Tonia Etxarri-El Correo
Persiste la obsesión por dividir este país en bandos
Más que pactos, han sido batallas. No siempre entre bloques de derechas o izquierdas. Allá donde el nacionalismo tiene desplegada su influencia, el litigio sobre los gobiernos locales ha centrado el debate entre los defensores de la unidad constitucional y los impulsores de la ruptura de España. Y ha entrado en escena el tercer elemento. Derechas, izquierdas y nacionalistas, que unos son radicales de izquierdas y otros, depende. En Euskadi los pactos han producido algún sobresalto cuando el PNV o el PSE han recurrido a EH Bildu para satisfacer sus intereses. Pero la entente de Ajuria Enea se ha reforzado.
Aparte de que el PNV haya demostrado en un par de municipios alaveses su avidez por hacerse con el poder arrebatando al PP las alcaldías y poniendo en guardia a Alfonso Alonso, que ya ha avisado que no se lo pondrá fácil a Urkullu a la hora de aprobar los Presupuestos, todo va encarrilado. El PNV mandando, los socialistas acompañando y EH Bildu intentando competir con el partido hegemónico valiéndose de Podemos. Y el PP agarrado a la tabla del Parlamento vasco para intentar recuperarse.
Las batallas de Madrid, Barcelona y Pamplona han sido escenarios en los que se ha mascado la tensión del mercadeo hasta el tiempo de prórroga. Pero las aguas han vuelto a su cauce. El PP ha compensado sus malos resultados electorales con unos fructíferos pactos que han permitido a Pablo Casado recuperar cierta fortaleza dentro de su partido. Ha perdido grandes alcaldías pero vuelve a tener Madrid.
La plaza que se habían disputado como un trofeo entre el centro derecha dividido y la izquierda populista unida. Finalmente, el tercer elemento fue decisivo para este desenlace. Por mucho que haya disimulado Ciudadanos. Porque Vox va aprendiendo a negociar. Y quien va atrayéndolo hacia el lado razonable ha sido el PP. Se están haciendo unos especialistas en tensar al máximo la capacidad de encaje de los socios que no quieren acercarse a ellos aunque los necesitan (Ciudadanos) pero al final eligen la alternativa al populismo de izquierdas. En Madrid, como en Andalucía, les ha funcionado. A pesar de la presión que ha sufrido Rivera por haber coincidido con el partido de Abascal.
Pero Vox no es como Le Pen. Por mucho que el PSOE quiera encuadrarlo en la zona ‘ultra’ para justificar sus posibles alianzas con populistas y nacionalistas. Lo llegó a reconocer Julio Anguita, quien llamó la atención sobre la exageración intencionada que se estaba haciendo con la «amenaza» de Vox. O el propio economista Manuel Conthe, que insiste en que esta formación radical de derechas no mantiene actitudes violentas ni antidemocráticas, propias de los fascistas.
Pero quienes desde la izquierda pretenden presionar a Ciudadanos seguirán agitando el espantajo de la ultraderecha para condicionar la última parte de esta jugada: los gobiernos autonómicos y la investidura. Porque el partido aún no ha terminado. La alianza de centro derecha y el enojo de ERC puede provocar un giro en los planes de Sánchez.
En Barcelona, el regalo de los tres votos de Valls a Ada Colau ha desplazado al ganador de las elecciones. Maragall se ha quedado sin el bastón de mando. El independentismo, gracias al exmandatario francés y los socialistas catalanes, ha sido sustituido por el populismo. Valls se la ha jugado provocando una crisis en Ciudadanos, que ven en Ada Colau a una independentista camuflada. Mientras, los republicanos calculan con qué moneda le pagan a Sánchez, al que ya dejaron colgado a la hora de aprobar los Presupuestos.
En Navarra, el PSOE ha permitido gobernar a los ganadores en Pamplona y en localidades como Estella para evitar cualquier espacio de coincidencia con EH Bildu. ¿Qué hará María Chivite con el gobierno de la comunidad foral? Hasta hace tres días Pedro Sánchez ya no necesitaba las dos abstenciones de UPN en el Congreso porque ERC le había garantizado la investidura. Hoy las tornas han cambiado. Los republicanos insisten en su referéndum de independencia. En las zonas donde el independentismo tiene influencia y no se resigna a perder el poder se han registrado brotes de intolerancia que no encajan en una sociedad democrática. En Barcelona contra Colau. En Pamplona contra la concejala socialista Maite Esporrín, la que entonó el ‘agur Asirón’ en la noche electoral. Gente de mal perder. Intolerantes. Acusan a otros de fascistas y se comportan ellos como tales. Persiste la obsesión por dividir este país en bandos. Así seguimos. Y Sánchez deshojando la margarita.