No hay ‘plan B’

EL MUNDO – 18/05/15 – SANTIAGO GONZÁLEZ

· Y aún hay quien dice que Susana Díaz es un personaje poco preparado para la política. Basta observar este momento para considerar que la candidata a la Presidencia andaluza es la protomártir del sistema autonómico español, un San Esteban hembra de la gobernabilidad en la Soria natal de Antonio Machado, al decir del gran Sánchez. Andalucía, rompeolas de todas las Españas.

A Susana le bastó con intentar su investidura para prefigurar el mapa del día 25: una yuxtaposición de comunidades y ciudades abiertamente ingobernables. Llegados a ese punto, justo será reconocer que ella llegó antes. Y no por azares de la sociología electoral, sino por la tenacidad con la que renunció al apoyo de Izquierda Unida para disolver el Parlamento y someter a Andalucía a la geografía caprichosa de los pactos. Ella ha perdido la posibilidad de disputar a Sánchez la Secretaría General con mínimas probabilidades de éxito y su partido se juega la primacía de la izquierda en plazas importantes con Podemos. El antiguo poder del PP en instituciones destacables se cuartea. Incluso en las plazas en las que conserva una mayoría, está lejos de la absoluta y condicionada al apoyo exterior para formar gobiernos.

Y viene a resultar que de todos los partidos que obtengan representación, sólo hay uno que quizá pueda pactar con el PP, que no haya negado tal posibilidad expresamente y al que no parece fácil imaginar en un pacto mallorquín. Pedro Sánchez no es Gerhard Schroeder, que pactó con Angela Merkel para no hacerlo con su correligionario radical Oskar Lafontaine. Snchz pactará con Podemos sin más reparos morales que los que proporciona la aritmética, ahora que Pablo Iglesias se ha declarado socialdemócrata, como Lenin, según dice.

El PP ha descubierto, sin embargo, que ese partido, Ciudadanos, no tiene vocación mercedaria de ayudarle a gobernar y lo que en realidad quiere son sus votos. De ahí que todos los dirigentes del PP, desde Mariano Rajoy hasta Javier Zarzalejos, se emplean contra Rivera como adversario principal, poniendo en el combate más ardor que el empleado contra Iglesias o Sánchez.

Uno comprende, forma parte de lo humano, que su primer objetivo sea la defensa de sus intereses de partido, su electorado. Pero si repasan la defensa de la Constitución que han hecho en Cataluña la presidenta regional de su partido y el joven Rivera, comprenderán por qué las últimas encuestas pronostican dos concejales al PPC y el triple a Ciudadanos.

Se comprende, ya digo, la defensa encarnizada de los votos, pero no sé si tanto esfuerzo servirá para ganar alguna mayoría absoluta, porque esta estrategia no tiene plan B. El PP da por perdido desde ahora cualquier acuerdo para gobernar las CCAA, aunque pueda salvar algunas alcaldías (art. 196 de la Loreg). O eso, o está dispuesto a pagarlo mucho más caro, eso ya no sé.