JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC
- Quien está matando la Constitución para momificarla y rendirle homenajes hipócritas es el PSOE. Punto
Consumar los planes del PSOE exige neutralizar al Poder Judicial y poner el Tribunal Constitucional a su servicio. Los planes del PSOE, sí, vamos a dejar eso de «el PSOE de Sánchez» toda vez que no hay otro. La expresión tuvo algún sentido tiempo ha, pero ya ni describe ni prescribe. La prueba es la imposibilidad de ponerle algún nombre propio a la entelequia: si hablamos del PSOE de Sánchez es que hay otro PSOE posible. Bien, prueben a poner un nombre alternativo. A Lambán se le ocurrió evocar al asturiano Javier Fernández usando el adjetivo ‘mejor’ y todavía anda cumpliendo penitencia. Solo le falta reptar por los jardines de la Moncloa unos días y pedirle a Sánchez que lo azote.
Quizá los presidentes aragonés y castellanomanchego hayan querido decir algo al ausentarse del acto institucional en homenaje a la Constitución, pero ese algo no se entiende. Lo que se hubiera entendido es que se desmarcaran en el Congreso algunos diputados nacionales de sus respectivos territorios a la hora de votar leyes infumables, reformas del Código Penal a la medida de los socios golpistas del Gobierno. Pero no solo dieron su sí, sino que alardearon de ello a coro. Porque en el inimaginable caso de que los presidentes supuestamente díscolos hubieran aunado voluntades contra la ignominia, el aparato del partido se habría impuesto. Si hay algún crítico, está callado y solo. Guardan un silencio sepulcral mientras la gran traición socialista pone en riesgo sus presidencias autonómicas. Están convencidos de que no pueden hacer nada. Apenas un gesto simbólico, sin efectos reales, que de todas formas acabaría con su carrera.
En esa tesitura estarán Vara, Page o Lambán, pero no merece la pena invitarles a considerar que a lo mejor lo que les condena es su quietismo, que una parte de sus votantes no se quieren ver mezclados con algo tan sucio como la eliminación del delito de sedición y la modificación del delito de malversación. En ambos casos leyes aberrantes por aprobarse y promulgarse para unos pocos sujetos con nombres y apellidos. Si el socio es delincuente, se elimina o ajusta el delito. La náusea justificaría una rebelión interna, y eso que se trata solo de una pequeña parte del golpe de Estado diario de Sánchez. Es el constatar que no hay rebelión ni nada, y la certeza de que no la habrá, lo que deja un solo PSOE. Basta pues de equívocos, de insinuar que existe lo que no existe, de blanquear al partido de la traición, de intentar salvarlo ‘in extremis’ de un caudillo del que no se quiere salvar. El partido todo es una extremidad de Sánchez. Recordar lo que pudo haber sido con Javier Fernández es un intento de retener tres votos metiendo el dedo en el ojo al que manda. Se entiende, siempre que no te pongas acto seguido a pedir perdón por decir la verdad. Quien está matando la Constitución para momificarla y rendirle homenajes hipócritas es el PSOE. Punto.