- El municipio que inspiró la obra de Fernando Aramburu mantiene muy presentes los ecos visuales de su pasado violento, con pintadas de apoyo a ETA o murales con fotos de sus ‘gudaris’ locales
El duro intercambio de palazos del ‘dos para dos’ que se libra en el frontón municipal de Hernani se produce ante la mirada de los presos de ETA oriundos de la localidad guipuzcoana, y cuyas fotografías presiden la cancha deportiva. Aquí, la composición gráfica para pedir su vuelta a casa no genera polémicas, ni da pie a denuncias de supuestas equidistancias. La realidad es la que es y no conoce de simetrías. Todo lo contrario a la imagen que se asocia a la Hernani de la ficción para promocionar la adaptación a la pantalla de la ‘Patria’ que construyó el escritor Fernando Aramburu, inspirado en este pueblo, y que ha levantado una fuerte controversia, con acusaciones a la cadena HBO de «equiparar a víctimas y verdugos» al presentar de forma simétrica a un asesinado por ETA y un etarra torturado.
En la patria de ‘Patria’ solo hay una imagen visual: la que atiende a todo lo que supuso ETA, sus reivindicaciones y sus ‘gudaris’ locales. La localidad que inspiró a Aramburu para dar cuerpo al relato de décadas de terrorismo en el País Vasco mantiene activo el ruido gráfico una vez silenciadas las armas de la banda terrorista. En la vida real, las calles siguen dando la espalda a Bittori, la protagonista de la novela que, con el cese de la actividad armada de ETA, regresa a ese pueblo que abandonó hace muchos años tras el asesinato de su marido y empresario, El Txato, a quien sus vecinos colocaron en la diana por no claudicar a la extorsión económica de la banda terrorista bajo el eufemismo del ‘impuesto revolucionario’.
A escasos metros del frontón que da juego a los rostros de 17 presos de ETA —las marcas en la pared denotan que han desaparecido otras tres imágenes—, la terraza del bar Joxe Mari se beneficia de los efectos del día soleado. Quienes ocupan sus sillas saben de la historia que acompaña a este establecimiento: en 1983 ETA asesinó a su propietario Arturo Quintanilla tras una jornada laboral ante los ojos de su mujer y su hija de 15 años —tenía otros dos hijos de 10 y 12 años— por no aportar fondos para la causa. Pero esto es parte del pasado, se asume.
Pero la Hernani visual no ha pasado página, no ha dado el salto a otra época, ya que sigue muy presente el pasado visual de violencia, con pintadas de apoyo a ETA y sus héroes locales, murales con fotografías de los reclusos de la banda terrorista del municipio o proclamas que reivindican la amnistía o la independencia en sus calles. «Memoria completa en la república vasca», clama un mural para exigir una «verdad» y «reparación» que arrincona a las víctimas de la banda terrorista.
Los ecos del pasado violento perduran en el presente, si bien la fotografía actual no es la misma que la de periodos anteriores, cuando las pintadas y las pancartas de apoyo a ETA y sus reivindicaciones ocupaban casi todos los rincones. «Esto ya no es lo que era», se comparte. Los cambios, se afirma, se plasman en otro tipo de imágenes. Como la de los dos ‘ertzainas’ que caminan por la calle Nagusia con total tranquilidad manteniendo una conversación distendida. «Esto hace unos años era impensable», subraya al paso de las agentes un joven mientras consume una caña en la mesa de una minúscula terraza. «Este es el ejemplo de cómo han cambiado las cosas», enfatiza.
Aramburu no hace patria en Hernani, el bastión ‘abertzale’ por excelencia, y en el que las acciones violentas estaban a la orden del día en la época de plomo del terrorismo. En su momento, con la publicación a finales de 2016 de la considerada obra definitiva del relato de décadas de terrorismo en Euskadi, muchos vecinos aseguraron no haber leído el libro del escritor donostiarra afincado en Alemania. Ahora, son pocos también quienes admiten estar al tanto de la polémica que acompaña al estreno de la serie. Pero resulta complicado saber si este ‘destierro’ es realidad o ficción, si obedece a ese silencio cómplice que impuso este pueblo durante los años duros del terrorismo, y en el que hablar con plena libertad era sinónimo de exponerse a represalias.
«No sé de qué me estás hablando», responde un joven al ser interpelado por la controversia del cartel. Y como él, otros tantos. En cualquier caso, puestos en situación, se ve «artificial» la polémica que acompaña a la imagen promocional de la serie de HBO, que se estrenará el próximo 27 de septiembre con la fuerte controversia de partida generada por el cartel. Este presenta en una de las imágenes al empresario agonizando en la calzada en brazos de su mujer y, en otra simétrica, a un etarra que yace en el suelo de una comisaría tras haber sido víctima de torturas ante la indiferencia de tres policías, bajo el lema: «Todos somos parte de esta historia».
«¡Ya estamos otra vez con lo mismo! ¡Qué pesados!», protesta de forma airada un vecino ante el aluvión de críticas, entre ellas de las asociaciones de víctimas y los partidos PP o Vox, que han exigido que se retire el cartel. Si se atiende al presente, el sentir en Hernani es que se trata de discusiones ya superadas —»estamos ya en otra época», coinciden en señalar varios vecinos frente a la polémica— y, si se fija la atención en el pasado, se pone de manifiesto que las torturas fueron una realidad, «se quiera ver o no».
En todo caso, la polémica ante la imagen promocional de una película sobre ETA no es nueva, como bien recuerda un joven. Más de lo mismo ocurrió en 2017 con el cartel que la plataforma Netflix utilizó para promocionar la comedia ‘Fe de etarras’, de Borja Cobeaga, con el lema: ‘Yo soy español, español, español’, en el que las tres palabras ‘español’ aparecían tachadas en color rojo en un fondo negro. Entonces, las víctimas del terrorismo llamaron al boicot a la película protagonizada por un comando etarra durante el Mundial de Fútbol de Sudáfrica que ganó España. Se repite el esquema y hasta el ‘modus operandi’. Si los responsables de marketing de esta plataforma colocaron una gigantesca lona con el cartel tapando un edificio, en pleno centro de San Sebastián a las puertas de la celebración del Festival de Cine, ahora HBO ha hecho lo propio en un edificio situado en la plaza de Callao de Madrid. También se reeditan las repercusiones: llamadas en las redes sociales al boicot a la producción audiovisual y a la plataforma.
El propio Aramburu, que el pasado martes colgó en su cuenta de Twitter una fotografía de la Plaza de Callao de Madrid con la inmensa lona con el cartel de promoción de la serie, ha renegado de la campaña de promoción, que ha calificado de «desacierto». En un escrito en su blog a raíz de la controversia generada —entre las críticas, se censuraba que se pusiera una gigantesca lona con el cartel que «equipara a víctimas y verdugos» en una plaza donde hubo un asesinato de ETA (el del policía municipal Jesús Rebollo en 1995)— afirmó «no compartir» la estrategia de marketing: «Incumple una norma que yo me impuse cuando escribí mi libro, no perder de vista el dolor de las víctimas del terrorismo, tratarlas con la empatía y el cariño que merecen. La serie, en mi opinión, sí lo hace».
Pero ni la polémica surgida parece despertar el interés en Hernani por la ‘Patria’ ideada por Aramburu y la ‘Patria’ plasmada en imágenes por Aitor Gabilondo. «Si no tenía ningún interés en leer el libro y ver la serie, ahora muchísimo menos», asevera una mujer. El libro, en términos generales, ha desaparecido de las librerías de Hernani. En un establecimiento, no obstante, se puede apreciar la obra de Aramburu desde el escaparate, aunque, al igual que Bittori a su regreso a Hernani, no encuentra su lugar al encontrarse perdido entre ‘La dieta del deportista’, un volumen de ‘Arregla y decora tú mismo’ o un libro de recetas de Karlos Arguiñano.
A su paso por esta librería, un joven apunta a las «críticas negativas» para justificar su rechazo a adentrarse en la Hernani de Aramburu. Y ya no solo en sus páginas. Ni siquiera en la pantalla. Pero más allá de supuestas cuestiones asociadas a la calidad literaria o visual del relato, a nadie se escapa que el municipio que simboliza el apoyo a ETA no comulga con una narración que, según denuncia el entorno ‘abertzale’, está repleta de «tópicos» y presenta lo sucedido en Euskadi de forma «parcial».
La ‘Patria’ de Aramburu habla del odio, de la crispación… y también de la violencia ligada a las banderas. Y Hernani no solo enarbola la enseña de Euskadi. Hay numerosas esteladas colgadas en los balcones y en el mobiliario urbano, y muchas banderas soberanistas catalanas pintadas en las paredes. La enseña independentista catalana, que ha llegado a presidir la fachada del ayuntamiento gobernado con mayoría absoluta por EH Bildu durante el punto álgido del desafío soberanista catalán, está muy presente.
«Nada de nosotros sin nosotros», reza en euskera y catalán un visible cartel a la entrada del casco viejo junto a una ikurriña y una estelada y la imagen de dos manos entrelazadas. A escasos metros, en la plaza, ambas enseñas cuelgan de un céntrico poste central secundadas por la bandera republicana y otra de apoyo a los presos de ETA a las que el paso del tiempo no les ha sentado bien. Es visible, igualmente, un cartel a favor del derecho a decidir que firma la plataforma soberanista Gure Esku Dago, una especie de Asamblea Nacional Catalana (ANC) en Euskadi. «Somos un pueblo», reivindica.
No falta tampoco la ‘bandera’ de Alsasua, con mensajes de apoyo a los jóvenes condenados por la agresión a dos guardias civiles y sus parejas. «Dejad a Alsasua en paz», reclama una pintada. Es una de las instantáneas de esa patria visual de Hernani en la que Bittori sigue silenciada pese a que las armas de ETA hace tiempo que dejaron de hablar.