Sánchez tendrá menos ministerios, no 22, sino 17. Esto, en sí mismo, es una buena noticia: a partir del martes habrá menos idiocia en los Consejos de Ministras y Ministras y salvo que Sánchez consiga un milagro de concentrar la burricie en menos personas, esta disminuirá.

La izquierda viene a ser así, no lo ha inventado Sánchez. Cuenta Jean François Revel en sus portentosas memorias ‘El ladrón en la casa vacía’ que en una época asesoró a Mitterrand, un tipo con las mismas hechuras intelectuales y morales que este nuestro, aunque el francés tenía más talento. No demasiado en opinión de Revel. Hay que recordar “el programa común de gobierno” que firmó con los comunistas y que determinó uno de los mayores disparates del Gobierno francés: la nacionalización de la banca y de once grupos industriales estratégicos en 1981, lo que llevó al borde de la bancarrota a la economía francesa. Además, aprobó unaimportante subida de impuestos, la ampliación de los trabajos del sector público y el aumento del gasto social. ¿Vamos pillando la analogía?

Pocos años más tarde, Mitterrand empezó a recular, sin que en ningún momento se produjera un reconocimiento de sus errores. “¿Errores en relación con qué?” se pregunta retóricamente Revel. “Desde su punto de vista y su criterio, una idea no es verdadera ni falsa. Es eficaz o no en relación con el poder (…) Si una idea se muestra o se vuelve ineficaz es abandonada como se abandona un vehículo averiado para subir a otro. No hay de qué arrepentirse.

Así que en vista del dudoso éxito nacionalizador, Miterrand empezó a privatizar y aquella experiencia sirvió para que un neófito Felipe González tuviera una visión bastante clara de qué tonterías había que evitar en el terreno económico. Lástima que Pedro Sánchez, impúber por entonces, no haya salido con inclinación a las lecturas provechosas.

Una de las frases clave del despiadado retrato que Revel clava en sus memorias es: “El talento de Mitterrand es el de un purasangre de la oposición. Incluso cuando tiene el poder se comporta como si estuviera en la oposición, pues dedica los mayores esfuerzos a vituperar y burlarse de la minoría”. De ahí que sus mejores momentos políticos fueron cuando presidió los gobiernos de cohabitación con la derecha: “Era a la vez jefe de estado y líder de la oposición, por lo que disfrutaba de las ventajas de la presidencia mientras se divertía destruyendo al primer ministro”.

Cómo no recordar lo de vituperar y burlarse de la minoría, cuando aún tenemos frescas las carcajadas de Sánchez, híbridas de risa caballar y rebuzno (la mula Francis) a propósito de la aseveración de Feijóo de que no había querido gobernar a cualquier precio, pero lo esencial es que el habitante de la Moncloa es otro purasangre de la oposición. Su discurso de investidura parecía una interpelación al ‘auténtico’ presidente del Gobierno, que en el hondón de su subconsciente debía de ser Alberto Núñez Feijóo.

Ayer se produjo la toma de posesión por Pedro Sánchez ante el Rey, que mostró en todo momento un semblante severo, casi adusto, pero es que oír a este pavo: «Prometo, por mi conciencia y honor, cumplir fielmente con las obligaciones del cargo de presidente del Gobierno, con lealtad al Rey, y guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado” le pone adusto a cualquiera.